Ordenaron la Libertad del estudiante José Luis Zurita Delgadillo. La Sala 2 de la Cámara Criminal y Correccional Federal resolvió por unanimidad el miércoles pasado la inmediata libertad y la falta de mérito del estudiante de Ingeniería de la UNLP José Luis Zurita Delgadillo, detenido desde el mes de agosto por la tenencia de hojas de coca para su consumo en estado natural. El camarista Martín Irurzun es el creador de la denominada “doctrina Irurzun”, es invocada por los magistrados para ordenar las detenciones a los ex funcionarios debido a los contactos, lazos o relaciones creadas, cuando estuvieron en el poder y que puedan entorpecer el normal avance de las causas judiciales en las que se ven imputados; una suerte de impresentable reboleo de preventivas como si fuesen penas.
Así informaba ese mismo día la UNLP. El 25 de agosto José Luis Zurita Delgadillo, estudiante de tercer año de la carrera de Ingeniería Civil de la Facultad de Ingeniería, concurrió con su madre al barrio de Lugano para comprar hojas de coca para las festividades de la Virgen de Urkupiña, práctica habitual como parte de los rituales y costumbres propios de los pueblos andinos. En esa circunstancia, José Luis fue interceptado por personal policial, detenido, alojado en la cárcel federal de Marcos Paz y luego procesado como coautor del delito de guarda de materia prima destinada a la producción o fabricación de estupefacientes. La Universidad junto a organizaciones sociales y defensoras de los derechos humanos, manifestó –en conferencia de prensa y ante el Poder Judicial – su preocupación por esta situación, que implica la criminalización de tradiciones culturales y costumbres propias de las comunidades migrantes y de sus hijos e hijas. Asimismo, se señaló que la detención y persecución penal de José Luis resultaba opuesta a lo prescripto por la Ley 23.737, que en su artículo 15 dispone que “la tenencia de hojas de coca en su estado natural, destinado a la práctica del coqueo o a su empleo como infusión, no será considerada tenencia de estupefacientes”. El jueves, la Sala II de la Cámara Criminal y Correccional Federal con la firma de los jueces Martín Irurzun y Leopoldo Bruglia dispuso la libertad inmediata de José Luis al considerar que las hojas de coca, tal cual lo afirmaba su defensa, estaba destinada a la práctica de coqueo o masticación.
“La UNLP celebra el cese de esta injusta detención que posibilita el regreso de José Luis a nuestras aulas, y reafirma el compromiso con el respeto de derechos individuales y colectivos reconociendo la interculturalidad de nuestro pueblo”, dice un texto divulgado por la UNLP.
El sitio Tiempo Argentino publicaba días antes de su liberación. José Luis Zurita Delgadillo tiene 28 años y lleva 25 días preso. Es la primera vez que tiene problemas con la justicia. Es estudiante universitario y está encerrado en una celda de la cárcel de Marcos Paz: el fiscal Federico Delgado y el juez Marcelo Martínez De Giorgi lo acusan de ser un fabricante de cocaína por tener hojas de coca para una festividad de la comunidad boliviana de La Plata. La primera contradicción de la causa es que la Ley 23.737 (ley de drogas) excluye explícitamente a la hoja en estado natural del alcance de la ley. Aún así el joven universitario platense, fue procesado en un expediente que no agrega ninguna otra prueba más que la posesión.
El sábado 25 de agosto pasado dos policías detuvieron a Zurita Delgadillo frente a una casa del barrio porteño de Villa Lugano. Estaba en el asiento del conductor chateando con su novia cuando los uniformados llegaron en un cuatriciclo y le pidieron documentación del auto que sus padres, Abel Zurita y Julia Delgadillo, ambos bolivianos y feriantes de La Plata, compraron y pusieron a nombre de su hijo varón, nacido como sus dos hermanas en la capital bonaerense.
Pero la documentación no alcanzó. Los policías también quisieron revisar el baúl del coche y José Luis bajó y lo abrió. Allí estaban las hojas: setenta y siete paquetes que sumaban 30 kilos en total.
Zurita Delgadillo trabaja en la feria con sus padres y estudia Ingeniería Civil en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de La Plata (UNLP). Es bailarín del grupo Caporales Cruz del Sur y ese sábado había llevado a su madre a buscar las hojas para la Fiesta de la Virgen de Urkupiña, que la comunidad boliviana celebra todos los agostos en el barrio de Tolosa, en La Plata.
“La hoja de coca es ritual”, explicó Federico Ravina, abogado de la familia. “Pero además de entrada lo indagan por la tenencia de hojas de coca en estado natural y eso por el artículo 15 de la Ley 23.737 es legal”, completó.
El artículo 15 dice: “La tenencia y el consumo de hojas de coca en su estado natural destinado a la práctica del coqueo o masticación, o a su empleo como infusión, no será considerada como tenencia o consumo de estupefacientes”. Pero eso no importó en Comodoro Py: en la declaración indagatoria el instructor anotó que adjuntaban fotografías del “material estupefaciente” secuestrado.
José Luis pasó los primeros tres días incomunicado en la Comisaría N°52 de Villa Lugano. Pidió la excarcelación, se la negaron, apeló y la Cámara la rechazó por prematura. Dijeron que no podían constatar el domicilio pese a que estaba en su DNI y el abogado llevó fotos de la casa, imágenes de Google Maps y hasta declaraciones de vecinos. Y volvió a pedir la excarcelación y volvieron a negársela.
