Aunque de respuesta segura. No, porque otra posibilidad supondría ir contra la naturaleza ideológica de la Iglesia Católica, la pregunta interesa a los efectos de poder reflexionar cobre por dónde pasa el eje dominante de quienes se oponen a la legalización del aborto, al aborto legal, gratuito y seguro, para garantizarle derechos a las mujeres, sobre todo a las más pobres, justamente a aquellas por quienes el Papa dice vela.
Por Carlos López / El interrogante nace a partir de la postura del Sumo Pontífice en su última carta enviada a los obispos de Chile para disculparse por haber protegido a Juan Barros, acusado en encubrir casos de abusos sexuales comprobados en el país trasandino. Es que el proyecto para la legalización del aborto se está debatiendo en este momento en la Cámara de Diputados nacional y saca a la luz posiciones a favor y en contra que ponen en la centralidad de la cuestión la libertad de las mujeres como principio fundamental. Los argumentos sobre el proyecto de ley que ingresó al Congreso, para quienes se oponen, parecen cada vez menos sustentados teóricamente y han convertido a las exposiciones en tal sentido en notorios caprichos.
Más allá de las jugarretas, la protección de la salud pública, la consagración de los derechos igualitarios y aún más, la libertad de la mujer a decidir sobre su cuerpo, son tópicos que van en contra de los valores culturales que a diario explaya el gobierno de Mauricio Macri, desde donde se proponen discusiones mediáticas vagas, engañosas, para llevar el debate a posiciones de conflicto entre clases y secores sociales.
Por ahí también va la Iglesia, histórica y rotundamente en contra de la legalización del aborto pero ahora de alguna forma encerrada en un laberinto que tal, que obligó a su inteligente conducción política, la de Francisco, a expresar posiciones que disimulen sus verdadero objetivo: en el caso que nos ocupa, el reconocimiento de los derechos de la mujer a una efectiva salud pública y a la disposición nada menos que de su cuerpo.
¿Será delirante pensar en que el Papa realice un mea culpa y se retracte en su oposición a la legalización del aborto? Sí, aunque el actual Sumo Pontífice de los católicos haya dado reiteradas señales de estar más cerca de los mortales que de las tradiciones del misterio, como cuando, la semana pasada, admitió en una carta enviada a obispos chilenos que se equivocó “gravemente” cuando protegió al obispo Juan Barros, acusado en Chile de encubrir varios casos de abusos.
En la última visita del Papa al país trasandino a mediados de enero pasado, las víctimas de abusos realizados por el ex párroco Fernando Karadima, se mostraron muy ofendidas con la actitud de Francisco en defensa del obispo, sobre todo porque al menos cuatro casos fueron confirmados por la Justicia, sin que el responsable haya estado detenido y aprovechándose del sistema de prescripciones.
El Papa se retractó al afirmar que “en lo que me toca, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada. Ya desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente, en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las personas entrevistadas”.
De der consecuente con esa postura de reconocimiento y humildad, Francisco podría aportar al diálogo democrático ante una demanda social argentina como es la legalización del aborto.
Sin embargo, nada de eso parece suceder. En un escrito publicado el pasado lunes, Francisco aseguró que defender a los pobres y a los migrantes es “igual de sagrado” que defender los derechos de los no nacidos, marcando su oposición contraria a la legalización del aborto. La posición del Papa no hace más que sumarse a las posturas de cierta derecha a la que en otras situaciones fustiga desde sus discursos.
Esa derecha argentina, hoy representada principalmente en la Legislatura por el bloque de Cambiemos y los grupos que se autonombran “Pro Vida”, se encierra en sí misma bajo un discurso retrógrado pero peor aún poco inteligente, al insistir con defender “la vida del feto” y argumentar que una legalización del aborto podría generar algo así como una pandemia de mujeres abortando, como si se tratase de una cuestión mecánica, más que de mujeres.
Similar postura es la que adopta la derecha cultural para decir, por ejemplo, cómo debería y como debería vestirse una mujer para evitar situaciones de abusos. Es decir, los mismos que dicen que el feto tiene derechos son los que responsabilizan a las víctimas de violaciones y todo tipo de agresiones machistas. Los mismos que defienden a los abusadores, aunque después digan que se equivocaron.
