En una nota hace publicada el 15 de junio por la agencia Prensa Latina y replicada por ésta, nuestro director definía a Lionel Messi como el “niño mercancía” (https://www.agepeba.org/2018/06/15/de-la-mano-de-dios-al-nino-mercancia/). Algo así como un ser con habilidades prodigiosas para el fútbol pero muy rápido sólo fetiche de la maquinaria comercial, sin el fuego sagrado del mito, menos de la leyenda: una marca más, muy vendedora por cierto, como pocas, pero eso, apenas. La selección croata con sus tres goles lo ratificó, aunque la mayoría de los argentinos y las argentinas no lo acepten y busquen explicaciones. Él y sus compañeros, cobardes además porque la única posibilidad que tenían de hacer algo distinto de lo que hicieron, o al menos intentarlo, era sublevarse y dejarlo a un lado a Jorge Sampaoli, un DT que se ufana en un libro de reciente edición y que alguien, y muy malo como “ghost writer” escribió para él, de nunca haber podido leer más de dos páginas, que jamás leyó y que no planifica jamás; es un tipo que humilló a un policía que lo detuvo por conducir borracho, riéndose del su bajo salario, un impresentable que llegó a su puesto porque la AFA está manos de un ex barrabrava y ex matón de la derecha sindical, asociado al presidente Mauricio Macri.
Por Tania Molotova / Por culpa de unos y otros, los habitantes de este país, de a pie y futboleros de corazón, sometidos al saqueo social de un gobierno sin piedad, están al borde de tener que seguir al Mundial de su equipo desde la colección de publicidades por TV que ametralla en forma contaste contra la salud de toda conciencia y entre las que se destaca una que es difícil de creer en tanto existencia: una marca de lavandinas para limpiar baños puso en pantalla hace algunas semanas atrás un corto en que una mama rubia y boba con sus hijitos a medida festejan el día del inodoro. El triste destino del fútbol argentino como tal, más allá de que éste sea un país exportador de jugadores; y lo más doloroso, y por eso los gusaps se saturaron con «son unos hijos de puta», es que dejaron ahogada una larga tarde de felicidad para millones de personas que se las rebuscaron para rajar a casa temprano, con sus amigos, con sus familias, y vivir una ilusión ante tanta tristeza.
Quedamos al borde de precipicio y deberemos aguardar que la fortuna propia y de los otros nos regale o no una bocanada salvadora. Difícil pero no sorpresivo. Se veía venir. La defecciones de nuestros varones millonarios, que como generación solo aporto fracasos, porque para las argentinas y los argentinos, seamos sinceras, lo único que vale es ganar el Mundial.
Este jueves, frente al buen equipo de Croacia – que tiene en sus files a los dos medios campistas mejores del mundo en este momento, Modric (Real Madrid) y Rakitic (Barcelona), frente a un ex jugador (Javier Mascherano y otros que no son ex pero ni siquiera vale la pena mencionar-, a los de blanco y celeste les sucedió lo que tenía que sucederles. “La mano de dios” sufría jubilada desde los palcos rusos y nada podía hacer por ellos, aunque seguro que si ponía los cortos y saltaba a la cancha, al menos caíamos con dignidad.
Muy simple. En lo deportivo, desde hace muchos años este país exporta jugadores como si de commodities se tratase pero perdió la brújula de su fútbol, de su estilo, de su personalidad. Y en lo político institucional, después de la caída de una mafia organizada, la de Humberto Grondona en la AFA y sus socios de la FIFA ya en desgracia, la federación local fue tomada por asalto por una banda de ex barra bravas, políticos de la derecha más corrupta, alcahuetes de los servicios de inteligencia y otras bondades malditas (después de la caída el titular de Boca y operador en trabajos sucios del presidente Mauricio Macri, Daniel Angelici, se comunicaba con el tal Chiqui Tapia, su amigo, yerno del capo del sindicato de Camioneros y capanga de Independiente, Hugo Moyano, y jefe de la AFA).
En una palabra el fútbol argentino esta yermó como deporte y es un basural como institución. Es lo que es y todo otro comentario puede resultar obvio, innecesario.
Eso sí, las estrellas (tan cobardes) que no se animaron a decirle a Sampaoli callate la boca que vos de esto no sabes nada, y nosotros algo sí, seguirán cobrando fortunas en dólares por vender pan y sánguches, planes de salud privada, camisetas y calzoncillos, preservativos y lunas mustias desde los comerciales de la TV, desde las cartulinas en la calles y desde las insoportables apariciones en los sitios periodísticos en Internet.
Croacia 3, Argentina 0. ¡Ah! un recuerdo para Willy Caballero; pobre, el no tiene la culpa. ¿A quien se le ocurre darle la 1 de la Selección?
Apenas si otro disparate, entre tantos y a saber:
Messi tiene facultades físicas excepcionales como futbolista, más no así intelectuales y anímicas; es uno de los excelentes jugadores del momento pero dista de ser «el mejor del mundo» – nunca lo fue -, porque alguien que pretende ocupar esa calificación no demanda, como lo hacen él, su padre y representante, hombre de negocios allegado a los servicios de inteligencia de Israel, los DT que lo dirigen y el coro periodístico que lo acompaña, que el equipo sea conformado para darle (a Lio) la pelota. Los mejores del mundo hacen que sus escuadras luzcan, jamás al revés. Renglón aparte merecen la prensa y la trama corporativa española que sostienen a rajatabla lo de «mejor del mundo» sólo porque es parte del negocio para ellos.
Se habla de los amigos de Messi, con el ex jugador Mascherano a la cabeza, que son quienes se encargan de acompañarlo para desconocer entrenadores y hacer de la Selección un lugar de caprichos para «el 10» impostor. Es cierto, y se trata de una vieja constante en el fútbol de este país, aquello que en otras épocas se denominaba «camarillas». Lo que sucede es que ahora, formar parte del equipo, no sólo implica prestigio macho de vestuario sino muchos millones de dólares en contratos publicitarios.
Y podríamos seguir, pero para qué. Apenas que cierro, con modestia y con algo ya escrito: el fútbol argentino esta yermó como deporte y es un basural como institución. Es lo que es y todo otro comentario puede resultar obvio, innecesario.