Algunas aclaraciones. Según una de las mejores definiciones de la tan argentina palabreja “pelotudo” puede poner las cosas en claro: no se trata de un insulto sino de una fina observación, pues un pelotudo (o “a”) es quién dice o hace boludeces con la convicción de que lo que dice o hace es algo muy importantes; es decir, un pelotudo o una pelotuda es un ser solemne. El poeta, crítico cultural y académico Guillermo Saavedra vuelve hoy, y lo saludamos, a poner en tensión una tradición poética del Siglo de Oro, digamos, y ensalzada por el mismo don Borges (JL): el soneto injurioso que se hace voz poética justiciera. Aquí va.
Un cajetilla al pedo por Oriente
dio en recalar en tierra de brahamanes,
y fiel a su prestigio hizo desmanes
de los que el pelotudo no es consciente.
Hizo chocar un tren con una vaca
–allí, donde las vacas son sagradas–
y en tren de continuar con sus cagadas,
¡Vaca Muerta ofreció el triste maraca!
Allí donde la indómita Cristina
vendió tecnología a cuatro manos,
este infeliz proyecto de gusano
apenas vendió tres kilos de harina.
Los indios le abrirán muy bien el poto;
los indios de estas pampas, con mil chotos.