Lo llamé anoche. Vive en las afueras de Moscú, en el mismo departamento de dos ambientes que su familia adquirió en épocas de la URSS y en el cual, contaban mis viejos, había que atravesar un pasillo para ir a hacer pis; y no quieran saber lo que es una noche fría por allá, que nada tienen del calorcito mundialista de estos días. Antón Maximov está jubilado, sigue estudiando más que leyendo a Fiódor Mijáilovich Dostoyevski – recuerdo que me decía Tania, si algún día tenes un hijo llamalo como el maestro – y por supuesto viendo fútbol. En su casa cuelga un retrato gigante de “La Araña Negra”, Lev Yashin, aquél gran arquero fallecido en 1990.
Por Tania Molotova (*) / Seré breve. Hoy ya me sufrieron. Anoche llamé por teléfono a mi profe Antón, preocupada por lo que pudiera acontecer este miércoles, cuando Alemania se enfrentase a Corea ( los teutones perdieron 2 abajo) y México – Suecia (los rubios grandotes ganaron 3 a 0), por el asunto ese del pase a octavos en Mundial Rusia 2018, en un desafío que tanta emoción nos provocara a las argentinas con ese gol postrero que puse en un marco pintado de rojo.
Había decidió acometer con mi rezo ateo de cada noche para pedir por los mexicanos, me acordé de la Virgen de Guadalupe y de Frida, ¡Ay quienes pudiesen ser como ellas y no me refiero a lo de la virginidad, el diablo me ampare! Y Antón me tranquilizó. Y México igual ya en octavos, pese a los nórdicos.
Desarrolló sus teorías acerca de por qué y cómo fue que los alemanes terminaron llevando una escuadra tan débil a sus tierras moscovitas – reflexión futbolística y cultural con la cual no voy a agobiarlos – y acerca de que en alguna piedra azteca estaba escrito, que me quedara tranquila, que los del “Chicharito” se las iban a ingeniar para seguir en carrera, sucediese lo que sucediese.
Antón es un comunista empedernido pero tiene esos toques mágicos, que, digámoslo sin temor a las herejías, en nada se contradicen con el materialismo dialéctico; eso lo aprendí en Cuba y en alguna que otra unidad básica cuando el peronismo se ufanaba más por ser plebeyo que por otras necesidades.
Ya sé. A lo nuestro. Mi profe tenía razón. Sobre todo porque antes de hacerle clic a la teclita del celular se despachó con una humorada, o casi: “no te preocupes Tania, que Alemania, aquí en Rusia, nunca ganó ni ganará nada”, y estalló en su carcajada, seguro que viendo una de las tantas fotos de su padre y su madre, muertos fusil en manos, defendiendo a la URSS de las fuerzas nazis.
(*) Tania Molotova nació en Argentina, hija de militantes de izquierda. De muy niña vivió en Moscú. Estudió periodismo. Fue amiga y cómplice de poetas y bebedores, admite; y colaboró en publicaciones subterráneas. Como más o menos una vez afirmara ese enorme escritor inglés que fue John Berger, nuestra colaboradora sostiene: “mientras en el mundo sufra un solo pobre, ser de izquierda es una obligación moral”. Sus padres fueron asesinados por la mafia que tan impunemente actuó en la Rusia del ex presidente Boris Yeltsin. Ella regresó a su país natal. Dice, “escribo y escribo”. Vive con un librero anarquista. No tuvo hijos. Ama el fútbol y el boxeo. Se acercó a AgePeBA con sus textos sobre el Mundial Rusia 2018.