Y lo recordé y lo escribí porque mi amor seguro que comprende. Nada de celos que cuando una se enamora no puede ser mezquina con sus besos, como me sucedió hace mucho, y no te conocía, aquella noche de llamadas por el Palermo, en el Montevideo del Carnaval. Cuando se celebra, las futboleras no nos andamos con remilgos, pero eso sí, un poquito de crónica ahora no vendrá mal.
Por Tania Molotova (*) / Por el profe Óscar WashingtonTabárez, por esos dos que están entre los mejores delanteros del mundo – Luis Suárez y Edinson Cavani –, por un once que sabe a lo que juega y se esfuerza, y por otros que la corrieron y con muchos méritos, y más allá de la alternativas del juego, que por pasajes fueron favorables a Portugal, “la Celeste” mereció llegar a los cuartos de este Mundial Rusia 2018. ¿Y vieron la jugada del primero de artillero del Paris Saint Germain, que dicen se lleva mal con el brasileño Neymar, otros de los planetarios; con cambio de frente de él para Suárez y a buscar al área, y el lucho que se la pone allí sobre la cabeza, como con la mano?
¿Y vieron el segundo, por izquierda y con pie abierto y comba, y a cobrar; porque si le pegaba de otra forma quizá la pelota terminaba en los baños del edificio más próximo? Y coincidirán conmigo que el de los portugueses fue mérito del saque rápido, que provocó un testazo limpio y sin marca, ya que de otra forma a la defensa comandada por Digo Godín difícil es superarla con la fuerza aérea.
Mientras esperan a Francia, la que nos sacudió el polvo a las argentinas este mismo sábado, con justicia también, que los de “la Celeste” canten aquella de de Jaime Ross de título, o esta de él también:
En el tumulto de los húsares de Momo, encandilado por las luces de otro barrio, aquel murguista saludando con su gorro se despedía como siempre del tablado. Entre la nube de pintados chiquilines vio la sonrisa que enviaba una princesa, Entre los rostros de mezclados colorines. Dudó si era para él la gentileza y por si acaso dedicó una reverencia a la muchacha que en la noche se quedaba. En el momento de partir la bañadera volando un beso se posaba en su ventana. Y paso a paso la ansiedad lo malhería… Uno tras otro los cuplés se sucedían, se retiraban del último escenario. Tiró el disfraz en el respaldo del asiento. Borró los restos de pintura con su mano. Volando un tacho lo llevaba contra el viento. La vio justito a la salida del tablado. Cómo te va, dijo el murguista a la muchacha, que lo cortó con su mirada indiferente. Le dijo bien y lo dejó como si nada. Nuevamente …la princesa se perdía entre la gente…Que no se apaguen las bombitas amarillas. Que no se vaya nunca más la retirada. Quiero cantarle una canción a Colombina. Quiero llevarme su sonrisa dibujada.
(*) Tania Molotova nació en Argentina, hija de militantes de izquierda. De muy niña vivió en Moscú. Estudió periodismo. Fue amiga y cómplice de poetas y bebedores, admite; y colaboró en publicaciones subterráneas. Como más o menos una vez afirmara ese enorme escritor inglés que fue John Berger, nuestra colaboradora sostiene: “mientras en el mundo sufra un solo pobre, ser de izquierda es una obligación moral”. Sus padres fueron asesinados por la mafia que tan impunemente actuó en la Rusia del ex presidente Boris Yeltsin. Ella regresó a su país natal. Dice, “escribo y escribo”. Vive con un librero anarquista. No tuvo hijos. Ama el fútbol y el boxeo. Se acercó a AgePeBA con sus textos sobre el Mundial Rusia 2018.