La pregunta que reverbera en cada rincón del país es si alcanzarán los dólares hasta 2019. Un largo camino por el despeñadero. El acuerdo anunciado entre la Argentina y el Fondo Monetario Internacional (FMI) tuvo un ajuste inesperado pero que se hacía inevitable: Federico Sturzenegger. Sostuvo a capa y espada las metas de inflación, pero su fracaso se hizo evidente en 2016, 2017 y 2018, con una inflación que fue de 42%, 26% y 27%, respectivamente, lejos de los números propuestos año a año. En tanto, las paritarias que se actualizaron cercanas a la meta de inflación, salvo contadas excepciones, sufrieron grandes pérdidas del poder adquisitivo o, dicho en criollo, ajuste salarial.
Por Ernesto Mattos (*) / Un breve resumen de las aventuras de “Fede” obliga a detenerse, primero, en el revés de fines de 2017, cuando en un pase de comedia –trágico- el presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA) fue intervenido por el jefe de Gabinete, Marcos Peña Braun, y el equipo de Hacienda y Finanzas. La foto de esa conferencia muestra un Sturzenegger a la derecha de Peña Braun, y aparecen Luis “Toto” Caputo y Nicolás Dujovne a su izquierda. Esa ala le cambió la meta de inflación y dejó en evidencia que había errores en la política económica del BCRA o, por lo menos, un desacuerdo momentáneo. Pasaron los meses y dispusieron la libertad económica[1] para realizar sus deberes: corrida y pérdida de reservas[2]. El acuerdo con el FMI da mucha tela para cortar y comienza con dos definiciones: el Banco Nación va a intervenir en el mercado cambiario y, a partir de ahora, la única emisión de dinero va estar dada por los intereses que generen las LEBAC. El presidente del Banco Nación es el licenciado Javier Antonio González Fraga y su vicepresidente, el licenciado Juan José Gómez Centurión, flamante dupla va estar a cargo de la cuestión cambiaria. Fraga, aun luego de los niveles de inflación, recomienda los créditos UVA y acuerda con el diagnóstico de reducción del déficit fiscal. La desembocadura es un ajuste cambiario, una devaluación y riesgo permanente.
Se suma al contexto inflacionario, el segundo revés al Central, que lo dejó sin meta de inflación para el 2018. Por ende, sin meta de inflación y en una cuasi-convertibilidad (emisión por intereses de LEBAC), la economía nacional camina por despeñadero. Hacienda y Finanzas no le están haciendo bullying al BCRA, sino que su política antiinflacionaria -pensamiento económico neoclásico y monetarista- de tasa de interés por encima del nivel de inflación ha fracasado y la cambiaron por una cuasi-convertibilidad, tasas a la baja y sin meta de inflación. El rumbo es el mismo, sólo que corrigiendo la superficie de la crisis.
El ajuste económico vendrá de la mano del área del Superministro de Economía Política a cargo, “el FMI”. El informe presentado por Hacienda, titulado “Acuerdo Argentina – FMI / Junio 2018”, resalta que el FMI cerró “un acuerdo Stand By por 50.000 millones de dólares y una duración de 36 meses, introduciendo el monitoreo de los indicadores sociales para proteger a los más vulnerables”. Las razones del acuerdo son por la “pesada herencia”, para “financiar el gradualismo” y reducir los impactos sobre la economía nacional, con objetivo de reducir el déficit primario a 1,3% (del PIB) en 2019 y el equilibrio fiscal primario en 2020 y reforma de la carta orgánica del Banco Central. Esto último, en línea con el fracaso de la política económica de subir tasas de interés para bajar la inflación, vía enfriamiento. Se confirma en el documento que este año se crecerá menos y habrá más inflación.
El problema para el equipo económico comandado por el FMI no es el déficit financiero (interés de la deuda) sino el déficit primario (ingreso menos gastos), y reducir el gasto primario significará para la Argentina un recorte que alcanzaría los 60.000 y 70.000 millones de pesos en transferencias corrientes a las provincias y gastos de capital, respectivamente. El primero es el efectivo –generalmente sin contraprestación- que gira Nación a provincias -que ahora, en este contexto, se realizará bajo presión de aprobar leyes-, mientras que el segundo es la obra pública nacional.
Un tercer ajuste económico es el recorte de un 48% y 13% de subsidios (energía y transporte) y salarios y bienes y servicios (sector público), en ese orden. El tijeretazo no hará más que incrementar los niveles de inflación y contraer, aún más, el alicaído consumo. Un contexto de difícil reactivación de la economía.
Desde junio de 2018 y hasta diciembre de 2019 se vencen, entre capital e intereses, unos 55.000 millones de dólares. El primer desembolso será el 20 de junio y por 15.000 millones de dólares, más la reservas… y se quedará al límite. Los otros desembolsos estarán sujetos a cumplir la reducción del gasto primario, con lo cual el panorama se agrava más si sumamos al análisis los siguientes datos: entre 2016 y 2018 –enero a abril- el déficit comercial fue de 38.729 millones de dólares, que se gastaron en importaciones. El nivel bajo de exportaciones tiene que ver con la dinámica productiva del país, que fue modificada el Gobierno. Otros dos datos son el giro de utilidades y dividendos, que totalizó unos 6.044 millones de dólares, y la Formación de Activos Externos del Sector Privado No Financiero (FAESPNF), que trepó a 41.084 millones de dólares, en el mismo período. El total de divisas que tuvo que utilizar el Estado hasta ahora para mantener el gradualismo asciende a 85.857 millones de dólares.
Si bien el FMI ampliará el gasto social equivalente al 0,2% del PIB, en caso de emergencia, esto significa que los canalizará a través de los programas AUH, AUH ampliado y Asignaciones Familiares (incluidos monotributistas). Para los jubilados, especulan que que el coeficiente de actualización sea suficiente.
Por lo tanto, el acuerdo Stand By no soluciona el problema de la libertad económica: libre compra de dólares, libre movilidad de capitales y la no obligación de traer las divisas de la exportación al sistema financiero nacional. Ergo, lo profundiza. Este préstamo servirá para que los grupos económicos y grandes contribuyentes vayan sacando el dinero de a poco y ordenadamente, y lo que queda hasta el 2019 será un tiempo de ajuste social.
(*) El autor es economista de la UBA. Columnista habitual de AgePeBa. Este texto fue tomado del sitio Revistakamchatka.