Se cumplen 50 años de aquellas jornadas que marcaron a fuego a más de una generación. Como la guerra de Vietnam, la Revolución Cubana y los movimientos guerrilleros en América Latina y África, las rebeliones estudiantiles y del movimiento negro en Estados Unidos, la Revolución Cultural china, el Che y el Cordobazo; todas aquellas convulsiones históricas enseñaron que debe soñarse y exigirse lo imposible. El Pejerrey Empedernido salió de ronda por las Redes y nos acerca un texto para recordar: el de Carlos Vallina, profesor emérito de de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la UNLP, tomado de su página digital. El fue Pejerrey Empedernido es el nombre que él mismo prefirió optar a contramano de su primer bautizo que le había llegado de arriba. Navega por las Redes, porque de redes sabe escapar. Para quienes aun no leyeron sobre pejerreyes empedernidos recordemos que esta sección, cuyo título deriva de ciertos textos del sabio mexicano Alfonso Reyes – en el Descanso IX de su libro de obligatoria lectura “Diez descansos de cocina (Fragmento de Memorias de cocina y bodega y Minuta)”; Fondo de Cultura Económica; México; 1998) –, se dedica a retomar intervenciones en las llamadas redes sociales, en algunos casos con firmas conocidas y en otros no tanto, que hacen a la pugna por la sobrevivencia existencial de los habitantes de estas tierras, más allá de sus géneros, credos o no credos, colores, sean o no unicornios azules; identidades varias o pertenencias culturales. Ahora sí, a lo anunciado.
Mayo francés: los meses del deseo y la rebelión (Por Carlos Vallina)
El mayo francés, ese movimiento que los jóvenes encabezaron con sus demandas y protestas en 1968, se desarrolló en verdad durante los meses de mayo y junio.
En el marco de una Europa que comenzaba a advertir la necesidad de cambios de las tradicionales instituciones tales como la familia, la escuela y los medios de comunicación. así como las viejas formas de representación partidocrática, se expresó una nueva generación de rasgos libertarios y contestatarios que generó una revolución sino totalmente política, si profundamente cultural.
El sentido de un consumo artificial,oprimente y que beneficiaba a las grandes empresas hegemónicas, pero desalentaba el trabajo productivo, la inclusión social, y sobre todo, pretendía mantener sus privilegios, y aún más sus estructuras de poder, sus dominios tácitos y sus aparatos represivos, y sobre todo las políticas coloniales, y la subordinación a la existencia frustrante de un mundo dividido y paralizado por la guerra fría y no por una paz democrática y participativa, fue la chispa que incendió la pradera ,según el lenguaje de esa época insurreccional y creativa.
Un suburbio universitario, Nanterre,con una población humilde frente a jóvenes que fueron sintiendo el espíritu de su época, a partir de solicitudes en apariencia menores de una mayor facilidad en actividades académicas, comenzaron a sintetizar los desplantes a las autoridades esclerosadas, burocráticas.
Ocho estudiantes fueron enjuiciados y marcharon a los tribunales de París, nada menos, la capital de la modernidad, el sitio de la mayor revolución occidental, y allí entroncaron con demandas de todo tipo, y asumiendo una representación diferente, la que surgía de su energía crítica, de su horizonte de expectativas que no correspondían con el orden conservador imperante.
Las alianzas entre estudiantes y obreros se hicieron sentir en la mayor huelga de la historia de Francia y posiblemente de toda Europa, donde los jóvenes y un amplio sector de capas medias y proletarios se unieron en un programa difuso quizás, pero potente y renovador.
Imaginación, sueños, libertad sexual, derecho al ocio, igualdad política, mejores condiciones de trabajo en las universidades, fábricas, incluso en el hogar, vinculando sus exigencias, a definir de una vez por todas el fin del colonialismo, luego de las vergüenza en Argelia, Indochina, y el resto de África donde Francia poseía un poder sin discusión posible.
Doscientos cuerpos de argelinos fueron arrojados al Sena en 1961 con plena complicidad de los medios en el mantenimiento del silencio, eso fue parte de la memoria de los oprobios de una civilización agotada, infame y digna de repudio.
Bordieu, Debord, Marcuse, Reich, Foucault, Sartre,y muchos grandes nombres del pensamiento, fueron conmovidos e incluso influidos por ese movimiento con líderes impensados, como Daniel Cohn-bendit, anarquista, y cuya imagen singular, alegre, irreverente, plantado delante de un policía estático y contenido, lo provoca, se ríe ante él, le muestra su ausencia de temor, lo rodea de una alegría que contrasta con el rostro anudado, impersonal del uniformado.
Porque eso debemos marcar, el deseo y la alegría, la creatividad y el amor, fueron sus contribuciones, muy alejadas de los actuales indignados, que solo exhiben eso, y nada más que eso.
Debemos recordar estos episodios de hace cuarenta y cinco años, en la perspectiva de nuestras luchas latinoamericanas. Aquí nos oprimía la dictadura del militar fascista Onganía, un año antes había muerto el Che en su lucha heroica y desigual, un año después se levantaría Córdoba con similares alianzas, y además con Perón, líder histórico del pueblo argentino, en el exilio. Aún quedaba el último acto de la tragedia, pero la influencia moral del 68 sirvió, del mismo modo que el 45 en Argentina, el 58 en Cuba, el 49 en China…
Tlatelolco, en la Plaza de la Tres Culturas, es hoy una llaga viva de la memoria represiva sobre estudiantes masacrados y que esperan justicia en ese México de la ¨revolución congelada¨.
Un sentimiento vital recorría el mundo, y atacaba los restos del fascismo, las formas de la opresión burocrática, la explotación de los pueblos y naciones considerados meros objetos tributarios de sus riquezas.
Quizás no ha cambiado sustancialmente el mundo, pero mayo del 68 fue otra forma de una fiesta, caótica y violenta, pero lejos del odio y la decadencia, en donde su mejor consigna aún nos ilumina: ¨Pedir lo imposible”.