Siendo ellos el sistema corporativos financiero global, sobre todo con asiento en o bajo control de la Reserva Federal y la Secretaria del Tesoro de Estados Unidos, y sus socios los locales en cada país, es decir sistemas financiero, empresas de mercado concentrado y casta político que toda las decisiones de Estado que el saqueo sea posible (hoy en Argentina esa casta está encabezada por Mauricio Macri y su gabinete).
Por Víctor Ego Ducrot (*) / Cuando el viernes por la noche, en un canal de TV, el economista opositor y del kirchnerismo Roberto Felleti y otros coincidían en que la decisión de Luis Caputo, factótum técnico del gran afano nacional que conduce Macri, ahora al frente del banco Central, decide subastar, en principio 100 millones de dólares por día, de los prometidos por el acuerdo con el FMI – unos 50.000 millones –, para mantener el precio de la divisa; y este sábado el diario Página 12 consigna que la semana próxima se llevará a cabo una nueva licitación de Letras del Tesoro en dólares (Letes), lo que significa más emisión de deuda en moneda estadounidense – “lejos de captar los billetes verdes que se fueron del sistema durante la última corrida, las licitaciones de Letes se están convirtiendo en un canal de dolarización barata para ahorristas, que en algún momento habrá que pagar -; entonces la memoria sí, solita, trazó su propio recorrido.
La Habana, mediados de 1985. En el marco de una serie de conferencias internacionales sectoriales, convocadas por el gobierno de Cuba, su líder Fidel Castro, quien asistió a cada una de ellas en forma intensa, presidió la realizada por la agencia de noticias Prensa Latina, con periodistas del mundo entero. Allí, economistas y colegas – entre los que tuve la fortuna profesional y política de encontrarme – desmenuzamos – los entonces jóvenes lo hacíamos con mayor cautela – los factores económicos, financieros, políticos y militares del escenario de endeudamiento que vivía su auge en América Latina y el Caribe, con causa inicial en la llamada crisis de los petrodólares y la decisión tomada en 1974 por el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, de dejar al dólar sin respaldo en oro; proceso que dio lugar a la expansión de la actual etapa del sistema capitalista – imperialista conocido como versión neoliberal para el Tercer Mundo.
En esa oportunidad se hicieron algunas precisiones y se esbozaron o ensayaron ciertas propuestas: Que el instrumento monetario de la política global (era y sigue siéndolo) el dólar emitido por Washington. Que el dólar es un papelito verde que al estar respaldado por la maquinaria bélica – la estadounidense – más poderosa de la Historia de la humanidad es capaza de crear consensos cuasi universales. Que los gobiernos oligárquicos endeudan a los Estados del Tercer Mundo con el sistema financiero internacional – el FMI en el centro de le escena – para captar masas gigantescas de recursos (divisas) a ser transferidas a esos propios centros, más intereses y el plus del control político a futuro de las cuencas de recursos estratégicos para la economía real (energía y otros), a cambio de jugosas comisiones que cobran las corporaciones locales y las castas políticas que ponen los instrumentos estatales e institucionales (violencia policial y militar incluida) para poder ejecutar esos diseños. Que en semejante dialéctica, las deudas son impagables, siendo el único camino soberano y democrático posible la constitución de grandes frentes políticos, sociales y culturales, domésticos y regionales, por el no pago y la transformación radical de la naturaleza de clase del poder político. Que el sistema de poder vigentes se aprestaba a darle una vuelta de tuerca jurídico- técnica – financiera al mecanismo de dependencia vigente, para apostar por su perpetuidad.
Los años que siguieron hasta la actualidad confirmaron la certeza, en términos generales, de aquellos diagnósticos, más allá de los reflujos coyunturales de la derecha en la región y los ascensos, también coyunturales, de experiencias reformistas, parcialmente emancipatorias o populistas que les correspondieron.
La prueba de ello es lo que está viendo la América Latina de estos días, donde las fuerzas oligárquicas se reconvirtieron en una suerte de espiral corporativo mediático judicial, para amputar la práctica política de los actores alterativos.
La derecha supo leer las conferencias de La Habana: en 1989 crearon el llamado Plan Brady – la estrategia de reestructuración y canje de deuda fundante de todas las trapisondas actuales, adoptada por supuesto por el peronista gorila Carlos Menem y su maldito ministro Domingo Cavallo – y decidió asumir y adaptarse a los nuevos tiempos, agazapándose ante sus propios reflujos políticos, para apelar entonces, más a los dispositivos de manipulación para el consenso que al solo argumento militar golpista de otrora para regresar.
En ese contexto, ¿Argentina se encamina hacia un proceso de dolarización de su economía, de destrucción total de su aparato productivo y de empobrecimiento o marginalización creciente de cada día mayores sectores sociales? Todo indica que sí, que el saqueo pretende ser total. ¿Su sociedad tendrá respuesta? Todo dependerá de que los actores sociales culturales y políticos que sobreviven de experiencias previas (sindicatos, partidos y organizaciones sociales propias de los ’90) y los nuevos (el de mujeres movilizadas es ejemplo de esas emergencias) sepan construir, con paradigmas de este Siglo XXI, aquellas alternativas que se visualizaban en La Habana, en 1985
(*) Doctor en Comunicación por la UNLP, periodista, escritor. Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Profesor titular de Análisis y Producción Crítica de Narrativas sobre Delito y Violencia, en la Maestría Criminología y Medios de Comunicación. Director de AgePeBa.