En la sesión de debates del pasado jueves en Diputados, la periodista de Página/12 y miembro del colectivo Ni Una Menos, Mariana Carbajal, dijo: “lo que está en juego son nuestras vidas“. Y continuó: “fueron 3.030 mujeres las que murieron por abortos inseguros desde la vuelta de la democracia, todas muertes evitables. Y también 135 que cada día se internan en hospitales públicos por problemas relacionados con una interrupción de embarazo: dos de cada 10 tienen 19 años o menos. Siempre han accedido a un aborto seguro, clandestino pero seguro, aquellas que consiguen el dinero. Las que se mueren son las más vulnerables. Pero ninguna va a alegremente a abortar”.
De eso debería tomar nota el Papa Francisco, si es que la Iglesia quiere seguir construyendo la imagen mundial que el propio ex cardenal argentino le brinda desde su asunción al máximo cargo. Al momento de ser elegido todavía como Bergoglio, la Iglesia empezaba a mostrar una debilidad en la formulación de posturas políticas y sociales de tal magnitud que al Vaticano se notaba cada día más lejos de los pueblos. El apoyo de Francisco a determinadas luchas sociales es lo que revalidó en todos estos años la recuperación de la fe en la Iglesia en millones de personas alrededor del mundo.
La última carta del Papa titulada “Gaudete et exsultate” que fue revelada la semana pasada pero que en realidad lleva fecha del 19 de marzo, día que se cumplió el quinto aniversario de su pontificado, reconfirma una postura de la Iglesia muy lejos de los grupos ultraderechistas.
El proyecto de ley para legalizar el aborto en la Argentina llegó este año al Congreso con 71 firmas de diputados, 37 más que la última vez que se había enviado el debate a las Cámaras. El principal objetivo del proyecto contribuye a darle un marco normativo a una actividad que registra entre 370 mil y 520 mil abortos al año, lo que produce que cerca de 50 mil mujeres tengan que ser hospitalizadas al año por haber atravesado prácticas inseguras que pusieron en riesgo a sus vidas.
Desde la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito reclaman la norma porque precisamente lo que se busca es contener a los sectores con menos recursos económicos y más vulnerables, donde las mujeres suelen afrontar abortos sin ningún tipo de seguridad. El debate de esta semana mostró muchas exposiciones a favor de la legalización y otras que se niegan, las llamadas posturas “Pro vida”, como el discurso que dio la referente social cercana al gobierno, Lorena Fernández. En su alocución alegó que es necesario trabajar para que las mujeres puedan reforzar en la sociedad el derecho a elegir, pero a pesar de ello consideró que “si tuviste una relación anoche porque te fuiste de joda y fue el primero que te bajó el calzón, agarrá y tomate la pastillita del día después”. Como si fuera poco, la supuesta referente en la Villa 31 acusó despectivamente que «hoy en día, las chicas de 13 y 14 años no piensan con la cabeza, sino con la bombacha. Los hombres dicen ‘yo te quiero, dame la pruebita del amor’. Van a un hotel, le bajan el calzón a la pendeja, le dejan un hijo y nadie se hace cargo”. Bestial.
Los debates en las Cámaras y en los medios de comunicación se centran en las posturas pro y contra aborto, sin tener en cuenta lo único que importa al momento de votar una legislación: el sustento de la ley en base a la demanda social que existe.
Los y las manifestantes de la llamada “marcha roja” que se juntaron frente a Diputados el martes pasado para acusar de “asesinos” a quienes acompañan al proyecto nunca pisaron las calles para protestar contra los miles de abortos que hoy ya se realizan de manera clandestina, y en los que las mujeres pertenecientes a los sectores más vulnerables ponen en altísimo riesgo su vida.
