“Hoy a las 18 horas en cada esquina del país que suenen las cacerolas contra el veto de Macri, contra el ajuste y contra”, comenzó la convocatoria espontanea este jueves temprano por las cadenas de WhatsApp. “La Ley ya está vetada”, dijo imperturbable Marcos Peña, el jefe de Gabinete de un gobierno cuyo único fin consiste en que los ricos se apropien de lo que produce el conjunto de la sociedad, que las empresas de este “capitalismo de amigos con carné de Cambiemos” lucren en forma voraz, a través de un dispositivo de manipulación informativa de las mayorías de perversa eficacia (más represión). Y justamente en el término mayorías está la clave: las encuestas coinciden en que más de un 70 por ciento de los argentinos se oponen al veto presidencial a la ley que pretendía regular los tarifazos. El propio Peña, según repiqueteó temprano en las pantallas de la TV, fue desafiante una vez más al decir que poco le importa que el peronismo aúne criterios porque ellos, los de Cambiemos, están seguros que volverán a ganar, dejando para lecturas de más tarde la inobjetable caída en las encuestas de Mauricio Macri, la gobernadora María Eugenia Vidal y demás laderos y laderas. En todas las democracias representativas sobrevive el espíritu de sus propias naturaleza: la soberanía reside en el pueblo y en casos de emergencia y crisis es el mimos pueblo el que debe manifestarse con firmeza y hacer que las instituciones, sean ejecutivas, legislativas o judiciales, recuperen su legitimidad. Sin millones de personas en esa línea de acción – que en esta coyuntura significa ¡Macri, basta de saqueo! – ese saqueó continuará y la ley y el veto simplemente seguirán siendo una ecuación incompleta. Algunos dirigentes de la CGT y de las CTA hablaron de paro general y movilización. Les llegó la hora.
Pero atención, que Macri espera darle a esa lógica la única respuesta que a esta altura de los acontecimientos parece estar imponiéndose sobre los consensos que la derecha viene tejiendo desde el aparato cultural desinformativo: represión.
Y éstos, que son hijos, nietos y descendientes de desaparecedores, fusiladores, tira bombas sobre la Plaza y alambradores de las tierras productivas con el genocidio de ranqueles y otros pueblos, éstos juegan fuerte. Si el gobierno de la Alianza asesinó a más de 30 argentinos durante las jornadas de diciembre de 2001, los de Cambiemos están dispuestos a mucho más, pues siempre despreciaron la vida de todos aquellos que no sean ellos mismos y sus clanes.
Argentina se encuentra ante un dilema que puede ser trágico: las movilizaciones sociales son impostergables pero deben adquirir la inteligencia y la inventiva necesaria para evitar una masacre, pero a su vez las reacciones sociales ante esa eventual sangría, y no en corridas cambiarias y bancarias, pueden convertirse el percutor de la autodestrucción del gobierno y en ese sentido se oyen voces que desde la oposición – el miércoles por la noche en TV coincidieron los diversos Alberto Fernández, Agustín Rossi y Leopoldo Moreau, por ejemplo – señalan al propio Macri como el gestor de políticas que atentan contra la gobernabilidad. Si ello acontece, después qué: ¿acaso una Asamblea Legislativa que tome medidas urgentes de salvación y llame a elecciones en un período breve? No se trata de vaticinios ni de deseos, simplemente de observaciones en torno a lo que la Historia más o menos reciente de los argentinos indica.
El escenario de este jueves quedó más o menos determinado por lo siguiente: A solo cinco horas de ser sancionada, la ley que retrotrae los aumentos de tarifas a noviembre de 2017 fue vetada por el presidente Mauricio Macri. Así lo anunció el jefe de Gabinete, Marcos Peña: ‘La ley ya está vetada’, dijo. Las razones que esgrimió fueron que ‘no respeta el mandato constitucional del Parlamento’ y ‘va en contra del federalismo’. Añadió que el texto será difundido en las próximas horas y que ‘el artículo es simplemente la facultad del Presidente de vetar una ley’, según las informaciones que destacan en esta mañana los diarios y portales de noticias.