Acerca de analfas coronados y elegidos, de lenguas y congresos. No podían faltar el filo, contrafilo y punta hasta los tuétanos, del soneto injurioso del docto Guillermo Saavedra, poeta para más datos y crítico cultural de la UBA, a la hora de la vinagreta peninsular. Me acuerdo del rey bobo un tal Borbón, el Johnny Charly, que mandaba a callar una vez en cierta cumbre a un presidente sudamericano votado por millones, y veo a este badulaque formato enema, su hijo, encopetado y calentón con la anorexia, al lado del mal nativo; y claro, recuerdo, por qué no se meterán el Congreso de esa lengua de la Iberias en el centro zodiacal de sus feos culos. Con ustedes el poeta.
Prendido a las pelotas de un monarca
pletórico al batir: “José Luis Borges”,
un Tribilín afásico, un San Jorge
carente de zabiola pero garca,
inauguró un congreso de la lengua.
Venciendo al puercoespín Verga Llorosa
en obsecuencia regia y escamosa,
nuestro frígido cuis no tuvo mengua:
cargándose al pasar la concordancia,
su boca siempre occisa de una papa,
meó con gentilicios todo el mapa
de América en fatal extravagancia.
Vas a morir, chuleta, sin Congreso:
tu ojete conjugado por mil presos.