“Para la Chinita, por sus vinilos de Carlitos…Se sugiere imaginarlo en la voz incomparable del Mudo”, añade a su título el académico de la UBA y crítico cultural Guillermo Saavedra, el de los sonetos injuriosos, el quevediano del Riachuelo que apela a ese arte legendario de la palabra para conjurar tanto dolor, para invocar justicia poética.
Si arrastré por este mundo
la vergüenza de ser forro,
despreciado por papá.
En la punta de la lengua
cuántas veces, enroscada,
una palabra taimada
fui incapaz de pronunciar…
Si crucé por los caminos
como un paria que el destino
se empeñó en desprestigiar;
si soy nabo, si soy cheto,
sólo quiero que hoy comprendan
lo difícil que resulta
para mí tratar de hablar.
Era, para mí, una cosa fiera,
cual si la Yegua volviera,
mi discurso de asunción.
Sabía que en mi boca no cabía
todo lo que me escribía
el gordito de Ecuador.
Ahora, cuesta abajo en mi rodada,
con la lengua acalambrada
ya no puedo ni versear.
Sueño con poder quedarme mudo
y haciéndome el pelotudo
veranear en Panamá.
Por lograr la presidencia,
tuve que fingir que hablaba
quedando como un huevón,
pero yo no comprendía
que, cada vez que fingía,
en cada frase dejaba
una enorme confusión.
Ahora, triste, en la pendiente,
solitario y ya vencido
yo me quiero confesar:
cuando parecía que hablaba
era otro el que parlaba
por el puto teleprompter
que ahora no funciona más.
Era, para mí, una cosa fiera,
cual si la Yegua volviera…
(etc.)