Como una manera de luchar contra la discriminación que sufren, un grupo de jóvenes wichí creó la Agrupación Ele’ (Loro, en su lengua) para mostrar en los corsos su cultura ancestral y su vida cotidiana.
Por Daniel Cecchini (*) / En la lengua wichí Ele’ significa loro y ése es el nombre que, hace casi diez años, eligió un primer grupo de jóvenes de las comunidades wichí cercanas a Las Lomitas, en la región central de la provincia de Formosa, para bautizar a su agrupación carnavalera. No fue un bautismo realizado al azar: el loro es un pájaro respetado tradicionalmente por los wichí por su capacidad de aprender. “De eso se trata, de aprender nosotros, pero también de mostrar nuestra cultura y nuestra historia a los demás, para que nos conozcan bien y poder integrarnos mejor, sin discriminación”, dice Porfirio.
Porfirio es un indígena que ronda los treinta años y está a cargo del grupo de más de cien niños y jóvenes de entre 10 y 30 años que integran la comparsa. Lo secunda Gamaliel, un wichí algo más joven pero muy reconocido entre sus compañeros porque está desde el primer día, a fines de 2009, cuando eran unos pocos y todavía no tenían muy en claro si el proyecto de hacer conocer la cultura wichí en medio del carnaval de los criollos iba a funcionar.
Gamaliel dice que este año empezaron a ensayar en octubre, más temprano que lo habitual, porque quieren preparar un número más complicado que el de otros años. “Estamos ensayando nuevos ritmos, mezclando los nuestros con los de las murgas tradicionales, como una manera de mostrar que nuestras culturas se pueden juntar”, explica.
Además, incorporará nuevos instrumentos, como el órgano, para que la comparsa, que hasta ahora sólo tenía percusión, suene de otra manera. “Antes no había carnavales en Formosa, por lo menos en esta zona, pero cuando el gobierno los puso se trajo una cultura carnavalesca del litoral, con comparsas de mucho ruido y poca ropa. Nosotros queremos hacer otra cosa, que el pueblo conozca la cultura wichí”, dice Porfirio.
La distancia no es un corso
Son las primeras horas de la tarde en la localidad de Tres Pozos, a unos 30 kilómetros de Las Lomitas y hoy no hay ensayo. Por eso, a excepción de Porfirio que ha venido de allá, los demás pibes son locales. Porque Ele’ está integrada por jóvenes de la Tres Pozos y de Lote 27, dos asentamientos de la Comunidad El Pajarito, un grupo wichí que debió irse de sus tierras ancestrales en la ribera del Río Bermejo pero que hoy las ha recuperado y trabaja en ellas para poder volver.
La distancia entre Lote 27 y Tres Pozos hace que los ensayos no sean cosa fácil. Para reunir a todos los integrantes en uno u otro lugar es necesario que uno de los grupos recorra los 30 kilómetros que los separan. No hay plata para micros, no tienen vehículo y es imposible que tanta gente pueda llegar a dedo.
Para reunirse cuentan con la ayuda de la Asociación para la Promoción de la Cultura y el Desarrollo, una ONG con sede en Las Lomitas, que trabaja con las comunidades indígenas del Oeste formoseño, que pone a disposición una camioneta para los traslados. “Para cada ensayo hay que hacer varios viajes de 30 kilómetros, porque todos los pibes no caben todos en la caja, así que la camioneta empieza a hacer viajes a las dos de la tarde para que a las cinco puedan estar todos y ensayar dos horas o un poco más, y después hay que empezar a llevarlos de regreso. Los últimos llegan muy tarde a la noche”, explica Gustavo Núñez, de APCD, que ya es casi un integrante más de la comparsa.
A esta altura del año están ensayando dos veces por semana, pero cuando se aproximen los carnavales lo harán tres o hasta cuatro veces. “Tres días antes de los corsos nos organizamos para que todos puedan instalarse en Lote 27, en Las Lomitas. Hay lugar para dormir en la escuela vieja y entre todos vemos qué cocinamos para comer”, dice Porfirio, que también pone el escaso espacio de su casa para que algunos de los pibes puedan dormir ahí.
Los corsos de Las Lomitas se desarrollan en dos noches. “Para nosotros es muy importante, porque son los únicos días del año que podemos mostrar nuestra cultura a la gente de la ciudad. Cuando recién empezamos nos miraban raro, pero con los años hasta esperan que desfilemos y nos aplauden”, dice Gamaliel.
El año pasado también se presentaron en el corso de Pozo del Tigre y hace dos años también pudieron desfilar en Laguna Yema. “Queremos llegar a más lugares, para que nos conozcan, pero cuesta mucho, no porque no haya voluntad sino porque es difícil viajar y tener lugar donde quedarse”, explica Porfirio.
Escenas de una cultura ancestral
Los colores de Ele’ -elegidos igual que el nombre, luego de un largo debate – también tienen su significado: el verde por la naturaleza, el amarillo por la chaucha de algarroba y el marrón por los adobes. “Son las cosas nuestras – dice Gamaliel -, que muestran dónde y cómo vivimos”.
Cada año, Ele’ elige una representar escena de la vida ancestral de las comunidades wichí: el meleo -recolección de miel –, la cosecha de la algarroba, la pesca, la cultura de compartir lo que se tiene entre todos.
El año que viene, además de la incorporación de nuevos instrumentos – la novedad estará en la vestimenta. “Todos iremos con ropa de chaguar, que se hace con los hilos que se sacan de una planta muy parecida al aloe y después se tiñen con distintos colores”, dice Porfirio y cuenta que la vienen preparando desde mucho antes de empezar los ensayos.
Gamaliel se ríe y dice: “Nunca pensamos en los premios, nos importa mostrar lo que somos y no ganar, pero tal vez este año…”, y vuelve a reír sin terminar la frase.
(*) Texto tomado del sitio Socompa.