La Argentina «política» y mediática viven pendiente de los reacomodamientos de sus dirigencias de cara al proceso electora. Mientras, por qué no reparar en Macri, Duque, Bolsonaro y su movimientos en el contexto de la estrategia de control desarrollada por Washington. Los procesos regionales en América Latina no están exentos de los desafíos de la geopolítica internacional y de las tensiones por el liderazgo político y económico, en un momento en el que experimentan un fuerte giro ideológico hacia el interior de los espacios y en el que son interpelados por cuestiones coyunturales como la denominada “crisis en Venezuela” y la guerra comercial entre China y Estados Unidos.
Por Vicky Castiglia / Mientras la Alianza del Pacífico y el Mercosur intentan acomodarse a las nuevas reglas del juego del comercio internacional, nuevas experiencias con tintes más políticos se cristalizan, como el Prosur y el Grupo de Lima. ¿Se pueden pensar las relaciones internacionales, la diplomacia y el multilateralismo por fuera del escenario económico? Claro que no. Es justamente bajo ese prisma desde el cual se observa el ajedrez de Washington y los movimientos de Donald Trump para tratar de tener bajo control al continente.
Una de las estrategias de la Casa Blanca en torno a Latinoamérica gira en torno a Venezuela. Es este sentido, en 2017, avalado por Estados Unidos, se creó el Grupo de Lima, «para seguir la crisis política de Venezuela y procurar una salida a la compleja situación interna». Está integrado por Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Guyana y Santa Lucía.
El Grupo de Lima se mantiene activo en su objetivo. De hecho, en una reciente visita del presidente de Colombia, Iván Duque, a la Argentina, junto a su par Mauricio Macri dieron a conocer un comunicado conjunto en el “valoraron el liderazgo ejercido por el Grupo de Lima en la búsqueda de una solución a la actual crisis política, humanitaria, económica y social que atraviesa Venezuela provocada por el régimen ilegítimo de Nicolás Maduro, que constituye una amenaza a la paz y la seguridad internacional, con efectos regionales y globales”. A su vez reafirmaron su pleno respaldo al Presidente de la Asamblea Nacional y Presidente Encargado de Venezuela, Juan Guaidó, y reconocieron a la Asamblea como única institución legítima de ese país.
Días antes, Macri había recibido a su par brasileño, Jair Bolsonaro, y también allí hubo una referencia al tema. Según la Cancillería, los Mandatarios “analizaron la grave situación que atraviesa Venezuela, inmersa en una crisis política, humanitaria, económica y social provocada por el régimen ilegítimo de Nicolás Maduro. Reafirmaron su pleno respaldo a la Hoja de Ruta trazada por el Presidente Encargado Juan Guaidó, así como a las acciones emprendidas por el pueblo venezolano bajo su liderazgo”. Un detalle no menor fue la visita a Buenos Aires en los días previos de Eduardo Bolsonaro, legislador e hijo del Presidente, quien en declaraciones a la prensa afirmó que “está de acuerdo que todo lo que signifique terminar con el gobierno de Maduro”. Si bien aclaró que se trataba de una opinión personal fue una clara muestra de apoyo a la política intervencionista que viene planteando Estados Unidos.
En sintonía con la avanzada regional contra Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay -socios fundadores del Mercosur- decidieron suspenderla del bloque en 2017 por “romper la cláusula democrática”. Asimismo, en 2019 se creó el Foro para el Progreso (Prosur), del que forman parte Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Paraguay, con el objetivo de reemplazar a la UNASUR, aquella experiencia nacida al calor de las presidencias progresistas de la década pasada que buscaban la integración latinoamericana. Fue en su íltima visita a Buenos Aires en la que Duque dijo que el Prosur nace “como instancia de integración no burocrática y no ideologizada a favor de la economía de mercado y de las libertades». Sin embargo, aún no queda muy en claro cuáles podrían llegar a ser las líneas de acción y trabajo de este nuevo espacio.
