Sí. Lo de la F es por Favio, el cine. Porque “Haikus criollos y otros formatos para no perder la primavera”, de Mariana Baranchuk (linda y fatal Ediciones; 2017), me instaló en aquella una tarde de lunes de verano hace ya mucho tiempo, cuando asistí a la primera función de un día lunes, creo, no estoy seguro, en un cine que no me acuerdo el nombre pero que de un pueblito perdido entre la pampa y la Patagonia, y con no más de una docena de butacas desvencijadas. Proyectaban tres películas en continuado y sin fin de Leonardo Favio: Gatica, Juan Moreira y Nazareno Cruz y el Lobo. Cuando la pantalla quedó en negro salí, afuera hacía el mismo calor aunque el cielo dibujaba ya algunas estrellas. Y me acordé.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / “Oscuramente / libros, láminas, llaves / siguen mi suerte”. Un haikus de Jorge Luís Borges en, “La cifra”, de 1981. Pero volví del atardecer por el Sur de mar sin agua, seco. Y repetí “No tengo un adjetivo para el sustantivo que me falta. ¿Será por eso el nudo en la garganta?” (Haiku Criollo IV). Y después “Se me perdió el poema que tenía en la boca al despertar, / no sé si me lo tragué o si se cayó. Quizá se quedó en el pliegue de ese recuerdo, o se enredo gracioso en una barba entrecana”. Poema. Y más después “Ella dijo: cuando me sostenés la mirada me enamoro. El sonrió y bajó la vista” (Historias de amor en una sola línea I). Y sigo “Necesito limpiar mi cuerpo de células malditas, necesito limpiar entrañas de gritos clausurados, necesito dejar ir a quien ya no quiere estar, necesito elegir dónde quiero ir …” (Con urgencia). Invito a que lean. Son textos de “Haikus criollos y otros formatos para no perder la primavera”, de Mariana Baranchuk. Ella que habla, que transcurre por los pasillos casi siempre confusos de eso que llaman comunicación y política; que se siente a sus anchas en la aulas de la Universidad, pero también, creo, aunque nunca la vi, pateando tachos de basura cuando se harta de tanto hijo de puta suelto; que da clases; que fustiga con peronismo plebeyo, insumiso, molesto; y bebe vino tinto. Que seduce al deliro, segura de que el goce está en la búsqueda. Con ustedes un libro que no estaba escrito cuando aquella siesta con Favio, pero saben qué, la poeta debió haberse sentado una noche con “el Mono”, después del ring. Lástima que el tiempo casi nunca está de nuestro lado, con sus discronías (la palabra no existe, creo). Y un día de estos la invito a que discuta en voz alta con “Ella, ella ya me olvidó / yo, yo la recuerdo ahora. / Era, como la primavera, / su anochecido pelo…(Favio, otra vez). O con el hijo del pobre samurái, Matsuo Basho, el de “Al sentirme enfermo durante el viaje / mis sueños vagaron / sobre un campo de yerba seca”. El de “A pesar de la niebla / es bello / el Monte Fuji (Haikus del siglo XVII). Y con “Callan las cuerdas. / La música sabía / lo que yo siento”. (Otro de los pocos haikus de Jorge Luis Borges). Sobre el cartón final del libro de Mariana Baranchuk, es decir sobre su contratapa, la notable escritura de María Iribarren dice desde la cornisa: “Lo que resulta: versos de lengua e insomnio, de deseo y controversia silábica (…) La puta de las letras, la madre heterodoxa, la mujer alta que sobrevivió al naufragio por el irrefrenable derecho al desborde”. Qué más para esta aproximación en un solo párrafo, que apenas cuenta resonancias. Qué más.
(*) Doctor en Comunicación por la UNLP, periodista, escritor. Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Profesor titular de Análisis y Producción Crítica de Narrativas sobre Delito y Violencia, en la Maestría Criminología y Medios de Comunicación. Director de AgePeBa.