Nerviosa calma en Venezuela. El terrorismo mediático trasnacional se hace eco de las palabras de Donald Trump –“las próximas medidas contra Maduro serán devastadoras”- mientras bandas paramilitares ultraderechistas amenazan con volver a las “guarimbas” de 2014 y 2017, creando desestabilización y caos, con el único fin conjunto de derrocar al gobierno constitucional.
Por Aram Aharonian (*) / El presidente de Estados Unidos dijo el miércoles que su gobierno aún cuenta con un amplio arsenal que puede ser usado contra el gobierno de Nicolás Maduro antes de llegar a la intervención militar, «algunas de ellas, no quiero ni siquiera me gustaría, porque son muy duras», al ser consultado por el periodista Trish Regan.
Tras el fallido intento, el mentiroso consuetudinario Elliot Abrams tomó distancia del fracaso e insistió en que EEUU no intervino en el fallido levantamiento y reiteró que altos mandos chavistas, entre ellos el ministro de Defensa Vladimir Padrino, estuvieron implicados, tratando de crear desconfianza entre los miembros del alto gobierno.
Aseguró que miembros del gobierno negociaban desde hace tiempo con la oposición una salida digna para el presidente Nicolás Maduro y que. los oficialistas involucrados en el complot, “en algún momento apagaron sus celulares y dejaron de responder”, dijo, absteniéndose de dar fuentes o mayor desinformación.
Enseguida la trasnacional del terror mediático puso a circular la versión de la inteligencia estadounidense sobre “Zamuro”, el “alto militar traidor” que diseñó el plan junto a funcionarios del Consejo de Seguridad de los Estados Unidos (NSC) – depende directamente de Trump y conduce John Bolton-, que se desmoronó cuando se apresuraron a liberar a Leopoldo López, un día antes de lo previsto. Y la novela, que repiten medios y redes sociales, obviamente ensuhcia a rusos y cubanos.
El canciller español, Josep Borrell, pareció sorprendido por el intento golpista de Guaidó (a quien habían reconocido como “presidente encargado”) y poco más tarde el gobierno de Pedro Sánchez rechazó claramente cualquier acción militar. Era la evidencia de que el golpe fracasó y nadie quiere asumir su cuota-parte. La puesta en escena generó expectativas, pero tuvo resultados mucho más modestos de lo esperado.
Abrams también aseguró que hubo contactos con el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno, y el comandante de la guardia de honor presidencial, Iván Rafael Hernández Dala, con el fin de derrocar a Maduro. El consejero de Seguridad de Trump, secundó sus declaraciones, tratando de dividir a las fuerzas oficialistas, creando dudas y resquemores entre los dirigentes y el pueblo chavista..
Mientras, el autoproclamado presidente interino Juan Guidó, quien había anunciado que su Operación Libertad había entrado en su fase final, sigue las instrucciones de Washington, y llama a paros, huelgas y actos vandálicos. La inteligencia venezolana teme que se intente atentar contra el transporte subterráneo de Caracas, medio por el que se movilizan millones de personas a diario.
Guaidó reconoció la falta de apoyo de los mandos militares a su intento de copamiento de la base aérea de La Carlota, en Caracas, el 30 de abril, cuando logró la deserción de una treintena de oficiales menores de la Guardia Nacional y la liberación (de su arresto domiciliario) de su jefe en la formación ultraderechista Voluntad Popular, Leopoldo López, autor intelectual de la muerte de decenas de venezolanos durante el terror callejero de 2014, quien terminó como “huésped” de la embajada española.
El jueves, la Justicia Penal del Área Metropolitana de Caracas, revocó la medida de detención domiciliaria a López “por violarla flagrantemente, además de violar la medida referida a la condición relativa a pronunciamientos políticos por medios convencionales y no convencionales, nacionales e internacionales, demostrando con ello la no sujeción a las medidas”. El tribunal libró orden de aprehensión en contra del fugitivo, para que termine de cumplir más de diez años, en el Centro Nacional de Procesados Militares.
“Nosotros estamos haciendo todo lo que se puede hacer antes de llegar al último paso». Hay gente que quiere que nosotros tomemos el último paso. Pero tenemos muchas opciones abiertas», dijo Trump, al reconocer que estaba al frente de las acciones de Guiadó y sus cómplices. Preguntado Guaidó por Trish Regan de si la tensa situación pudiese desembocar en una guerra civil, éste respondió que ese riesgo es hoy menor que el de hace unos años porque Maduro ha perdido el respaldo total de la población.
A Washington le van quedando dos opciones: la intervención militar directa o por medio de un ejército mercenario (evitando muertes de estadounidenses, sobre todo en época preelectoral), o el diálogo y la negociación que propone el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, junto a Uruguay y algunos países europeos..
