Ustedes saben que Thelonius “Pesadilla” Amumsen y Rober Mur, los dobles yoes que son uno de únicos, al estilo del portugués Fernando Pessoa, pero en Berazategui, cultivan el benemérito síndrome de la palabra como furia, cuando se hartan de tanto turraje junto, racista, violador y de clases maldita, o que se me decía, de puta oligarquía; aquella que tiene vento pero también la de los secos pero con ideología de garcas. En fin. Los leemos, pensadores del asfalto cuarteado y del baldío con flores del mal.
En ciertos lugares progres se habla de «la gente del conurbano» como si, aún siendo más de diez millones de personas, fuésemos una especie de «minoría», un gueto impenetrable con su idioma propio, costumbres y códigos bizarros. Prefieren que seamos un bicho raro, aislado, una especie de Ucrania estalinista con sede en Lanús que prefiere estar al margen de todo.
A algunos pareciera serle conveniente que seamos eternamente «el barrio» para que nunca discutamos la Nación. Que nos veamos más Miami que pago chico. Para que reneguemos de aquello que nos hermana con las provincias, con el interior o incluso Capital Federal. Para que, encima de pobres, seamos bien unitarios. Para que la argentinidad nos llegue más por el noticiero de Canal 13 que por los libros de nuestra historia. Para que seamos la runfla pintoresca que al poder siempre le viene bien.
Toda esta sarasa solamente para decir que amo volver a mi casa. Y amo escuchar «Shine» de Las Pelotas, aunque sea en una publicidad horrenda de Coca Cola.