No se trata de una vuelta de tuerca del sistema de dependencia comp perversión, pues fue, es y será así, malparido, pero sí un caso excepcional de descaro. De cómo la corrida del dólar, la vuelta al FMI y los vencimientos el martes de las Lebac simplemente desembocaron en que la sociedad argentina pasó financiar en forma directa, sin mayores vericuetos, a Donald Trump y sus campañas de exterminio. ¡Cómo el del jopo rubio, a quien sus socios europeas ya no saben de qué forma disimularlo no va a felicitar a Mauricio Macri por teléfono y después desde Twitter; que todo sea para bien de BlackRock y compañía.
“Estamos aquí para apoyar el esfuerzo de Argentina en lo que ellos determinen qué va a ser lo más útil y lo que fortalezca aún más su economía, para poder así proteger los estándares de vida y a los más vulnerables”, dijo el vocero del FMI, Gerry Rice. Un rato después y vía Twitter el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump lanzó: “Apoyo su visión para transformar la economía de su país y liberar su potencial”. Se refería a la charlita telefónica que mantuvo con Mauricio Macri uno días antes.
Esa entente era la que necesitaba el ministro offshore Luis Caputo apara cumplir con su tarea siempre sucia. Hacerle ganar millones a los fondos de inversión que, entre otras calamidades en su haber, forman parte del cuadro de honor entre quienes acompañaron y apoyan con millones de dólares al presidente de Estados Unidos. Ya el día 17, el columnista del diario La Nación, Carlos Pagni, una de las voces más certeras de la derecha local, cumplía con la tarea que se diario hace a la perfección desde el ya lejano día de su fundación: bajar línea a su capilla de seguidores, los actores más poderosos y dominantes del sistema de poder argentino: “ En ese éxito ( el del ‘supermartes’ por vencimientos de las Lebac) fue decisiva una operación promovida por Luis Caputo , con quien Federico Sturzenegger ha de estar, sin duda, agradecido. El ministro de Finanzas hizo gestiones para que los fondos BlackRock y Templeton adquirieran bonos en pesos por millones de dólares. BlackRock es el principal administrador de activos del planeta. Templeton está entre los primeros veinte. Se sospecha que también otro gigante, Pimco, intervino en la licitación. Cuando los operadores financieros detectaron que esos megajugadores se deshacían de US$3000 millones a menos de $25 para comprar papeles en pesos, los Botes, a una tasa de alrededor de 21% a 8 años y de 19% a 5 años, entendieron que la turbulencia estaba, por el momento, superada. Renovar las Lebac era, entonces, razonable. Templeton y BlackRock estaban lejos de hacer un favor político. Entre los expertos se afirma que uno de ellos hizo un extraordinario negocio saliendo con el dólar a $20 y regresando cuando estaba a $25. ¿Por qué no? En el caso de los Botes, los fondos estaban mejorando la rentabilidad promedio de sus posiciones en esos mismos bonos, comprados hace más de un año a tasas que resultaron muy inconvenientes. No ayudaban a Macri. Se ayudaban a sí mismos. El efecto BlackRock-Templeton es una prueba del fetichismo con que suele moverse el mercado. Los financistas a los que no les había alcanzado para tranquilizarse el anuncio de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional , asociado a condicionalidades fiscales y monetarias, se calmaron al enterarse de que ignotos ejecutivos de dos o tres marcas estelares declaraban que, para ellos, había terminado la tormenta. Las expectativas son el opio de los pueblos”.
Más que interesante resulta la nota de opinión que Juan Gabriel Tokatlian – sociólogo y Ph.D. en Relaciones Internacionales, ex profesor en la Universidad de San Andrés y docente de Universidad Di Tella, ambas de Buenos Aires – publicó este viernes en el diario Página 12, y que pasamos a reproducir.
Lo que sigue es una breve crónica, incompleta por supuesto, de la última corrida cambiaria calificada por el gobierno como una “turbulencia”. (Cabe recordar, de entrada, que según la dinámica de fluidos la turbulencia es impredecible; algo que esta última crisis no fue: era previsible que se desembocara en una situación financiera delicada y costosa después de un conjunto de decisiones deliberadas adoptadas en los últimos 30 meses). Pero vuelvo a la crónica, repito, parcial.
Según se sabe el Ministro Luis Caputo le abrió al fondo de inversión Blackrock (y también al fondo Franklin Templeton) la emisión de los bonos llamados BOTES 2023 y BOTES 2026 para socorrer al gobierno en medio de un conjunto de precipitantes básicamente internos–y complementariamente externos– que derivó en una devaluación de casi 25 por ciento del peso argentino (ver http://www.lapoliticaonline.com/nota/112978/). Es claro que con esa operación esos fondos hicieron un excelente negocio para ellos: no hay altruismo en su comportamiento y es lógico que así sea pues buscan la mejor rentabilidad posible a sus maniobras financieras cuando aparecen, acá y en otros lares, oportunidades políticas y económicos que así se lo faciliten.