Y nuevamente surge la tesis del asesinato de bandera falsa del autoproclamado líder de la oposición: «Ahora vale más muerto que vivo, no solo para la CIA sino también para su propia gente de la oposición», adviertió Daniel McAdams, director ejecutivo del Instituto Ron Paul. «Si hay una [operación de] bandera falsa o si matan a algún funcionario importante de cualquier lado, no se puede decir qué podría pasar», advirtió el político republicano.
Lo importante son las secuelas. Maduro dijo que no habrá impunidad y lo cierto es que Guaidó fue el instigador y responsable máximo. El intento pudo desembocar en un enfrentamiento entre militares, con derramamiento de sangre, grave si los seguidores de Guaidó hubieran acudido a La Carlota. El cálculo de Voluntad Popular era que algunos muertos pudieran servir como campaña publicitaria contra “la dictadura”, pero sobre todo influido en la tan esperada ruptura en las fuerzas militares.
Es evidente que desde su autoproclamación el 23 de enero, Guaidó ha sido teledirigido por el equipo Venezuela de los halcones de la Casa Blanca Bolton, Pompeo, Abrams, Marco Rubio y el vicepresidnte Mike Pence. Esta opisición venezolana ha sido la que solicitó las sanciones, bloqueo y pirateo de EEUU, que tantas penurias ocasionan al pueblo. Guaidó sigu señalando que la intervención militar de EEUU es una opción. ¿Dónde están los otros dirigentes de la oposición, por qué no se manifiestan?
Se ha difundido la idea de un golpe militar fracasado o evitado y que fue ejecutado por uno de los sectores más radicales de la burguesía venezolana y algunos efectivos militares, situación que fue prontamente controlada por las fuerzas del gobierno utilizando pocas bombas lacrimógenas que causaron la dispersión de los insurrectos, en distintos caminos, sobre todo los que llevaban a refugiarse en algunas embajadas.
Mientras, miles y miles de personas se movilizaron, de inmediato, en defensa del gobierno constitucional, marchando hacia el Palacio de Miraflores, en espera de los dirigentes y las explicaciones sobre los implicados en el complot.
El 1° de mayo, Maduro, ratificó que se hará justicia frente los que promovieron el intento de golpe de Estado “que trató de imponerse con el engaño, la mentira y la manipulación sobre un grupo reducido de oficiales jóvenes y personal de tropa de la Fuerza Armada para atentar contra el orden constitucional” y afirmó que en los próximos días mostrará las pruebas de los implicados.
“Pregunto ¿se acabó la política? ¿Nos vamos a una guerra civil? Eso es lo que buscan una guerra civil. ¿Así debe ser la política en Venezuela? ¿Con disparos, heridos y muertos? ¿Hay necesidad de golpe de Estado?… Acabamos de derrotar un nuevo complot de la derecha. Pretendieron imponerse a traición. Tengo las pruebas en las manos y la justicia los está buscando y más temprano que tarde irán a la cárcel a pagar su traición y su delito”, aseveró.
En el ambiente político quedaron varias interrogantes sin respuesta. Quizás Guaidó y López se lanzaron a esa aventura, quemando sus cartuchos, sin el respaldo de los partidos de la oposición e inclusive sin la presencia y/o respaldo de los dirigentes históricos de Voluntad Popular y Primero Justicia; sin una masiva base de apoyo opositora movilizada. Incluso, Guaidó apareció «solo» convocando a la población a una movilización “definitiva” para el día siguiente, Día de los Trabajadores. Sabía que su respaldo no era el pueblo, sino Washington.
Otras interrogantes son por qué teniendo poder de fuego en el Distribuidor de Altamira (seis tanquetas artilladas) no fueron utilizadas por los insurrectos, y por qué el gobierno reprimió a los insurrectos apenas con gases lacrimógenos, con métodos no letales. Tampoco aparecen respuestas al hecho de que el presidente Maduro apenas apareció a las nueve de la noche (doce horas después de finalizada la intentona), ante una población expectante, pese a tratarse de una persona que se suele sobreexponerse rutinariamente en la televisión.
Desde el exterior, la inteligencia estadounidense insiste en un gobierno de transición que se estaría negociando y anticipa que el hombre a sacrificar –de oponerse- sería el de Diosdado Cabello, exmilitar que comanda no solo el Partido Socialista Unidos de Venezuela (Psuv) sino también la Asamblea Nacional Constituyente, cuyas labores se darían por finalizadas. Demostró el lunes 30, su gran influencia sobre la FANB, al darle instrucciones de lo que se debe hacer como contragolpe y llamando al pueblo a Miraflores, bajándole el fuego a la olla del golpe, reduciéndole a una mera escaramuza.
Dos meses antes del derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende, hubo un intento de golpe militar, pequeño, fácilmente desarticulado por las FFAA «leales» a Allende. Uno de esos generales «leales» era el comandante del ejército, Augusto Pinochet.
