De Rodolfo Walsh sobre Jorge Ricardo Masetti, periodista insoslayable y revolucionario heroico. “Hay identidades que no se eligen. Hay rastros que no se borran. Hay dignidades que no se compran. Hay revoluciones que se vuelven palabra. Hay historias que no se olvidan. Hay memorias que permiten preservar nombres frente a tanta amnesia planificada”.
Por Julián Scher (*) / “Masetti no aparece nunca. Se ha disuelto en la selva, en la lluvia, en el tiempo. En algún lugar desconocido el cadáver del comandante Segundo empuña un fusil herrumbrado. Tenía al morir 35 años, había nacido en Avellaneda”. La frase pertenece a Rodolfo Walsh, la escribió en marzo de 1969 y cierra el prólogo a la primera edición de Los que luchan y los que lloran, la obra en la que Jorge Ricardo Masetti contó la aventura que lo llevó a entrevistar en 1958 y en plena Sierra Maestra a Fidel Castro y a Ernesto Guevara para Radio El Mundo.
En el contexto de un multitudinario proceso migratorio, José Masetti se instaló en Avellaneda en 1880. Tenía 10 años, venía de su Italia natal y fue testigo de cómo, especialmente detrás del Riachuelo, se fundaban montones de clubes. Se hizo de Racing y se comprometió con el desarrollo de la institución. Fue revisor de cuentas en 1912 y tesorero durante la década en la que la Academia empezó a ser reconocida como la Academia por el fútbol que desplegaban sus equipos. Según consta en documentos oficiales, donó 19 pesos para la construcción de la cancha de pelota paleta. En la Memoria y Balance de 1917, puso su firma en calidad de dirigente para explicarles a los socios la coyuntura: “La elocuencia con que hablan los números nos exime de entrar en mayores consideraciones, pero, cabe asegurar, que el progreso creciente del Club sigue manifestándose en forma ampliamente satisfactoria, y por lo tanto debe alentarnos a proseguir con el entusiasmo de siempre en la tarea común de trabajar con ahínco en pro del engrandecimiento de nuestra Institución”. El 31 de mayo de 1929 nació Jorge, su segundo nieto, el hijo de Reinaldo José, y el abuelo se ocupó de explicarle por qué valía la pena que el corazón latiera por esos colores.
“Decía que cantaba como Gardel pero no era tan así”, desliza a la distancia Américo, hijo de Américo Vicente y primo hermano de Jorge. Tan difícil es encontrar elogios hacia su voz como sencillo toparse con deslumbramientos por su capacidad para retratar lo que se movía delante de sus ojos. “Su rostro era notable: de impecable líneas romanas y barba escasa que avanzaba hacia delante como el espolón de un acorazado. Los ojos negros y medianos, estaban encendidos detrás de dos vidrios y de la boca de labios carnosos salía un tabaco que sólo desaparecía para dejar lugar a un salivazo cargado de nicotina. Cuando hablaba se movía de un lado a otro, aplanando la tierra con sus botazas y moviendo los brazos continuamente. Nadie hubiera afirmado que tenía sólo treinta y dos años”, escribió sobre su primera impresión de Fidel Castro.
Jorge se enteró a través de los relatos familiares de las hazañas de su papá adentro de la cancha. Le dijeron que en 1917 había formado parte de la Quinta División junto a Américo Vicente, su único tío paterno. Algún memorioso del barrio, incluso, le recitó la alineación de corrido: José Andreoni, Ernesto Malbec -curiosidad política de por medio: Malbec sería presidente de Racing entre 1933 y 1934, máxima autoridad de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) en 1935 y reconocido dirigente de la política universitaria-, Julio Bachini, Héctor Rigiardo, Juan Paramidani, Nicolás Lombardo, Reinaldo Masetti, Américo Masetti, Homero Gómez, Aníbal Núñez, Héctor Gianolini y Argentino Dossi. Otro viejo de la cuadra le contó que Reinaldo, al que muchos llamaban Tito, había sido capitán del conjunto de Segunda División en 1921. Además, en el arranque de los cuarenta, durante la presidencia de Luis Carbone, lo vio asumir como suplente en la Comisión de Hacienda y terminó de entender que todo lo oído era cierto. En una de esas fue por eso que Jorge, según relata el periodista Hugo Montero en Masetti. Sueñero del Che, quiso ser arquero de Racing. No le alcanzaron los revolcones debajo de los tres palos para que lo aceptaran. Su talento estaba en otra parte. Era sólo cuestión de tiempo.
