Se conmemoran hoy 100 años de la Reforma Universitaria. Un movimiento estudiantil revolucionario articulado con el movimiento obrero, que empujó horizontes de lucha por una Universidad al servicio del pueblo, que forma parte de la memoria viva que hoy enfrenta al proyecto mercantilizador y excluyente.
La Reforma tiene un nuevo punto de inflexión con la sanción de la gratuidad durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón, que abre definitivamente las puertas a los/as hijos/as de trabajadores/as que ingresan masivamente a la educación superior.
Las distintas dictaduras persiguen y asesinan a docentes, trabajadores no docentes y estudiantes en su lucha por una universidad más igualitaria. Luego del horror, la reapertura democrática del 83 inaugura una nueva apertura de las universidades que enfrentan una larga lucha durante el proyecto neoliberal de los años 90.
Los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner impulsan un nuevo momento transformador con la creación de 17 nuevas universidades públicas que amplían, en términos de justicia social, el acceso a la educación superior pública como un derecho humano.
Consideramos imprescindible dar una, y mil veces, el debate por un proyecto de Universidad que fundamente su calidad desde la inclusión y no desde la lógica de la restricción y la exclusión. Es primordial impulsar todas aquellas políticas y decisiones que mejoren las condiciones laborales y salariales de los y las docentes y no docentes. Todas aquellas iniciativas que amplíen el campo de la Extensión y profundicen los alcances de la Investigación siempre en relación a un Proyecto de Nación.
Protagonizar la Reforma implica la defensa y la profundización de una universidad pública, gratuita, popular y feminista, que forme profesionales comprometidos con su pueblo sin renunciar a ninguno de los logros colectivos alcanzados. Significa enfrentar los dolores que nos quedan para conquistar las libertades que nos faltan. Como a las y los jóvenes del 18, “Las resonancias del corazón nos lo advierten”, la historia nos demanda una revolución que reconstruya una hora americana.
Rodolfo Walsh definió, con toda precisión, el rol de los intelectuales. Bien podríamos extender esa afirmación suplantando intelectuales por universidad pública: “El campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa tendrá un lugar en la antología del llanto pero no en la historia viva de su tierra”.