El poeta, crítico y académico Guillermo Saavedra hace gala de un tiempo a esta parte de cierto talento infrecuente, admirable, el del soneto injurioso; nunca tan a propósito de los despropósitos infames de la Argentina que padecemos. “Una de las tradiciones satíricas (no despreciada ni por Macedonio Fernandez ni por Quevedo ni por George Bernard Shaw) es la inversión incondicional de los términos. Según esa receta famosa, el médico es inevitablemente acusado de profesar la contaminación y la muerte; el escribano, de robar; el verdugo, de fomentar la longevidad; los libros de invención, de adormecer o petrificar al lector; el sastre, de nudismo; el tigre y el caníbal, de no perdonar el ruibarbo. Una variedad de esa tradición es el dicho inocente, que finge a ratos admitir lo que está aniquilando. Por ejemplo: El festejado catre de campaña debajo del cual el general ganó la batalla. O: Un encanto el último film del ingenioso director René Clair. Cuando nos despertaron…”. Sin más.
A TRES TURROS CON TOGAS Y ENTONGADOS
Un Carnevale, un Urso y una Viña,
tres garnachas con togas y entongados
con la mafia oficial, han despreciado
el derecho a justicia de una niña.
Obtusos, machiturros y alcahuetes,
todo le cabe menos el respeto
a esta espesa indecencia hecha terceto
que entrega con su fallo hasta el ojete.
“Que hayan violado y luego asesinado
a una piba indefensa, no es seguro”.
Esa es la conclusión de estos canguros,
de este trío de abortos chacinados.
Justicia proveerá, lacras con panza,
en el culo de ustedes tres balanzas.