Cuando el silencio casi de inframundo y los espasmos de incredulidad quedaron borrados en un grito en marco rojo, millones fueron, y son, felices; así es un pueblo que respira fútbol, al menos su mayoría. Y la tele, la que provoca asco casi siempre, dio cuenta de algunos de los tantos virus en apariencia incurables que infectan a la prensa deportiva del sistema corporativo de medios; también de aquello que vienen a ratificar por deducción la certeza de lo que escribí en mi crónica anterior, que la alineación del equipo que puso a la Selección en octavos del Mundial Rusia 2018 estuvo a cargo de Lionel Messi y su amigos, no del DT Jorge Sampaoli. Una cámara del canal TyC Sports, por cierto entre las luminarias de la náusea mediática, mostró sin embargo como los gestos del entrenador durante el partido iban más dirigidos a otras cámaras menos indiscretas que a sus jugadores, los que pasaban por su lado sin siquiera mirarlo, y hasta ocurrió el segundo fatal: aquél en el que se ve y oye a Sampaoli consultar con un Messi que se acerca a la banda a los efectos, si le parecía bien que entrase a jugar su socio, “el Kun” Agüero. En otras palabras, la “omertá” de cotillón que impera en el planeta fútbol, donde nunca sucede nada crítico, según jugadores, técnicos, dirigentes y medios, incluso entre aquellos de los últimos y sus dizque periodistas que a veces por intereses del sector terminan diciendo, esa “omertá” al menos se astilló, y sabrán disculpar mi expresión, quedó en bombacha y corpiño y sin peinarse ante el espejo.
Por Tania Molotova (*) / Los argentinos y las argentinas vivimos en el huracán de una relación amorosa que como tal, suele provocarnos retozos pero también susto y dolor. Nosotras nos revolvemos en la pasión del fútbol, aunque debamos pelearnos a las trompadas simbólicas – aunque esos trompis deberían ser fácticos en ocasiones – con el macho torpe, bravucón e idiota, no me lo van a negar que suele ser así, que sabe, dice, de una certeza falsa, insoportable: que para jugarlo e hincharlo en las tribunas hay que “poner huevos”; se olvidan que los huevos son puestos por las gallinas – sin alusión alguna ni mucho menos bostera –; y lo peor de todo, que esa ponedora automática de testículos fictos es reproducida hasta el hartazgo por los semas de la prensa cachivache.
Esa sacudida pasionaria, como toda otra, vive y vivirá inmersa en una suerte de imperativo categórico que es su propia contradicción, por suerte irredenta más que irresoluta. Por eso el pueblo hincha del fútbol, de la Selección como símbolo de una patria cuyo ser a tratar sería un exceso para este texto, algunas veces hace caso omiso de los desgarros sociales, políticos e ideológicos, y otras, las menos, los expresa: en el país del ajuste de Mauricio Macri ya no nos queda ni yerba de ayer secándose al sol, pero entre quienes la tienen porque gozan de las amargas mieles del neoliberalismo por un rato – o al menos de sus espejismos pasajeros – y quienes hicieron trepidar sin futuro seguro sus tarjetas de créditos con las famosas cuotas, lograron que la capital de lo que fuera la URSS y volvió a ser tan solo de Rusia, al menos sus estadios y adyacencias, parezcan un barrio de cualquier ciudad argentina en unos de esos días de fandango y vino refrescado; o de joda y birra para que no quedar como una pasada de moda o ser acusada de débil ante las influencias novios furtivos.
Sobran los testimonios de que, a principio de los ’70, en las canchas nuestras se festejaban con cánticos de gol y parcialidad de colores ciertas acciones de las organizaciones revolucionarias Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros. Y al revés, que durante el Mundial ’78, mientras los genocidas tenían como rehenes a miles de detenidos desaparecidos y seguían matando en las calles, en el sigilo de la oscuridad, el pueblo futbolero salió un noche fría de invierno a celebrar con todo su entusiasmo en título que, un partido previo al del choque con Holanda, con Perú, habla aun acerca de cómo la Copa pudo haber sido comprada por Videla y sus esbirros ensangrentados. Me contaron mi padre y mi madre que muchos de sus más querido amigos de por aquí salieron a la calle con tantos más , pero porque sabían que esa noche las patotas de la ESMA y otros campos de concentración se tomarían un descanso.
Déjenme regresar al principio, así concluyo mi tarea de hoy. La TV le pegó de boleo y al ángulo a la “omertá”, seguro que por alguna especulación o pase de cuenta entre facciones de la mafia futbolera, pero el dato al fin y al cabo fue revelador. Como reveladoras fueron algunas expresiones de quienes se encuentra entra sus más connotadas voces (de la TV): Diego Latorre – un ex jugador de Boca que fuera hábil gambeteador pero quedó fuera de la Selección y sin subir al avión para pasar a la Fiorentina – en su lugar voló un tal Gabriel Batistuta, ¿les suena el nombre? – debido a su pobre actuación en la Copa América Chile ‘91, que finalmente ganó Argentina sin Diego Maradona y con Alfio Basile como DT-, es hoy uno de los comentaristas no sé por qué más elogiados de la tele local, y dijo el otro día que los africanos juegan por intuición, que ellos no saben tanto de técnicas ni de tácticas. Otro de la misma especialidad, pero histórico, casi un “prócer” y cuyo mayor “mérito” fue siempre decir “ni” de nada y sobre todo, Enrique Macaya Márquez – el periodista vivo que más Mundiales cubrió; las butacas del Colón son las que más música oyeron entre todas las butacas argentinas – disparó casi al unísono con Latorre que los jugadores africanos siempre corren, que corren para que el león no se los coma o corren para comer. Semejantes joyitas del goebbelianismo mediático fueron pronunciadas un par de días antes del partido Argentina – Nigeria desde los micrófonos y en las pantallas de la TV pública que gestiona el gobierno de Mauricio Macri.
Sí, Si. Ya llega el punto final, sólo dos más.
No puedo negarlo, odio la solemnidad pero escuchar «todavía cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, todavía esperamos; que nos digan adónde han escondido las flores que aromaron las calles persiguiendo un destino… ¿dónde, dónde se han ido?» para promocionar con humor un partido por TyC Sport me revuelve las tripas. Así son.
Y fui feliz con la victoria y la clasificación de Argentina y salí a la calle, pero vestida de verde: justo después del partido y otra vez en Plaza Congreso, allí estuvimos las minas y muchos compañeros, por nuestro derecho al aborto legal, seguro y gratuito, que algo es algo entre tantos “turros” (amo esa palabra al uso de Roberto Arlt) machistas y tantas operaciones vaticanas; y que el Senado vote como la democracia dice que tiene que votar.
(*) Tania Molotova nació en Argentina, hija de militantes de izquierda. De muy niña vivió en Moscú. Estudió periodismo. Fue amiga y cómplice de poetas y bebedores, admite; y colaboró en publicaciones subterráneas. Como más o menos una vez afirmara ese enorme escritor inglés que fue John Berger, nuestra colaboradora sostiene: “mientras en el mundo sufra un solo pobre, ser de izquierda es una obligación moral”. Sus padres fueron asesinados por la mafia que tan impunemente actuó en la Rusia del ex presidente Boris Yeltsin. Ella regresó a su país natal. Dice, “escribo y escribo”. Vive con un librero anarquista. No tuvo hijos. Ama el fútbol y el boxeo. Se acercó a AgePeBA con sus textos sobre el Mundial Rusia 2018.