¿Será precavido Macri y tomará nota de la suerte que están corriendo sus dos amigos impresentables, Temer y Rajoy? Días intensos son los que se viven en Brasil. Esta semana, en el marco de la huelga de camioneros y los petroleros, decantó en la renuncia del titular de Petrobras, Pedro Parente, en un contexto en el que gobierno de Michel Temer se tambalea producto de la crisis y donde Lula da Silva se consolida como el candidato mejor posicionado de cara a las próximas elecciones de octubre.
Por Vicky Castiglia / Desabastecimiento, bloqueos de carreteras y refinerías, vuelos cancelados, complicaciones en el transporte público y suspensión de actividades en industrias son algunos de los ejemplos del estado de situación consecuencia del paro que duró varios días y que tuvo en el centro del reclamo de transportistas (y luego de petroleros) a la política de precios del gigante estatal Petrobras, que reajusta constantemente las tarifas de los combustibles de acuerdo a las oscilaciones del mercado internacional del petróleo.
Esa política, que entró en vigor a mediados de 2017, condujo a un aumento constante de los precios en el mercado interno en 2018. Sólo en mayo, el precio de la nafta subió un 12 por ciento y el del diesel un 9,3 por ciento, según cálculos de la estatal Agencia Brasil, publicados por Página12.
El paro, contó con el apoyo de la mayoría de los brasileños, según un muestreo telefónico realizado por el Instituto de Pesquisas Datafolha. Allí se reveló que el 87 por ciento apoya el movimiento de los transportistas de carga, opuestos a la política de precios de los combustibles impuesta hace dos años por la estatal Petrobras y respaldada por el Ejecutivo. Entre quienes respaldan el paro, la gran mayoría de los entrevistados (92 por ciento) manifestó que se trata de un pleito justo, e incluso entre quienes se oponen el 57 por ciento coincidió también en la justeza de la medida de fuerza, según reportaron diversos portales de noticias.
Si bien el pasado domingo Temer anunció una reducción del precio del diesel de 46 centavos por litros, a congelarse por dos meses, las protestas siguieron su curso. Es que, se sabe, los subsidios serán compensados con un nuevo ajuste del gasto público.
“Los recortes afectarán beneficios fiscales que el gobierno deba al sector exportador y a la agricultura, así como los presupuestos de diversas áreas”, según una nota publicada en Infobae. Además, la medida llegó después de que el presidente enviara a las fuerzas armadas a acabar con las protestas, algo que no le dio resultado.
Pero no se trata de la primera vez que el jefe de Estado recurre al aparato militar. En febrero ordenó la intervención del estado de Río de Janeiro, justificándola como una respuesta a “la fuerte ola de criminalidad y violencia”. Lo cierto es que se trató de una medida sin precedentes desde el regreso de la democracia.
De hecho, uno de los puntos más álgidos de la intervención tuvo lugar con el asesinato de la concejala Marielle Franco el 14 de marzo, un hecho que cristalizó el desmadre de un país enmarcado por un lado por la crisis económica, consecuencia de un largo período de recesión, y por otro lado, por la crisis política que venía latente desde hacía tiempo pero que comenzó a estallar con el escándalo por corrupción Lava Jato y el posterior impeachment a la ese entonces presidenta, Dilma Roussef.
Una vez destituida la presidenta, en el marco de un golpe de estado institucional, Michel Temer asumió la presidencia y desde entonces los recortes presupuestarios, las privatizaciones, el abandono de las conquistas sociales y la ya nombrada militarización han estado a la orden el día.
En ese escenario, el pasado 7 de abril tuvo lugar además la detención del ex presidente Lula Da Silva, tras ser acusado por supuestos hechos de corrupción y condenado a 12 años y un mes de prisión. Llamativamente, la detención se dio en un momento en el que el líder del Partido de los Trabajadores (PT) se ubicaba como el candidato mejor posicionado para ir por la presidencia en los próximos comicios, una tendencia que no se modificó ni aun con el político preso.
Esta semana el Tribunal Regional Federal de la Tercera Región (TRF3) ordenó la restitución de sus derechos como ex presidente. La medida fue dictada por el juez André Nabarrete Neto, quien indicó en su decisión que a los ex mandatarios de Brasil se le confieren «derechos y prerrogativas (y no beneficios) derivados del ejercicio del más alto cargo de la República y que no encuentran ninguna limitación legal».
Estos derechos fueron retirados el pasado 17 de mayo por el juez Haroldo Nader al manifestar que, como Lula permanece en prisión, no puede hacer uso de ellos. Sin embargo, la normativa estipula que todos los exjefes de Estado tienen ciertos derechos, en forma vitalicia, por haber ocupado el cargo más alto de la nación suramericana, consignó Telesur.
De todas formas, la Justicia aún no se expidió respecto a una eventual candidatura de Lula, aunque el PT ya anunció que el próximo 15 de agosto esta será presentará ante la justicia electoral.
Lula tiene el 31 por ciento de intenciones de voto contra el entre 15 y 17 por ciento del precandidato y capitán retirado del Ejército, Jair Bolsonaro, y el 10 por ciento de la ambientalista Marina Silva de acuerdo con una encuesta publicada hace quince días por la Confederación Nacional del Transporte.
Otra consulta divulgada la semana pasada por la agencia Ipsos mostró al petista con el 45 por ciento de aprobación, superando por cinco puntos al juez Moro, que sigue siendo el personaje de derecha que mejor mide. Y no sólo eso, el rechazo de Lula se situó en 52 por ciento, que es alto, pero se redujo 5 puntos desde la consulta anterior, según una nota publicada recientemente en Página12.
Es difícil prever que irá a suceder en un Brasil que atraviesa una grave crisis institucional, con un gobierno que llegó al poder en el marco de una operación golpista y cuya situación económica es al menos crítica. Sin embargo, una realidad comienza a cristalizarse: el pueblo comienza a levantarse y le pone un freno a la avanzada de la derecha. El fuerte apoyo a Lula y a los huelguistas dan prueba de ello, mientras que vista la situación de Argentina, el presidente Mauricio Macri debería estar tomando nota: su amigo el impresentable derechista español Mariano Rajoy fue rajado del gobierno por corrupto y otro sus socios el brasileño Temer en la cuerda floja. ¿Será para que Mauricio lo mire por TV?