Algunas ideas o apuntes a propósito de las intervenciones públicas dominantes, sobre todo en los medios donde decididamente, y podría decirse que en forma casi perversa, se alojó el mundo de lo político; y según las cuales el escandaloso desguace de la economía y de la trama social y democrática que lleva adelante el gobierno de Mauricio Macri y su entente entre CEOs y radicales, con la vuelta a las oscuridades del FMI pero no sólo eso, serían consecuencias de cierta ineptitud, de errores, mala praxis o inconsistencias intelectuales y profesionales. Y a propósito también de la necesidad que plantean los periodistas orgánicos de la derecha, de blindar al presidente de cara al deterioro que vienen sufriendo él y sus figuras laterales – como la gobernadora María Eugenia Vidal – respecto del tan electoral 2019; blindaje que ya apunta no sólo contra el peronismo en general sino contra la política misma: el diario La Nación llamaba sutilmente el domingo pasado a un suerte de “que se vayan todos” conservador y oligárquico.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / El comisario Montalbano es el personaje central de una muy recomendable – diría que notable – serie de novelas policiales del siciliano Andrea Camilleri. Uno de ellos dice por ahí “el mal no tiene fin”. Y a los saltos, claro, tras dar vuelta la dialéctica sarmientina, liberal oligárquica, de “civilización o barbarie”, reasignemos el segundo término de la fórmula a los blancos, cultos y urbanos, a los señoritos del feudo de Cambiemos, para ser explícitos; todo para reafirmar la primera proposición del título, que esa barbarie no se equivoca, que puede ser más o menos eficaz a la hora de llevar adelante sus acciones, que pude contar con ejecutores más o menos hábiles, pero no estamos ante una mala praxis de la cosa publica sino ante un programa deliberado de vaciamiento, de endeudamiento en dólares y transferencia de recursos hacia los sectores patronales del capitalismo concentrado, especialmente bancario – financiero – y a sus representantes. Y ya que comenzamos con el recuerdo de una novela por qué no mencionar una serie producida por Netflix (“Th Alienist”), en la que el fundador de la banca Morgan – principalísima entre las ganadoras cuando Argentina se endeuda – ,J.P. Morgan, aparece vinculado a quien se recuerda como el primer asesino serial en la historia de Nueva York, y que la ley de asociaciones de imágenes, impresiones y recuerdos se despliegue a su aire.
Considerar que estamos ante un presidente y un gabinete que se equivocan y a los cuales hay que pedirles que cambien de rumbo, tal cual viene haciéndose con insistencia desde distintas voces opositoras es invalidante de toda práctica colectiva que pueda ponerle freno real a esta agresión al conjunto de la sociedad que se llama “macrismo”, y reafirmo lo de conjunto porque el rechazo a las últimas medidas del gobierno que marcan todas las encuestas incluyó a muchos de los que lo votaron. Como invalidante es también el machacar en forma constante y en tono de denuncia contra al gobierno, oyéndose entre los de las propia capilla y en los pocos medios que aparentan ser de oposición, mientras que la organización y la movilización siguen postergadas; mientras una vez más la derecha enuncia con claridad sus necesidades.
“Pocas veces el sistema financiero internacional y la sociedad argentina coinciden en algo. Pero hay una excepción en los inquietos días que corren. Ambos extremos desconfían del sistema político argentino. El cristal de confianza que se rompió en Wall Street no es con Mauricio Macri, sino con el sistema que administra la política argentina y que, desde ya, comprende algunas decisiones de su gobierno. También compromete a su oposición y, sobre todo, al peronismo que no responde a Cristina Kirchner. La crisis de confianza terminó con el Gobierno golpeando las puertas del Fondo Monetario, aunque la crisis no concluyó todavía. Más cerca, una amplia mayoría de la sociedad argentina muestra signos evidentes de enojo con todos los dirigentes políticos, no importa si están dentro o fuera del Gobierno. Está fastidiada con el macrismo, pero sabe que el peronismo, tal como está, no es un refugio seguro”. Así se despachó a voluntad el domingo pasado el columnista de La Nación Joaquín Morales Solá, en lo que podría reconocerse como una nueva operación de blindaje a Mauricio Macri, un “que se vayan todos” pero de claro corte conservador oligárquico, es decir un llamado a que la política no vuelva a ser asunto de todos, sino sólo un quehacer para patrones.
A veces parecería ser que a lo argentinos el pasado nos condena. Nuestra Revolución de Mayo fue un extraño caso de movimiento emancipatorio llevado a cabo en nombre de quien pretendían liberarse – Fernando VII – y ese estigma, el de la máscara me animé a bautizarlo, nos acompaña en un mundo de lo público en el que casi siempre lo que es no parece y lo parece no es; quizá por eso sean tan rendidoras por aquí las operaciones de sometimiento cultural – que Macri sea presidente es un ejemplo de ello -, posibles y facilitadas en el actual trópico de la Historia, signado por las tecnología de la comunicación y los algoritmos. Y Por qué no. Hasta dónde el dolor del pasado, que para nada deberían extrañarnos los CEOs de Macri en el gobierno: ¿acaso no fue una suerte de falso CEO de extramuros de la Baring Brothers el primer presidente previo al período 1852 – ’53, el renegado endeudador Bernardino Rivadavia?
¿Tiene sentido especular sobre lo que pudiere acontecer de aquí en más? Quizá no, pero la tentación de hacerlo es más fuerte que nuestras alarmas intelectuales.
Asegurar que todo esto traerá peores salarios, peores jubilaciones, peor educación pública, peor salud para las mayorías, menos justicia y mas desigualdad es tan reiterativo y de tanta obviedad como volver a recordar una vez más lo que significa acordar con el FMI en un país que viene haciéndolo desde fines de la pasada década del ’50, precisamente desde la presidencia del radical Arturo Frondizi, y siguieron con ello los dizque democráticos y dictadores hasta que Néstor Kirchner cambió de rumbo; pero vuelve a hacerlo otra vez la derecha bárbara (una vez más de la mano con radicales) y con el agravante de que en esta oportunidad no lo logra a los tiros y con golpes de Estado sino mediante el sufragio legítimo.
Es probable que si “llegan” los más o menos 60.000 millones dólares entre del “stand by” del Fondo y los que después la banca privada suele poner para seguir con el negocio para ella que es la deuda de nosotros, los ingenieros de la política manipulada (Jaime Durán Barba suena y suena) traten de recuperar el terreno perdido y apuesten a la reelección de Cambiemos en 2019.
Necesitarán que la burocracia sindical continúe cumpliendo su rol, que la corrida del dólar – es lo que piden el FMI y los agro exportadores – no se traslade inmediatamente a los precios al consumidor, que la oposición siga en la queja y la denuncia y no supere la anomia organizativa y propositiva, y que los algoritmos y la concentración mediático – cultural ajuste o perfeccione su rol.
¿Qué posibilidad real de cumplir con lo urgente, que Macri y lo que representa dejen de gobernar el país a partir del año próximo, ya que un gran movimiento de masas constituyente y refundador no se ve en el firmamento?
Puede arriesgarse una idea aunque vaya a saber uno con qué suerte: quizá esa posibilidad, hoy, sea sólo una; un peronismo unido tras una candidatura y un proyecto de gobierno, en un frente o coalición donde convivan todos, los buenos, los malos y los feos; los deseables y lo no tanto. ¿Se entiende?
(*) Periodista, escritor y docente universitario. Doctor en Comunicación por la UNLP. Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Director de AgePeBa.