Es por ello que el proyecto en cuestión, en su artículo primero, detalla que “en el ejercicio de su derecho humano a la salud, toda mujer tiene derecho a decidir voluntariamente la interrupción de su embarazo durante las primeras catorce semanas del proceso gestacional”, y continúa en el artículo 2: “Toda mujer tiene derecho a acceder a la realización de la práctica del aborto en los servicios del sistema de salud, en un plazo máximo de 5 (cinco) días y en las condiciones que determina la presente ley, la ley Nº 26.529 y concordantes”.
Lo que está en juego en la Argentina es una normativa para una actividad que ya existe. No se discute qué ni cómo tienen que elegir las mujeres, justamente lo que se discute y a dónde se quiere llegar es a que la mujer primeramente pueda decidir con libertad, algo que a la derecha le molesta mucho.
Este grito en las calles ya se transmite en cada encuentro de mujeres. El diario Página/12 publicó este sábado una recopilación de diversas posturas que reclaman una mirada democrática para defender la vida de las mujeres, más que encerrar el debate en una cuestión de clase y autoritarismo como lo interpreta la derecha.
Mariana Romero, médica e investigadora del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes) expresó en este sentido que “me conmueve profundamente ver la cantidad de chicas que hay en la calle que llevan con orgullo el pañuelo verde. Esto ya no es un movimiento de académicas y de mujeres que militamos históricamente. Ahora se ve en la calle con jóvenes que se identifican con el pañuelo verde. Las jóvenes le dan alegría, liviandad, democracia, otras interpretaciones, nos jaquean todo el tiempo. Se cortan las diferencias generacionales. Todo esto es de un enorme valor como sociedad. Ni Una Menos nos puso a todas en pie de alerta y eso dio un salto. Esta agenda se sube sobre esa primera agenda. Las chicas se conmovieron frente a una par que se muere o que la matan. Ahora pudimos salir de cierto dramatismo y lo estamos reconvirtiendo. Por supuesto que recordamos a cada una de las jóvenes y mujeres que mueren por violencia. Pero lo convertimos en participación y con una agenda muy distinta a la que hubiéramos construido desde nuestro lugar de adultas”.
Asimismo, Estela Díaz, integrante de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito destacó que “el modo en el que se está dando el debate del aborto en la Argentina tiene que ver con una revolución de las mujeres, una enorme revolución que toca culturalmente en lo más profundo, que se nota en estas jóvenes, niñas, estudiantes secundarias, universitarias, que se están plegando a esta causa. Y no solo es la lucha por el aborto, sino por la construcción de un futuro con autonomía. Y esto impacta en las mujeres y en los varones. Ellos se están preguntando cómo nombran, cómo miran, cómo acompañan, cómo participan. Se juntan para pensar y deconstruirse. Hace mucho que las mujeres estamos haciendo la revolución, pero ahora con más masividad y le llegó a los varones con una potencia plebeya, joven, feminista, profundamente transformadora”.
Es por todo esto que pensar que el Papa Francisco revea la postura de la Iglesia ante el pedido de legalidad del aborto no es nada descabellado, es más bien una consecuencia de una lucha social histórica que sigue desbordando por más que los gobiernos actuales en la región se encuentren más cerca de las imposiciones que de la valoración de las demandas sociales.
La legalización del aborto y, principalmente, la decisión de la mujer de interrumpir su embarazo no sólo es una cuestión de salud pública y de consagrar derechos igualitarios, sino que en la concepción del debate se pone en juego una lucha de poder, porque las mujeres durante miles de años no tuvieron la posibilidad de decidir sobre sus cuerpos, no tuvieron el control de sus acciones por imposición del varón, lo que determina aún hoy mismo que se priorice el deber hacer por encima del deseo de la mujer.
Este es un camino en el cual los gobiernos de derecha han sabido posicionarse con inteligencia para dominar a las masas populares, pero en la Argentina es un camino que se empieza a desdibujar y se abren nuevas posibilidades de empoderamiento. Hoy las mujeres y todos aquellos varones que las acompañan escriben un camino de lucha, reivindicación y sentido por la legalización del aborto, que se convierte también en una marea contra el machismo antidemocrático que los gobiernos neoliberales intentan seguir reproduciendo en el mundo.
La legalización del aborto legal, gratuito y seguro es un gran paso más para empoderar la elección como acción de la mujer para siempre.