Martínez De Giorgi procesó a José Luis con prisión preventiva por el delito de “acopio para producir droga”. Un delito grave.
“El juez entendió que por la cantidad, 30 kilos de hojas de coca natural fraccionados en paquetes de entre medio kilo y 400 gramos, son elementos para fabricación de cocaína. Solo eso. No agrega ningún otro tipo de elemento para hacer esa afirmación. Ni siquiera le allanaron la casa”, detalla Ravina.
Por su parte, Zulema Enriquez, de la dirección de Pueblos Indígenas, Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP) publicó este jueves en Contexto una columna – Mi cultura no es tu droga -, que pasamos a reproducir.
La estigmatización y criminalización de la cultura de los pueblos andinos forman parte de las políticas del gobierno, ante el desconocimiento de prácticas milenarias que son excluidas de la cultura blanca, occidental y racista.
José Luis Zurita Delgadillo es un joven de veintiocho años que vive en Tolosa, estudia tercer año de Ingeniería en la UNLP y, como cualquier otro joven argentino, vive una vida habitual. La diferencia es que José es de piel color cobre, rasgos indios, andinos, cabello oscuro y renegrido, hijo de bolivianos, de doña Julia y don Abel, de migrantes latinoamericanos que, como tantos, vinieron a este suelo buscando mejores condiciones de vida. José estuvo preso un mes y ocho días en el penal de Marcos Paz, de máxima seguridad, por una causa de narcotráfico. La Justicia blanca y occidental entendió que tenía una “cocina de cocaína” cuando le encontró 30 kilos de hojas de coca. La Justicia nunca le allanó la casa, lo procesó a los pocos días, e inclusive en un principio del proceso se confundió y dijo que tenía antecedentes penales, cuando José nunca había pisado una comisaria.
Comprar hojas de coca para la festividad de la Virgen de Urkupiña fue el “delito”, ceremonia llena de sincretismo, donde la religión y las costumbres de los pueblos originarios se mezclan, las prácticas andinas conviven con el catolicismo, donde en honor y devoción a la Virgen india se baila, se coquea, se ofrecen promesas y se agradece. Allí la religión y la cosmovisión andina se mezclan y no encuentran desconocimiento.
No pasa lo mismo con la Justicia. A la policía que detuvo a José Luis el 25 de agosto no le interesó saber de estas prácticas, de su origen, de averiguar que la tenencia de hojas de coca no es un delito. Pudo más la estigmatización y la “doctrina Chocobar”, mano dura contra la supuesta inseguridad, que los derechos adquiridos, reconocidos a los pueblos originarios como preexistentes al Estado nación.
Es fácil criminalizar a los bolivianos, a los migrantes, es fácil para el racismo creer que boliviano y hojas de coca es igual a cocaína y narcotráfico. Durante estos días, en el acompañamiento a la familia Zurita Delgadillo que se dio desde la Dirección de Pueblos Originarios “Emilia Uscamayta Curí” y la Secretaria de Derechos Humanos de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la UNLP, hubo que explicar tantas veces el significado de la hoja de coca, de sus condiciones como medicina ancestral, alimento, o necesaria para las ceremonias. Dar cuenta de que nuestra cultura no es la droga del blanco occidental.
La campaña #LaHojaDeCocaNoEsDroga es el resultado de dar a conocer nuestra cultura ancestral e indígena. Las movilizaciones de la colectividad boliviana acompañando a la familia encontraron nuevamente en las calles la unión de las fuerzas, de voces silenciadas, criminalizadas por verse distintas, hablar bajito y pausadamente, tener rasgos que la sociedad argentina no mira como propios sino como el Otro que viene de afuera. Se puede hablar del Convenio 169 de la OIT que reconoce los derechos preexistentes de los pueblos originarios, por lo tanto sus culturas, o de la Constitución argentina que reconoce los derechos culturales, promovidos para garantizar que las personas y las comunidades tengan acceso a la cultura y puedan participar en aquella que sea de su elección. O del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales que debe garantizar nuestra practicas ancestrales. O de la misma Ley de Migraciones, Nº 25.871, que reconoce los derechos de los hermanos migrantes.
En el último mes hubo que salir a explicar a toda voz lo que ello significaba, a exigir que se respeten los derechos adquiridos que tanto costaron. Finalmente la Cámara Federal decidió “revocar” la prisión preventiva sobre José Luis, dictar la “falta de mérito” y ordenar la “inmediada libertad”.
Los procesos históricos dan cuenta de nuestro presente. Hoy es difícil el contexto que se vive, donde el otro es cada vez más señalizado por ser distinto. Los procesos de homogeneización de la sociedad argentina se radicalizan en estos contextos de gobiernos de derecha y exacerbado racismo y xenofobia.
Otra vez en las calles, peleando por ser visibilizados, por nuestros derechos, por no ser excluidos y marginados, siendo protagonistas de la historia que siempre parece demorar la reparación histórica adeudada de un Estado siempre en deuda, así están los pueblos de piel color cobre y con el puño y la dignidad en alto defendiendo su cultura, pidiendo libertad y justicia. José Luis libre. La hoja de coca no es droga, es cultura ancestral.