En ese contexto, es interesante describir algunas de las características de Blackrock, el hoy más grande fondo de inversiones en el mundo (ver https://www.nytimes.com/2017/10/11/business/blackrock-money-manager.html). Su principal CEO es Larry Fink (https://www.blackrock.com/corporate/about-us/leadership/larry-fink). En 2016 hizo parte de un grupo de consejeros especiales de Donald Trump (ver http://www.businessinsider.com/trump-strategic-and-policy-forum-includes-dimon-iger-schwarzman-2016-12). Se lo conoce como “Mr. Fix-it” (el “arreglador”) y al parecer se ha distanciado de Donald Trump (aunque es presumible que no necesariamente de actores influyentes en el Tesoro y la Reserva Federal (ver http://www.bbc.com/mundo/noticias-41181249). Su fortuna personal supera ya los US$ 1.000 millones (ver https://www.cnbc.com/2018/04/16/blackrock-ceo-larry-fink-surpasses-1-billion-in-personal-fortune.html).
En tiempos más recientes Blackrock se ha lanzado (junto un fondo que en la Argentina se recuerda mucho, Elliott Management de Paul Singer) al mercado de la India (ver https://economictimes.indiatimes.com/tech/ites/us-hedge-funds-buy-into-indian-it-as-things-look-up/articleshow/63309420.cms). Corresponde añadir que ambos fondos, el de Fink y el de Singer, vienen intentado que se produzcan modificaciones legislativas en Estados Unidos que favorezcan sus propósitos –en un marco en el que la administración Trump apuesta por más desregulación en materia financiera (ver https://www.bloomberg.com/news/articles/2017-06-16/blackrock-elliott-and-pimco-want-these-changes-to-finance-rules). (Un ligero paréntesis, ver la nota sobre cómo Singer generalmente gana con su práctica de “buitre”: http://fortune.com/2017/12/07/elliott-management-hedge-fund-paul-singer/).
Como se sabe, la práctica de cabildeo en Estados Unidos está instituida, al tiempo que el aporte a las campañas políticas es muy significativo. Blackrock ha desembolsado para candidatos US$ 6.536.349 y para el lobbying US$ 19.955.000 (ver https://www. opensecrets.org/orgs/summary.php?id=D000021872&cycle=A). El legislador que más contribuciones ha recibido de este fondo es quien actualmente preside la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan. El objetivo de invertir recursos en elecciones y cabildeo es lograr leyes que los beneficien o que, al menos, no los afecten (ver https://www.opensecrets.org/orgs/lobby.php?id=D000021872). (Otro escueto paréntesis, Elliott Management es el contribuyente ubicado en el puesto 22 entre los mayores aportantes con US$ 58.836.015; el 00,7 por ciento destinado a republicanos. Ver https://www.opensecrets.org/orgs/list.php?cycle=ALL).
Resulta de interés subrayar que la incidencia directa de los fondos de inversión en la política interna en Estados Unidos es notable. Ahora bien, son asimismo actores que procuran influir por fuera de su país de origen. Por ejemplo, en una entrevista en el periódico español, El Mundo, del 16 de mayo de 2018, Andreas Zoellinger de Blackrock afirmó que Europa no estaba en condiciones “para un aumento significativo de los salarios” (ver http://www.elmundo.es/economia/macroeconomia/2018/05/16/5af9aba5ca474179148b45dd.html)
Es bueno tener en cuenta que el fondo Blackrock tuvo una doble vinculación con la Argentina: una muy reciente y otra anterior. La más próxima fue a raíz de su suscripción en 2017 de US$ 130 millones en el controvertido bono a cien años (ver https://www.cronista.com/economiapolitica/Solo-diez-fondos-suscribieron-mas-del-50-del-bono-a-cien-anos-20171121-0038.html). Eso estuvo antecedido de un el encuentro Fink-Macri en 2016 (ver http://www.lapoliticaonline.com/nota/101102/ y https://www.laizquierdadiario.com/Macri-se-reunio-con-el-CEO-de-BlackRock).
La presencia anterior tuvo que ver con que Blackrock poseía algunas acciones de YPF y fue tiempo después denunciado en 2014 como un fondo “buitre” por la administración de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner debido a que había adquirido la imprenta Donnelley; la cual había sido controlada por Singer (ver https://www.clarin.com/politica/blackrock-accionista-ypf-operador-buitres_0_SkI-DvcqvQe.html y https://www.lanacion.com.ar/1719223-el-fondo-acusado-por-la-presidenta-es-accionista-de-ypf).
Fin de la crónica descriptiva con interrogantes: ¿los BOTES adquiridos por Blackrock constituyen un genuino salvavidas antes (y eventualmente para después) de lo que se vaya a acordar con el Fondo Monetario Internacional? ¿surgió esa alternativa límite con algún guiño oficial de Washington que al parecer se abstuvo de involucrarse institucionalmente en un rescate y prefirió la opción del FMI? ¿apareció el “arreglador” a último momento y se llevará buenas ganancias futuras pero se aprestará a salir rápido cuando aparezcan nuevas luces de alarma sobre la economía argentina? ¿somos otro laboratorio de ensayo del rentismo financiero basado en el endeudamiento masivo? En todo caso, asistimos a una experiencia nuevamente traumática derivada, en buena medida, de una adicción a endeudarnos ligada, una vez más, a un diagnóstico equívoco de los problemas estructurales del país y su eventual superación. Es francamente obsceno que nos vuelva a suceder lo que ya hemos padecido en otras ocasiones. Quizás sea la expresión –una más– de una prolongada declinación de la Argentina.