O el guión de una película de malos contra peores. Claudio Bonadío que quiere pasar a la historia como el juez anticorrupción, una especie de Moro en castellano (para desternillarse de risa; por los dos, por él y por el que sin pruebas encanó a Lula). Y Angelo Calcaterra, el lumpen empresario y patria contratista que, como su primo Mauricio Macri, devenido Presidente, vienen choreándole a los argentinos, a los bolsillos de cada uno de nosotros y al Estado, que no se arrepiente, solo acude a los pliegues del Derecho y sus abogados (siempre al servicio ambos de los poderosos, desde tiempos lejanos en la Historia) y queda en libertad, porque, pobrecito, como sus colegas que hoy desfilan por Comodoro Py y por las pantallas de la TV, no son coimeros millonarios sino victimas de ciertas extorsiones. He ahí los personajes de una película Serie X más de miedo que de terror.
El caso más general de los cuadernos, el remisero y los botones es más sombrío que la peor noche de tormentas en el desierto. Una obvia cloaca de servicios y blanqueos barnizada de “mani puliti”, como el Lava Jato y otras yerbas de muy probable cultivo en las Embajadas de Estados Unidos, células locales al mando de una gran estrategia de la sede central del Imperio que, en la guerra intercorporativa en la región. apunta a proteger a sus empresas. Y claro, para ello cuenta con el carácter delincuencial de las burguesías domésticas (el empresariado, que le dicen), cuasi mafiosas desde sus propios orígenes y de un Estado y de un plexo de prácticas políticas dominantes, que son herencia pútrida de cómo quedó nuestra sociedad lacerada por la última dictadura militar.
En ese contexto la opereta “Mauricio Macri- el primo – resto de empresarios” es de tamaña desprolijidad que desde el mismo diario que se encuentra en el centro de la escena y sus guiones surgen voces que alertan o simulan alertar (para determinar si se trata de una alerta o una simulación, el asunto consiste en saber si la operación cuadernos también va por Macri, porque ya no ofrece garantías de gobernabilidad a futuro o, por el contrario, su busca blindarlo). Notable en ese sentido es el artículo de Hugo Alconada Mon – “Los cuadernos de las coimas: la estrategia de culpar a la política para evitar la cárcel” – que pasamos a citar: “(…) Queda claro, ya, cuál será el camino que intentarán recorrer los empresarios: dar ante la Justicia una versión edulcorada de la historia que los proteja, reduzca al mínimo su estancia en prisión y que les permita conservar, en lo posible, sus negocios con el Estado. Esa senda es la que ya empezaron a recorrer el ex presidente de Isolux Corsan en la Argentina, Juan Carlos de Goycoechea, el otrora dueño de Iecsa, Angelo Calcaterra, y su mano derecha en esa constructora, Javier Sánchez Caballero, los primeros empresarios de primer nivel de la Argentina que se acogieron a la figura del arrepentido. ¿Por qué? Porque calcularon que de reafirmar su inocencia, la Justicia podía hallarlos culpables del delito de cohecho activo, que prevé una pena máxima de seis años de prisión. Es decir, de cumplimiento efectivo. Pero no solo eso. Porque a esa primera figura del Código Penal podrían sumarse otras, a medida que la Justicia avanzara, algo por demás factible si otros empresarios se daban vuelta y colaboraban con los investigadores judiciales. Es decir, tal y como ocurre en el Lava Jato brasileño. El primero que confiesa, gana. En ese contexto, De Goycoechea, Calcaterra y Sánchez Caballero decidieron tomar ellos la iniciativa y dar su propia versión de los hechos al juez federal Claudio Bonadio y al fiscal Carlos Stornelli , una versión en la que ellos no eran partícipes activos del delito, sino sus víctimas. ¿Qué implica eso? Que en el mundo ideal, esos empresarios -y los que puedan sumarse a partir de ahora- se ilusionan con que la Justicia avance por la figura de ‘exacciones ilegales’ previstas en los artículos 266 y siguientes del Código Penal. ¿Qué establecen esos artículos? Una pena de hasta seis años para ‘el funcionario público que, abusando de su cargo, solicitare, exigiere o hiciere pagar o entregar indebidamente, por sí o por interpuesta persona, una contribución, un derecho o una dádiva’. Pero ubica en el rol de víctima, sin pena alguna, para aquel que pagó o entregó esa dádiva. En este caso, de Goycoechea y Calcaterra”.