Ahora bien, si la estrategia de alineamientos políticos pareciera estar relativamente contenida en el continente americano en lo que respecta a Venezuela, un nuevo problema se presenta para Estados Unidos y es la disputa que mantiene con China. Esta disputa ya no sólo es económica, es también una pugna por el liderazgo a nivel mundial. Si bien es difícil pensar en un nuevo escenario de polarización al estilo Guerra Fría, hay algunos elementos como el brexit en el Reino Unido o el ascenso del nacionalismo en Italia que son indicativos de que la apuesta por el multilateralismo de la que muchos países del globo hacen alarde, tal vez esté entrando en crisis. El caso del gobierno de Trump es paradigmático: Estados Unidos se retiró del Acuerdo de París por el cambio climático y del tratado nuclear, por citar dos ejemplos claves.
En esta bipolaridad se visibilizan claramente las tensiones entre un Trump que apuesta fuertemente por el proteccionismo y los bloques regionales en América Latina que buscan sostener y profundizar relaciones comerciales con el resto del mundo, en especial con China.
El comercio de América Latina con China pasó de 12.000 millones de dólares en el año 2000 a más de 300.000 millones en 2018. Desde 2005, China ha desembolsado más de 150.000 millones en préstamos a toda la región, un monto superior a la suma de lo prestado por el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la CAF-Banco de Desarrollo para América Latina, según una nota publicada en junio en la edición argentina de Le Monde Diplomatique. A su vez, China ha firmado asociaciones estratégicas con diez países y ha suscripto acuerdos de libre comercio con Chile, Costa Rica y Perú (está negociando otro con Panamá). La inversión de China en la región pasó de 2.000 millones de dólares en 2004 a 25.000 en 2017.
Hay que agregar que casi veinte países de la región ya se sumaron a la Iniciativa de la Ruta de la Seda, también conocida como OBOR (One Belt, One Road) que busca realizar una gran inversión público-privada para abrir nuevas rutas que permitan conectar al gigante asiático con nuevos mercados.
De hecho, según una reciente nota del diario La Nación, publicada tras la visita de Duque, éste le prometió a Mauricio Macri “interceder ante la Alianza del Pacífico para acelerar la confluencia del Mercosur con ese bloque económico, la puerta para el mercado asiático”. «Será un tema que llevaremos a la próxima reunión de la Alianza», dijo Duque en la declaración conjunta a la prensa que ambos presidentes dieron en el Salón Blanco de la Casa Rosada, luego de su encuentro bilateral, en la que -según fuentes del Gobierno- también abordaron esa eventual confluencia. «Vemos importante fortalecer la convergencia con la Alianza del Pacífico», sostuvo Macri un rato antes.
En el caso particular de Argentina, y a pesar de que la gestión de Macri no se sumó oficialmente a OBOR (lo que podría leerse como una señal a la Casa Blanca), las relaciones bilaterales con China son fluidas. De hecho, el gobierno de Xi Jinping ha invertido en un proyecto de nuevas energías en la Puna, el más grande de sudamérica. Además, según el último informe del Indec de febrero de este año, China se ubica como el segundo socio comercial de Argentina, después de Brasil.
Además de las vinculaciones con mercados asiáticos del lado de la Alianza del Pacífico, el Mercosur viene desde hace un tiempo tratando de llegar a un acuerdo comercial con la Unión Europea. Durante el encuentro de Macri y Bolsonaro, se repartió una instrucción a sus equipos negociadores a intensificar sus esfuerzos para la conclusión, en conjunto con los otros dos socios del MERCOSUR, de las negociaciones con la Unión Europea, EFTA y Canadá, y a continuar las negociaciones con Corea y Singapur, según un comunicado oficial.
A modo de conclusión, si bien hay un alineamiento por parte de gran parte de los bloques regionales a la política exterior estadounidense en lo que respecta a Venezuela, (aunque con el matiz de que no todos los países se muestran dispuestos a apoyar una eventual intervención militar), es fundamentalmente el aspecto comercial el que presenta un mayor desafío para el gobierno de Trump. La partida por la hegemonía económica mundial no será sencilla para Washington.