Quizás fue su espíritu aventurero. Quizás intuía que ahí había una noticia. Pero se encontró con algo nuevo. O, al menos, eso fue lo que creyó en ese momento. “Tuve la convicción de que el guajiro, que nunca había extraído de la tierra todo lo que ésta estaba dispuesta a darle porque no sabía si el fruto de su semilla iba a ser recogido por otro, no iba a permitir nunca jamás que le quitasen lo que le habían dado. Lo que se ganaba diariamente sembrando de noche, para evitar la metralla de los aviones. Lo que permitía a los últimos de sus hijos, alimentarse como no habían podido hacerlos los primeros”, se lee en otro fragmento de “Los que luchan y los que lloran”. Eran los barbudos, era la guerra y era la selva. También los pasos iniciales de la reforma agraria.
El tío Américo era bueno. Bueno en serio. Por eso había sido una pieza clave del equipo que se consagró campeón invicto en 1925. Rudo half derecho, jugó 23 partidos durante ese torneo. Sólo faltó ante Sportivo Palermo. El diario La Prensa ofreció detalles de sus cualidades en la edición del 11 de mayo de 1925, luego de un empate 1 a 1 con Banfield: “No se amilanaron por este contraste los componentes del Banfield, antes por el contrario, tomaron la iniciativa en el ataque, pero todas sus tentativas se vieron frustradas por la tenaz acción de la defensa rival en la que se destacó Massetti por la seguridad de sus quites”. Fernando Paso Viola, historiador de Racing, asegura que Américo fue parte del plantel de Primera entre 1921 y 1928 y que se retiró en la categoría Veteranos en 1930. Jorge creció jugando con sus hermanos y con sus primos a parecerse lo más posible al mito del defensor impasable.
Prensa Latina fue el nombre que le propuso al Che. Y el Che le contestó que estaba bien. Convencido de la necesidad de quebrar el cerco mediático que imponían las agencias de noticias financiadas por los intereses imperiales, Masetti trabajó día y noche para que el 16 de junio de 1959 saliera el primer cable de la agencia cubana con aroma latinoamericano. “Nosotros somos objetivos, pero no imparciales. Consideramos que es una cobardía ser imparcial, porque no se puede ser imparcial entre el bien y el mal”, fue la consigna desde la cual convocó a Walsh y a tantos otros para darle pelea a la mentira organizada. 59 años después, Prensa Latina, ese invento revolucionario para la Revolución, sigue de pie.
Edgardo Américo, el hermano menor de Jorge, no se dedicó a lo mismo que su papá y que su tío pero sí defendió la camiseta de la Academia. Fue figura del hockey sobre patines, se dio el gusto de gritar campeón y hasta integró algún plantel de la selección nacional. “Lo íbamos a ver jugar todos a Pocho. Era una cuestión familiar”, apunta nuevamente el primo Américo desde el otro lado del océano. Jorge no se perdió a ese equipazo de hockey sobre patines. Era su abuelo, era su papá, era su tío y era su hermano: era el glorioso manto celeste y blanco.
Decidió que su tiempo en La Habana estaba terminado y se embarcó en el armado del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) en el norte argentino. Ya no era Jorge sino comandante Segundo. Seguía escribiendo brillantemente. “Sólo quiero que sepan que en cada batalla, en cada combate, armaré mi brazo con más fuerza al saber que ustedes me estarán juzgando”, sostiene una carta les legó a sus hijos. Lo asesinaron en 1964 en el monte. Sus restos jamás aparecieron.
Hay memorias que permiten preservar nombres frente a tanta amnesia planificada. De Avellaneda y de Sierra Maestra, Masetti. De Racing, siempre de Racing, Masetti.
(*) Texto tomado de el sitio El Furgón.