Por Twitter el presidente Donald Trump confirmó su amenazas de ataque a Siria, que por otro lado figura en la agenda de la Casa Blanca desde los tiempos de George W. Bush y el propio Obama; solo esperaban (¿y esperan acaso?) lo que los belicistas llaman el mejor momento: ¿será este? ¿Y Rusia? Mientras la guerra comercial anunciada con China, sobre la cual un experto argentino se explayó en exclusiva para AgePeBA.
Por Vicky Castiglia / El economista formado en China y experto ahora en asuntos del gigante asiático, Guillermo Santa Cruz, explicó que existen al menos dos posibilidades frente a una eventual guerra comercial. “Por un lado, es probable que Trump quiera forzar al gobierno chino a sentarse a la mesa de negociación y buscar soluciones concretas y rápidas a los problemas comerciales, para demostrar que tiene todas las intenciones de cumplir lo que prometió durante la campaña electoral”, dijo y agregó: “si es así, se encontrará algún tipo de solución en el corto o mediano plazo, pensando sobre todo en que los principales interesados en que eso suceda son las grandes corporaciones que tienen sus cadenas de valor distribuidas entre los Estados Unidos y China. En el mientras tanto, habrá incertidumbre y volatilidad en los mercados”.
“Pero, por otro lado -continuó Santa Cruz- también cabe la posibilidad de que se trate en realidad de un tema más profundo y estructural: la supremacía de los Estados Unidos en el ámbito económico, tecnológico y militar. La política de defensa de los Estados Unidos se basa en mantener una supremacía tal, que nadie pueda siquiera intentar amenazarlo. En la medida que la brecha con China se reduzca en todos estos ámbitos, verán su supremacía amenazada y por lo tanto lo percibirán también como una amenaza a su seguridad nacional. La prohibición por parte del gobierno de los Estados Unidos de vender activos que consideran estratégicos a empresas chinas también apunta en este sentido. Si este fuera el caso, no tendrá una solución tan simple como los temas meramente comerciales; la incertidumbre y el incremento de la tensión nos acompañará durante muchos años”.
Respecto a este último punto, referido a la supremacía estadounidense tanto en lo económico como en lo militar, cabe recordar las declaraciones formuladas por Trump vía Twitter al momento de anunciar los aranceles: «Tenemos que proteger y construir nuestras industrias de acero y aluminio al mismo tiempo que mostramos gran flexibilidad y cooperación hacia aquellos que son verdaderos amigos y nos tratan justamente tanto en asuntos comerciales como militares».
El martes 10 de abril, el presidente Xi Jinping anunció una nueva fase de apertura de su país, en respuesta a uno de los principales reproches de Estados Unidos.
Específicamente, el primer mandatario chino señaló que en el 2018 su país estimulará las importaciones y reducirá significativamente los aranceles a las importaciones de automóviles, además de otros bienes. “China va a entrar en una nueva fase de apertura, la globalización económica es una tendencia irreversible del momento”, refirió. También prometió medidas específicas para proteger la propiedad comercial, otro de los reclamos del Salón Oval.
Las declaraciones de Xi Jinping no garantizan “la solución pacífica de la controversia” con respecto al acero y el aluminio, pero dan cuenta de la postura de ese país asiático de consolidarse como potencia. En una nota publicada por Le Monde Diplomatique en diciembre del año pasado, el profesor de Cambridge y autor del libro “Resurgimiento del Este de Asia”, Philip S. Golub, señaló que “China se encuentra en el corazón del fenómeno del reequilibrio del planeta que está cambiando el orden mundial”, gracias, entre otras cuestiones, a “sus capacidades militares crecientes, la constitución de corredores marítimos y terrestres mundiales (como el One Road, One Belt), e incluso gracias a su participación en la creación de nuevas instituciones del desarrollo y la gobernanza económica autónomas, como el Asian International Investment Bank (AIIB)”.
Afirmar que China busca ocupar el lugar de los Estados Unidos a nivel global sería incorrecto. Al respecto, Santa Cruz alegó: “el discurso oficial de China es que son una potencia pacífica, que no tiene intenciones de convertirse en un nuevo centro hegemónico. Aun así, aunque quisieran reemplazar a los Estados Unidos a nivel global, no podrían hacerlo porque las condiciones hoy son totalmente distintas a las condiciones que dieron origen a la supremacía estadounidense. Podemos esperar razonablemente que busquen una mayor presencia y liderazgo en su propia región, la iniciativa “One Belt One Road” apunta a eso. Pero también buscarán una mayor presencia otros países, como India o Rusia”.
Las amenazas y presiones entre ambos países pueden no desencadenar un conflicto comercial pero sí sirven como vara para medir el poder que ambos ostentan y las implicancias de en la economía mundial que podría traer aparejado un conflicto de ese tipo, en especial si se considera que un gran número de países mantienen vinculaciones comerciales con alguno de ellos, si no ambos.
Desde que el gobierno de Donald Trump anunció medidas contra el acero y aluminio chino, con el objetivo de compensar el déficit comercial crónico de Estados Unidos, una eventual guerra comercial se ha convertido en tema del escenario internacional. Es que, al tratarse de dos de las potencias más importantes de la actualidad muchos países podrían ser alcanzados por la medida.
Si bien a comienzos de marzo, cuando el presidente estadounidense anunció el arancelamiento al 25 por ciento del acero y el 10 por ciento del aluminio, sólo México y Canadá quedaron exentos, con el correr de los días se sumaros los países de la Unión Europea, Australia, Brasil, Corea del Sur y Argentina, aunque de manera temporal. De esa forma, se transparentó que se trata de una política apuntada a China, cuya industria de esos dos productos está “entre los sectores de la economía nacional en los que la oferta excede a la demanda”, según la agencia AP.
La opción de China fue denunciar ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) a los Estados Unidos el pasado 5 de abril. Las autoridades de Pekín pidieron en concreto la apertura de consultas con el gobierno de Estados Unidos sobre algunas medidas contra los productos de acero y aluminio, entendiendo que la medida viola el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) de 1994 y del Acuerdo sobre Salvaguardias de la organización multilateral. China alegó que EE. UU. «no ha formulado una determinación apropiada ni ha dado una explicación razonada y adecuada» sobre los motivos que lo llevaron a aplicar impuestos, consignó el diario El País, de Madrid.