Sin sorpresas, esa pieza obsoleta y reaccionaria que es el Senado – este país requiere una modificación sustancial del putrefacto sistema de representación política y otras reformas constitucionales; sin ellas incluso la portentosa voz verde y feminista tendrá serias dificultades para convulsionar el escenario institucional – impidió que el aborto legal, seguro y gratuito fuese ley, pese a que algunos y algunas que por ideología están en contra de reconocer esos derechos, que anteceden a toda política, votaron sí por razones de salud pública o especulación; pero no importa, votaron sí. La victoria de las y los prediluvianos, rosquera e impulsada por la Iglesia y los evangélicos prohijados por la ultraderecha y la CIA estadounidenses, fue tan sólo por ahora, porque la justa y urgente reivindicación de las mujeres se convirtió en movimiento de masas y será imparable; y más temprano que tarde, incluso por cuestiones etarias, el derecho al aborto se convertirá en ley. Por ahora entonces y “de acuerdo a lo que prevé la Constitución en su artículo 81 todo proyecto (de ley) que es ‘desechado’ por una de las Cámaras solo podrá ‘repetirse’ durante las sesiones del año siguiente. El inconveniente que prevé un nuevo intento es la continuidad de los actuales legisladores en sus bancas que complica la posibilidad de que se modifiquen los votos que se expresaron tanto en Diputados como en el Senado. Es más, en el ámbito parlamentario los años no siempre iguales y menos cuando hay un proceso electoral y eso es lo que se vivirá en 2019. Los años electorales de por sí son complejos. Cuando se renuevan las Cámaras la actividad se resiente, disminuyen las sesiones y por lo general para guardar las formas los bloques acuerdan sesionar por temas que no sean urticantes como para no distraer el trabajo proselitista. A estas complicaciones el próximo año le suma la elección presidencial y de gobernadores por lo que es más que probable que la actividad en el Congreso llegue a su mínima expresión por lo que una ley como la del aborto, que exigirá un largo tratamiento y debate, es complicado que se arriesguen a intentar llevarlo al recinto”, explica con lucidez este jueves el colega Felipe Yapur, de Página 12. Pero y cabe reiterarlo: la clave pasa por “la revolución de las hijas”, como escribió en Twitter la diputada bonaerense Florencia Saintout; porque las mujeres pintadas de verde, convertidas en movimiento de masas, feminista, y en la medida que (me permito reiterar), con el conjunto de la sociedad, puedan poner patas para arriba al actual y perverso régimen de representación política, demolerán entonce sí, con su militancia (y la de todos), los cimientos de nuestra precaria, embozada e hipócrita democracia formal.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / Pero vayamos a lo del título. Un día antes de la votación en el Senado, en las “redes sociales”, incontables usuarias se hicieron presentes. A los efectos de este texto elegimos dos intervenciones: la de una mujer que clamaba para que la cruz y el rosario no colgasen de sus ovarios, que acordaba con los discursos vaticanos condenatorios de la exclusión y solidarios con las minorías, con los más oprimidos, y en defensa del medio ambiente (tal cual dicen y repiten el Papa Bergoglio y sus lugartenientes diocesanos y episcopales cada vez que encuentran un púlpito a mano), pero condenaba la cerrada campaña de la Iglesia contra le legalización del aborto. Y la de otra, que reconocía y saludaba a los varones que apoyan y se movilizan por el derecho irrestricto de las mujeres a la interrupción del embarazo en forma legal, segura y gratuita.
La cita mencionada en primer término da pie a una lectura urgente. Es erróneo suponer que la Iglesia como institución, más allá de los muchos fieles, curas y laicos feligreses bien intencionados (el debate es político y no de fe), tiene posiciones democráticas y digamos que progresistas en el sentido de lo libertario y emancipatorio, para algunos tópicos, y reaccionaria, pro oligárquica y de derecha para otros.
La Iglesia tiene un dogma, y si defiende los disparates de la Santísima Trinidad y el carácter inmaculado de una virgen que fue madre tras fornicar con Dios, poco esfuerzo debe hacer para enarbolar otros principios tal vez menos obtusos, que apuntan en dos direcciones estratégicas: desplegar el poderoso aparato de sentidos que disciplina sociedades y garantizar la impunidad y la fortaleza económica de su secta de patriarcas y monjes machos, tantas y tantas veces manoseadores y abusadores y con autoridad suprema en el papado. Para ello hace ya más de veinte siglos que utiliza con maestría el péndulo de la retórica sigilosa y embozada en las traiciones de la nocturnidad.
