Algo así como una carta abierta en tiempos de furia y a los hijos que sí le han de venir. Y en ese sí le han de venir el Pejerrey Empedernido – también conocido como el que Resiste, o el Dialéctico –, recuerda a Leonardo Favio cuando canta cómo explicar que te quiero, que me sonrío y muero al verte pasar; cómo explicar que te amo, si no fuiste mía ni lo serás jamás. Nuestro Pejerrey de tanto en tanto sale de ronda nocturna, para ver que acontece por las Redes – de redes sabe porque a él no lo atrapan, ni cuando se llaman medio mundos-, y así fue como dio en Facebook con este texto antológico de Rober Mur, periodista, nocheador y, al vuelo del portugués Fernando Pessoa, heterónimo de Thelonius “Pesadilla” Amumsen, el escribidor runfla que rante de Berazategui. Sí, para sus pibes que seguro han de venir. Dele Mur, póngale letra que Leonardo, Favio, dice el Pejerrey, aunque por qué no el loco de Anchian, él mismo también, ya lo están leyendo desde vaya a saber uno dónde, seguro que desde el no pecado no.
Por Rober Mur / Hace una semana estaba en el baño de la casa de una amiga y justo antes de acostarme a dormir, tuve una revelación: algún día quisiera ser padre. Me cayó como un rayo mientras meaba. Supe que algún día querría tener hijos o hijas. Hijes, como se dice ahora. Siempre le dije rotundamente que no por miedo, desconfianza y paja. Pero esa noche, mientras el país se hundía minuto a minuto en un mar de pesos devaluados, sentí que eso cambiaba. Que por primera vez podía apostar a darle a un crío ese futuro que, justamente ahora, nos está siendo arrebatado. Que esto no se trata de mí y el pequeño refugio de mis inseguridades. Yo ya estoy jugado. Es la vida de ellos y ellas la que está en juego.
Entonces supe que algún día sería padre. Y que me encantaría que sea con Ailén, mi compañera, en la medida de lo posible. Y si se arrepiente, que los pueda abortar libremente y a la bosta. Si no quiere parir y no quiere saber nada de nada, también, que me los deje a mí y veo cómo me arreglo. Uno, dos, tres, cuatro, varones, nenas o travas, no sé. Y les pondría todos los nombres de quienes pasaron por mi vida y le dieron sentido. Jonatan, Juan, Darío, Dieguito, Chompi, Daiana, Betty, Daiana Segunda, Lohana, Indio Solari, Gokú, Hunter Thompson. O que Ailén le ponga nombres politiqueros como siempre dice que va a hacer: Eva, Juan Domingo, Cristina, Jauretche, Ernesto, La Matanza, Asignación Universal, Plan Quinquenal. Llenar la casa de guacherío, que de tantos se me confundan con los de mi vecino y no saber a quién le estoy abriendo la puerta. Que me preocupen tanto esos como los otros. Que el amor no me lo puedan lotear. Que la frontera de mi vida sea, como dice mi papá, un colador.
Que esos bebés lleguen sin haberlo pedido y sepan que este mundo es una cagada, pero que la lucha por algo mejor no termina nunca, que otra cosa es posible. Que sientan que hay un universo de posibilidades de convertir la mierda en otra cosa. Que sepan lo que es el derecho a gatear, caminar y enchastrarse de la vida, que no les nieguen jugar, babear y tirarse pedos. Que lean a Perlongher, que sean hinchas de Boca, que le revoleen piedrazos a los trenes, que no quieran polenta con tuco “porque es de pobre”. Que pidan flan aunque la casa se prenda fuego. Que sean irreverentes y groseros, maricas desenfadadas o tímidas, calladas y embolantes. Que sean insoportables para todo el mundo, en especial para mí. Yo voy a saltar por ellos.
Idealizarlos hasta el hartazgo. Imaginar caprichosamente que serán ingenieros y que terminen siendo unos inútiles. Que las pibas sean unas turras atrevidas, que me manden a la mierda por viejo boludo. Que me escrachen en facebook por hacer comentarios desubicados. Que algunos no me dejen en paz ni un segundo, que otros un día se vayan de casa y no me dirijan nunca más la palabra. Yo los banco igual. Que conozcan a mis amigos de la infancia, del colegio y del laburo, que mi hermano Carlos les enseñe como a mí a decir malas palabras y cagarse en todo, que mi hermano José les lea pacientemente la biblia, que conozcan el sabor inexplicable de vivir en Berazategui y votar por Mussi, una y otra vez.
Que vivan y sufran el mundo. Que lloren a moco tendido. Que al dolor no hay que tenerle miedo. A lo que hay que huirle es a esta tristeza solitaria y explotadora disfrazada de libertad. A esa masturbación emocional que el capitalismo nos vende como paz. Y que entiendan que el único amor posible es luchando desgarradamente por el otro, aun sabiendo que podés hacer un daño enorme en el intento.
Supe también que iba a ser una gran responsabilidad. Porque amar y poner el pecho por quien se ama es una carga enorme y jodida. Y por esos guachos tendría que poner el cuerpo y salir a matar aunque sean ellos mismos los que un buen día, quizá, me asesinen a mí sin piedad. Y bien merecido lo tendré. Y por el mismo amor a ellos no pararé un día de pedirles perdón, que esto fue una cagada y salió mal. Pero que es una cagada que volvería a cometer. Apunten y disparen.
De la manera que sea, no hay tiempo para bajar los brazos y que este pozo se lleve puesto el sueño de un millón de esos y esas que están ahí, a la espera de que hagamos algo. Se lo comenté a un amigo y me dijo que era un disparate, que este es un mal momento. Y por eso mismo, más que nunca, hay que hacer algo. Porque para ser optimista y luchar por algo gigante siempre es un mal momento, y hoy es un pésimo momento que nos pide que salvemos a ese pendejerío. Que nos organicemos los viejos chotos para que reine en sus vidas el amor y la igualdad. Aunque tirado, borracho, panzón y quebrado, no quisiera irme de acá sin intentar, al menos, que esos borregos y borregas sean los únicos privilegiados de toda esta inmundicia.