Años después, en un libro de sus memorias, Pinochet declaró que el Tanquetazo fue mentalizado y dirigido por él mismo, con el fin de recabar información de inteligencia, ensayando un escenario simulado.
Crearon el Tanquetazo para medir la capacidad real de reacción de la Unidad Popular, la reacción de Allende, y observar hasta dónde estaba dispuesto a llegar el presidente, además de medir las capacidades de comunicación entre los dirigentes, las bases y la ciudadanía y cómo se movían las lealtades de las estructuras.
Para una operación política y militar de este tipo se requieren un mando político estructurado y afiatado con una estrategia y una táctica a desarrollar; un aparato militar y paramilitar con sus respectivos mandos y canales de inteligencia; un aparato de agitación y propaganda y difusión mediática; una logística militar y financiera, y un complejo plan de comunicaciones tanto civiles como militares, señala la Coordinadora Simón Bolívar.
Más allá de todo esto, la realidad es que no tienen un apoyo militar ni popular, lo que deja en claro que no se trató de un golpe militar sino escaramuzas que le dan un sustento “social” a un accionar terrorista mayor como es el asalto a cuarteles, atentados de todo tipo, homicidios y el intento de magnicidio contra Nicolás Maduro.
No se trató solo del establecimiento de un perímetro operativo de seguridad para la liberación y posterior libre circulación de Leopoldo López, sino que sirvió para que algunos militares,que como el general Manuel Cristopher Figueroa -director del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin)-, venían conspirando y que habían quedado al descubierto luego de la captura de Marrero y de otros conjurados- pudieran buscar refugio en representación diplomáticas extranjeras (España, Chile, Brasil).
No fue una acción de unos “loquitos”, ya que tanto el gobierno estadounidense como el de otros países cómplices de la región apoyaron y se involucraron directamente en esta acción terrorista. Es de suponer, también, que no han desertado ni sublevado todos los que militares comprometidos, ni han aparecido todos los que están conspirando y que hay altos mandos centre ellos.
El problema es creerse sus propias mentiras. Por ejemplo, que las incendiarias proclamas por las redes sociales se materializarían en que la población (o al menos los seguidores del autoproclamado presidente interino) irían a poner el pecho en un posible combate sin final asegurado.
Y que, al ver a sus colegas alzados y respaldados por centenares de miles, los oficiales y soldados de la base aérea les iban a abrir las puertas para atrincherarse allí y generar un efecto dominó en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Nada de esto ocurrió. La mayoría de los militares participantes escaparon pronto de allí y dijeron haber sido engañados por algunos de sus superiores con una supuesta operación en un establecimiento penal.
Nadie quiere hablar de cobardía, pero ni López ni Guaidó entraron a la base de La Carlota. Leopoldo López en lugar de ponerse a la vanguardia de la «gran Operación Libertad», se introdujo a la misión diplomática chilena como “huésped”. Algunos piensan que todo el operativo no tuvo otro fin que el de rescatar a López y hacerlo retomar su liderazgo de la extrema derecha, donde Guaidó había comenzado a tomarse en serio su papel de presidente imaginario. La Operación Libertad era la libertad de López, dicen con cierta sorna en las redes sociales chavistas.
La prensa trasnacional no quiso enterarse de la realidad y prosiguió repitiendo las consignas de Guaidó sobre la fase final de la Operación Libertad, que en todo el país se estaba movilizando el pueblo, que 90% de la Fuerza Armada repudiaba a la «dictadura» y que su victoria era cuestión de horas, que en la mayoría de los estados del país los cuarteles apoyaban a Guiadó, mientras desempolvaban videos de años anteriores para engañar a la opinión pública.
Poco ayudan a entender la situación los militantes mediáticos, dirigiendo sus mensajes y análisis a los convencidos, sobre las similitudes inexistentes entre el golpe de 2002 contra Hugo Chávez y éste del 2019. En 2002 el pueblo, constitución en mano, se subió a las tanquetas y reclamó airadamente en las calles el regreso de su presidente constitucional, derrocado por 47 horas por un golpe militar-empresarial, junto a la derecha vernácula y el apoyo de los gobiernos de EEUU, España y Colombia. Ah, y el sacrosanto Estado del Vaticano.
Quedan varias interrogantes. Una, ante la actitud de los militares colombianos y brasileños de participar en una aventura invasora ¿apelará Trump a intentarla con un ejército mercenario, evitando victimas estadounidenses, en vísperas electorales? Otra, la ofensiva discursiva para deteriorar la cohesión del mando chavista, involucrando nuevos actores internacionales a la ecuación, como Cuba y Rusia, ¿llevará a una confrontación mayor?
Y la última: ¿Tendrá el gobierno de Maduro la capacidad de tomar medidas reales para combatir la hiperinflación y el desabastecimiento, más allá de responsabilizar a las sanciones estadounidenses de la situación crítica del país?
(*) El autor es uno de los periodistas más destacados de América Latina.