Ya lo dijimos una vez. Sólo aparece de tanto en tanto porque le cuesta despertarse de las siestas, y como a la mañana no escribe porque vaya a saber uno por qué, es que hay que esperarlo. Pero llega con sus pequeñas crónicas, siempre runfleras y de tubo en tubo sin que le importe si clarete o ¿lo qué?; y del Conurbano. Porque no será como el Rufián Melancólico ni como el Astrólogo, pero bien que se lo tiene ganado el título de Pensador Absoluto de Beraza y Espeleta, si hasta un día se lo vio vendiendo biblias blasfemas con sánguches de salame y un texto sobre diálogos, que él dice escucho, entre Baudelaire el poeta, Freud el que nos deschava de lo lindo y Einstein el genio de los números que cantó verás que todo es mentira, verás que nada es amor; nada menos que pateando los vagones, arriba del tren que va a La Plata. Será por eso que comenzaron a llamarlo en el barrio, el conde de Saint Germain de los orres. No importa lo que digan; adelante “Pesadilla”, nosotros lo leemos.
Por Thelonius “Pesadilla” Amumsen (*) / En tiempos de tormento hay que vivir el amor y el dolor en todo su profundo arrojo y compromiso. Porque al pueblo se le quita no solo su riqueza material sino su capacidad de enamorarse, su capacidad de jugarse todo por otro, de confiar, de fantasear y arriesgar. Porque el poder siempre tiembla y tambalea ante el pobre que ama y que sonríe, el runfla que se divierte, el negro que se agranda, el paki que duda, el tímido que habla, el débil que intenta y el temeroso que se atreve.
Porque debemos reclamar nuestro derecho al goce, la pasión y la violencia, que son populares, colectivas y bien nuestras, y siempre buscan privatizarlas. Porque el enemigo necesita el amor pasado por lavandina. Que sea liberal, de uno solo, para consumo personal, un bocadito burgués de una noche aburrida. Un amor sin Fe, sin entrega ni sacrificio. Sin riesgo ni llanto.
A ese amor vendido, empresario, liberal, egoísta, unitario, privado, monotributista, robot y pechofrío; ni justicia.
Al paraíso llegaremos toditos a los besos, abrazos y piñas hasta la última consecuencia, la última gota de sangre y el último labio rojo. O no llegará nada ni nadie.
(*) Sus textos tienen capacidad de conjura decisiva. Thelonius “Pesadilla” Amumsen es periodista. Habita entre Berazategui y La Plata, barrosas que no barrocas, como Buenos Aires.