El lunes por la tarde, por ejemplo, uno de los personajes más desbocados en la defensa de todas las causas reaccionarias y cavernícolas de la TV criolla, el mismísimo Eduardo Feinmann, corregía a uno de los columnistas en forma sistemática y manifestaba su convicción acerca del manifiesto destino de fracaso que ofrece la jugada procesal de los empresarios.
Por otra parte resulta interesante resaltar los que el colega Werner Pertot consignaba ayer y consigna este martes en Página 12, antes y después de la comparecencia de Calcaterra en el juzgado de Bonadío.
“En Casa Rosada, algunos sectores todavía celebran que el caso haya quitado de escena el escándalo de los aportes truchos en la campaña, pero otros advierten que también podría volverse contra el macrismo. Desconfían de los roles de Massa y de Lorenzetti. En el Gobierno hay quienes descorchan y quienes desconfían. Con el affaire de los cuadernos, las reacciones en el oficialismo son variadas. Entre quienes festejan se encuentra el sector más furiosamente antikirchnerista. En esa línea dura están los que piensan que, además de alejar de la agenda pública temas molestos como el de los aportantes truchos en la campaña de Cambiemos, el escándalo los beneficiará con el consecuente desgaste que le producirá a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Incluso, hay quien imagina que esto les ayudará a justificar el ajuste y la situación económica a partir de la supuesta corrupción pasada. Otro sector del Gobierno –más ligado a los tribunales– desconfía de los alcances que puede llegar a tener la investigación, en especial sobre el primo presidencial Angelo Calcaterra. También observan las complicaciones que les puede traer con los empresarios de la construcción. En materia de especulaciones sobre el origen de la filtración, en Casa Rosada existen los que apuntan por la difusión de los cuadernos directamente a Sergio Massa”, afirma Pertot el lunes.
De ese párrafo, sobre todo por lo del “origen de la filtración, podría interpretarse que se reconoce la existencia de los cuaderno, o lo que se filtró fueron las fotocopias; y tanto en un caso como en el otro lo que se estaría desprendiendo es que el periodista de La Nación que puso en escena lo que hoy conmueve a propios y ajenos, Diego Cabot, habría sido más parte o engranaje de una operación que de autor de una investigación periodística.
Este martes, el mismo colega puntualiza: “Que pase lo más rápido posible. Esa pareció ser la estrategia en el Gobierno con la presentación del primo del presidente, Angelo Calcaterra, en el juzgado de Claudio Bonadio. Luego de que tanto él como otros dos empresarios vinculados a los Macri salieran en libertad, en la Rosada se centraron en señalar que no lo protegieron y que se viene una era de transparencia en la Argentina. Por caso, Mauricio Macri festejó la aparición de los cuadernos, eludió hablar de su primo y buscó –en líneas generales– despegarse (…).Como informó este diario, había preocupación en la Rosada por cómo la causa iba a impactar sobre Calcaterra. Los funcionarios que más caminan los tribunales sostenían que toda la revelación podía provenir de sectores vinculados al massismo y recelaban de cómo la pesquisa podía desembocar más adelante en Calcaterra de forma espectacular y explosiva (…). No sería extraño pensar que, en ese contexto, hayan decidido adelantar la jugada, hacer que la vinculación con el presidente estalle ahora en la prensa y luego se vaya diluyendo hacia 2019. Claro que nadie en el equipo de comunicación lo admitirá. Lo cierto es que la presentación del primo presidencial aceleró los tiempos y les permitió a él y a Javier Sánchez Caballero (de Iecsa) como a Juan Carlos de Goycoechea (Isolux, vinculada a la venta de Parques Eólicos al Grupo Macri) salir caminando”.