La construcción de discursos prime time que derrochan violencia y discriminación; exigen mano dura e inventan “enemigos” para desplegar políticas represivas de largo alcance. Ocurridos en las últimas semanas, ambos femicidios volvieron a poner en jaque al rol de los medios de comunicación. Amarillismo, espectacularización de la muerte y reiteración de determinados prejuicios vuelven a conjugarse en una receta que el aparato mediático hegemónico de todo tinte maneja con ínfulas de relojería.
Por Vicky Castiglia / Sheila Ayala, de 10 años, desapareció el 14 de octubre y tras cuatro días de búsqueda fue encontrada sin vida en una zona lindante a la casa de sus tíos, actualmente sindicados como los principales sospechosos del crimen. Para la cobertura de este caso en particular se repitieron las mismas estrategias mediáticas de siempre: cronistas deambulando sobre la escena del crimen y planteando hipótesis sobre lo que podría haber pasado, especialistas analizando autopsias en vivo, y periodistas policiales que se convierten en perfiladores criminológicos y desestiman el rol de la justicia.
Esta vez, incluso, quizás en un intento de innovación, el canal Crónica se animó a ir un paso más allá y transmitió las imágenes exclusivas de la tía de Sheila al momento de dar a luz. Una muestra de cómo los límites del espacio privado se desconocen en función de las demandas televisivas.
La cobertura periodística fue similar en el caso de Estefanía Bonome, de 9 años, asesinada en José Mármol, partido de Almirante Brown. Por el caso está acusado su primo, también menor de edad. La reconstrucción del hecho y la actualización de la información siguieron el mismo procedimiento que en el caso de Sheila. La imagen de la niña recorrió una gran cantidad de canales y medios gráficos y no se siguió ningún procedimiento por tratarse de una menor de edad. Las teorías sobre el móvil del asesinato estuvieron también a la orden del día.
Además de tratarse de femicidios, ambos casos tienen ciertos elementos en común que resultan atractivos para la construcción de relatos que, al tiempo que están atravesados por el morbo, intentan operar como dispositivos ideológicos. Al menos así lo advierte el modelo de la facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, Intencionalidad Editorial, que permite analizar los discursos periodísticos y los mecanismos a partir de los cuales las clases dominantes convierten sus sistemas ideológicos en dispositivos de verdad para el conjunto de la sociedad, apelando a la “objetividad” como mito. “No existe la neutralidad todo contenido mediático implica una toma de posición a favor de algunos de los actores individuales o colectivos de lo noticiable; y los posicionamientos periodísticos (intencionalidad editorial) se construyen siempre (y únicamente) desde tres dimensiones: el recorte de la realidad o agenda, la selección de voces, o fuentes, y la implementación de los recursos narrativos y sus estilos”, sostiene esta teoría.
¿Cuáles son los elementos en común en los casos de Sheila y de Estefanía? Ambas pertenecen a sectores sociales vinculados a relativa marginalidad y en ambos femicidios son los familiares los que aparecen vinculados. La Intencionalidad Editoral permite visibilizar aquí la construcción de un discurso que va más allá del crimen en sí, porque alrededor de ellos los grandes medios tejen discursos de estigmatización de la pobreza o de grupos sociales históricamente marginados en la sociedad argentina, como los paraguayos (en el caso de Sheila) y los gitanos (en el caso de Estefanía).
“Así es el barrio donde mataron a Sheila” es el título de una pieza documental realizada por el periodista Martín Chiccioli para Telenoche que se emitió a finales de octubre y en el que abundan las imágenes de pobreza para ilustrar cómo se vive en el predio Campo Tupasy. “Este es un barrio que está en una especie de estado de sitio” anuncia el cronista y luego un vecino advierte: “somos cuatro argentinos, los demás son todos paraguayos”. La selección de fuentes directas, es uno de los elementos fundamentales para poder determinar la intencionalidad de un medio en torno a un tema. En ese caso, el vecino funciona como cristalizador de un posicionamiento que se busca plantear como objetivo pero que no lo es: el problema es que son paraguayos.
“Desgarradores mensajes de la tía y la abuela de la nena gitana”, titula Crónica en referencia a Estefanía. La nena gitana. ¿Como si pertenecer a una comunidad explicara su muerte? ¿Se busca acaso construir un relato que directamente vincule la marginalidad y la pobreza con la violencia?
Las aristas que se desprenden alrededor de ambos casos en relación al tratamiento de los medios de comunicación giran en torno a tres cuestiones que suelen repetirse en este tipo de coberturas:
1- La necesidad de respuestas inmediatas. ¿Para qué iniciar una investigación que puede demorar años y ser burocrática si el caso puede resolverse en los medios, durante la emisión de la tarde con algunas fuentes directas y un par de “allegados a la investigación”?
2- El corrimiento en torno a los límites de los espacios públicos y la irrupción en la vida privada de los sujetos o de los espacios que habitan. La televisación del parto de una acusada da cuenta de ello.
3- Quizás el más peligroso: la construcción de un enemigo en común. Se parte de un acaso y se generaliza. ¿Son potencialmente peligrosos los pobres, los paraguayos y los gitanos en general, sólo por citar los ejemplos de los casos?
El modelo Intencionalidad Editorial sostiene que el un componente del hecho periodístico es la objetividad, puesto que éste es susceptible de ser constatados y confirmados a través de fuentes directas e indirectas, pero advierte que necesariamente es parcial, porque hay un posicionamiento por parte de los periodistas o los medios de comunicación al momento de narrar. Los femicidios de Sheila y de Estefanía, sólo por tomar esos ejemplos, han sido narrados con posicionamientos ideológicos claros, que reproducen la lógicas de los bloques hegemónicos de poder y que buscan construir verdades absolutas en torno a la pobreza.