En el contexto de los debates sostenidos el miércoles en el Senado, otras intervenciones en las redes sociales pueden dar cuenta del “estado de la situación” que se desprende del párrafo anterior. “Ayer me la pasé esquivando crucifijos…senador Pedro Guastavino, a favor”. «Me lo pasé atajando y esquivando crucifijos de un sector de la Iglesia que, quizá, sea el mismo sector que cuando nos desaparecían o nos torturaban daba vuelta la cara (…). Serán sectores de la Iglesia que representaban a aquel cura que cuando yo estaba preso en la cárcel de Coronda me venía a ver para preguntarme si quería arrepentirme y no tenía algo para confesar'», había dicho el peronista Guastavino, a la vez que el neuquino Guillermo Pereyra sintetizaba cómo la Iglesia que fue cómplice de la dictadura es la misma que se opone a los derechos de la mujeres, con el recuerdo del ex capellán de la policía bonaerense Chistian Von Wernich, preso por crímenes de lesa humanidad: «Hace falta leer el libro Nunca Más, donde 15 sacerdotes presenciaban sectores de tortura y sectores de la iglesia guardaron un silencio». Y la radical mendocina Pamela Verasay añadía: «Los que se oponen a esta ley son quienes se oponían a la ley de fertilización asistida, al voto de la mujer, al divorcio y al matrimonio igualitario. Siempre con el mismo argumento: el miedo».
Sobre el Senado, acerca del sistema de representación política en el país – obsoleto y encubridor de una corporación de profesionales de todo signo, heredera de la cultura política que dejó la dictadura – y en torno al rol de la Iglesia (asociada por los evangélicos en su mayoría paridos por la derecha de Estados Unidos y la CIA), en las llamadas redes sociales se leía.
“Una cueva de reaccionarios…Por reforma constitucional el Senado debe desparecer…al pueblo de la República y al de cada provincia los deben representar sus diputados en un Parlamento unicameral…Y mientras no se demuela el poder de la Iglesia como productora de sentidos reaccionarios, patológicos, elaborados por una secta de machos misóginos, abusadores y torturadores ancestrales…estaremos jodidos….La única Iglesia que ilumina, que no daña, es aquella que arde…El Vaticano y su jefe despliegan retóricas grandilocuentes sobre justicia social y una colección que en sus bocas se convierten en blablás… pero todas sus intervenciones concretas, como institución, destinadas a la implementación de políticas públicas, desde el Requerimiento y Torquemada, pasando por su apoyo al nazifascismo y al terrorismo de Estado, hasta su cerrada campaña sucia contra el matrimonio igualitario y ahora contra el derecho de la mujeres al aborto…y podríamos añadir ejemplos hasta el infinito, todas, como institución, y más allá de muchos de sus files e incluso de algunos de sus curas y laicos religiosos – por eso el debate no es fe o no fe-, todas, expresan su auténtica naturaleza reaccionaria, machista, abusadora y de torturadores atávicos…Podría acompañarme Flavio Claudio Juliano, conocido como Juliano «el Apóstata» (330, Constantinopla – 363, en hoy Irak)…La Iglesia siempre trató y casi siempre logró hacer lo mismo con sus críticos: eliminarlos, torturarlos…¡Apóstatas, agnósticos, ateos…herejes…unámonos!”.
El primer párrafo de esta nota alude a aquella intervención en redes que saludaba a los varones que apoyan la legalización del aborto, porque el derecho a la interrupción legal segura y gratuita del embarazo es un tópico que pertenece a la agenda del movimiento de mujeres y sobre el cual ellas deben decidir, pero también impacta sobre los varones, en tanto sujetos de derechos e integrantes de los colectivos sociales que pueden gozar de la libertad, o sufrir los horrores del totalitarismo.
Los varones que acompañamos y nos sentimos parte de las luchas de las mujeres, por una sociedad de iguales y feminista, somos aquellos que entendemos o tratamos de entender lo siguiente: sin justicia de género y social, todos – ellas y nosotros – somos víctimas de un aparato cultural, político y de violencia policial-militar explotador, machista, misógino, abusado y violador, que está en manos de los Torquemada, en definitiva de los variados modos que asume el fascismo.
De ahí el título de este texto: “la cruz y el rosario (y el Senado) como instrumentos de tortura que laceran ovarios…también testículos”.
(*) Doctor en Comunicación por la UNLP, periodista, escritor. Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Profesor titular de Análisis y Producción Crítica de Narrativas sobre Delito y Violencia, en la Maestría Criminología y Medios de Comunicación. Director de AgePeBa.