Hacía mucho que el Pejerrey Empedernido, también conocido como el Dialéctico, no salía de ronda por las aguas ¡ay! a veces que sucias de tantas imbecilidades, como la supina entre las supinas, que es sentirse orgásmico o con a por verse impreso entre algoritmos; pobre la ilusión de cada día de que hay millones que nos leen, y más pobre aun si entendemos que a tantos le interesamos (¿para solipsismos por qué no quedarse con el tan Onán, si el de la Biblia, que fue pibe menor de Judá?). Decía que el Pejerrey no salía de ronda por las Redes porque habíase dedicado a fabricar máscaras y burles, que la mar duele debido a tanta hijaputéz boyando sobre las crestas. Pero esta mañana se lanzó a los coletazos y enmascarado hacia no tantas oscuras profundidades, y se levantó a la Perla, que vaya a saber uno si negra del Mar de la Malasia de sus amigos hijos de Salgari, o si es Perlita, ella la rubiecita, o él, que hace trampas amorosas, o si Trava como le dijeron que se llama una Santa por ahí, que con sus estampitas alumbra jaranas y goces cumbieros. Sí le constó en forma inmediata al Pejerrey que de una perla se trataba, el texto poético, dicen en Berazategui, escrito a dos manos entre el periodista, decidor y dibujador Rober Mur, y su otro yo, el pensador runfla, Thelonius “Pesadilla” Amumsen. Los leemos con toda atención.
Lo que no olvidan ni perdonan
es que el diecisiete de octubre en cuotas
de nuestras vidas nos lo tomamos de las copas
de sus bares de la Recoleta, de Palermo Chico,
en las fiestas de salón del primer mundo, primereando
la utopía sudaca, sudando el premio grande patrio.
Nos castigan fuerte hoy por la alegría prepotente del ayer,
por habernos metido en las sábanas exclusivísimas de Barrio Norte,
Y de los andrajos pasar al traje de mejor sastre, por haber cambiado de piel,
y vestirnos de pieles, arrebatadas de los cuerpos gorilas
convertidos en tapados y habernos tapado
del invierno crudo, triste y asesino del capitalismo.
No olvidan ni perdonan
Por soñar más progreso que un profesor universitario o científico
por obligarlos a doblar la apuesta, aun sin fichas ni un centavo,
Por haberles contagiado nuestro fascismo barrialero en
los decorados académicos de sus metrópolis civilizadas
Por habernos inventado una clase media desvariada
jetona y bienvivida, de falsos profetas y lenguas venenosas.
No perdonan la fiesta que les desparramamos
sobre el mantel limpio de la Argentina blanca y patricia y patriarcal,
como gusanos colados de la Historia, devenidas mariposas
revoloteando como moscas sobre la comida dulce y salada
sobre los banquetes, las jodas, bancadas con sus rabias retenidas.
Ahora nos acarician la pancita, tirados en el suelo, desfallecidos
En el piso donde hoy morimos de precarizados,
de domesticados, ignorantes y colonizados
Allí nos refriegan y anestesian
Nuestra fiesta punk en la decrepitud bolsillera
No ahogan en el aullido de bondis vacíos, vagones de tren en silencio
en la tristeza del bailongo apagado y fallido que, devenido en resaca,
Intenta estirar el cuchillazo al mediodía y salvar la tarde
Allí nos han enseñado el lenguaje de la esclavitud
para amordazarnos las palabras amor e igualdad
Allí nos han intentan envejecer, jubilar anticipados
en los veintipico, casi treinta y reducirnos
al otoño amargo y anciano de nuestros sueños.
Desde el abismo, desde el abajo, los miro, callo y otorgo
Porque sé que en un camión destartalado,
cuarenta años en el desierto, entre agua y arena
andaremos, compañeros.
Porque sé que, de algún modo algún día,
los buenos, los malos, lo feos, todos-unidos-triunfaremos
y siempre encontraremos la manera de colarnos
en este bolichón atolondrado,
en esta fiesta impagable, este cumple de quince eterno
que es la Argentina,
la tierra prometida, compañeros.