“La deuda que está tomando @mariuvidal es un descomunal negocio para pocos y un gran problema para los y las bonaerenses. Con lo que se pagará de intereses este año se podrían construir 2.333 jardines de infantes, un promedio de 17 en cada uno de los municipios de la Provincia. En 2018, los y las bonaerenses vamos a pagar 28 mil millones de pesos en intereses. Con la plata que usará @mariuvidal para pagar intereses de la deuda en 2018, se podrían comprar 95.000 patrulleros, un promedio de 704 patrulleros para cada municipio. Para colmo, la gobernadora insiste en seguir tomando deuda”. Esas fuero alguna de las precisiones que formuló la titular del bloque kirchnerista en Diputados de la provincia de Buenos Aires, Florencia Saintout.
“Récord: Vidal tomó para la provincia más deuda que la India” (En Orsai, 31/03/18). Vidal evalúa tomar más deuda. Vidal y Macri hipotecan el futuro. La Argentina es el país que más se endeudó del mundo. 2015-2017: Vidal duplicó la deuda de la provincia. Vidal endeudó la provincia en 9 mil millones de dólares (14 mil pesos por bonaerense). Vidal tomó más deuda que India y China. Solo un 14% de las deudas contraídas fue para Obra Pública y el 55% para repago de deuda e intereses (fuente: IDESBA – CTA). Apertura de Sesiones 2018: “Esto hace posible sacar a la Provincia de la quiebra en la que la encontramos. Pero es mucho más que eso. Es autonomía”. Dic. 2015/Feb. 2017 VIDAL DUPLICÓ LA DEUDA EXTERNA DE LA PROVINCIA. Las ventas al exterior del sector en 2017 CAYERON 1.5% respecto 2016. La superficie sembrada de soja, maíz, trigo y girasol: CAYÓ 9.5% respecto 2015. EL HORIZONTE PARA EL 2018 NO PROMETE MEJORES RESULTADOS. Salario real privado registrado -5.2%// Industria cayó el empleo -2.8%// Construcción cayó -10.9%// Suben los impuestos (2018): 56% Inmobiliario, 40% Gas, 32% Luz//SUBE LA DEUDA”. Algunos de los datos que surgen de informes y titulares que vienen circulando en medios bonaerenses y redes sociales, y ninguna fuente oficial desmintió.
Mientras se estudia la colocación de más deuda, la provincia auxilia a la Nación y se anticipan dificultades externas por menores cosechas. El desempeño agroindustrial de la provincia de Buenos Aires no arrojó buenos resultados durante el año 2017. A pesar del aliento del gobierno nacional a través de la quita de buena parte de las retenciones a las exportaciones del sector desde 2016, las ventas a mercados externos del complejo agroexportador provincial (manufacturas de origen agropecuario y productos primarios) fueron 1,5% inferiores a las de 2016. Esto ocurrió a pesar de que la superficie sembrada de los cuatro cultivos principales (soja, maíz, girasol y trigo) fue 6,7% superior en 2016/17. Como lo indican las evidencias se estima que la cosecha 2017/18 sea más baja que la del año pasado. Se han sembrado menos hectáreas de soja (-8%), maíz (-5,4%), girasol (-3,6%) y trigo (-19,3%), lo que arroja una super¬cie sembrada 9,5% inferior de estos cultivos. Ello está vinculado a la notable sequía que afecta los campos bonaerenses y pampeanos, donde la escasez de lluvias desde octubre ha reducido las perspectivas de rendimiento. Se esperan para este año, según proyecciones de la Bolsa de Cereales de Rosario, 7 millones de toneladas menos de cosecha de soja y 5 millones menos de maíz para el total del país. Esos son algunos de los datos que brinda el último “informe de coyuntura” de la consultora Analogías.
“La provincia representa un tercio de la super¬ficie sembrada de soja, un cuarto de la de maíz, la mitad de la de girasol y un 40% de la de trigo respecto del total país, por lo que el impacto negativo en las exportaciones primarias y agropecuarias bonaerenses para 2018 será seguramente significativo. La actual sequía, comparable a la de 2008/9, ha redundado en una demanda concreta de los productores a la gobernadora, que aún no declaró la emergencia del sector, pero prometió préstamos del Banco Provincia. En este contexto, la puja por la paritaria docente no muestra síntomas de resolución. La oferta oficial se mantiene en 15% con una transferencia especial por presentismo, lo que los gremios se niegan a aceptar por la evidentemente superior expectativa inflacionaria en un contexto en el que la inflación interanual fluctúa en torno al 26% interanual en los primeros meses de 2018. No se vislumbran señales macroeconómicas de que el escenario de 15% de inflación se produzca. Esta política de austeridad fiscal en materia de la actualización salarial no se condice con otras decisiones de la provincia, en particular con el auxilio a la Nación. Antes de febrero la administración nacional emitió letras por 753 millones de dólares que fueron suscriptas exclusivamente por la provincia de Buenos Aires. Paradójicamente, el gobierno de Vidal está analizando la emisión de nuevas colocaciones en mercados externos en los meses venideros. La provincia de Buenos Aires presta en dólares para, si esto se concreta, luego endeudarse en dólares. Las dificultades de obtener divisas, debido a los factores climáticos mencionados, agravan este cuadro, lo que anticipa un mayor ujo de endeudamiento externo público. Evidentemente, el otorgamiento de los 41.000 millones de pesos adicionales para 2018 como consecuencia de la nueva coparticipación y el resarcimiento, no tiene su destino en la recomposición salarial, sino en cubrir la brecha fiscal que se agranda con el peso de los intereses de la deuda”, cierra el mismo informe.
Interesante también lo que publica este domingo en Página 12, el colega Raúl Dellatorre, con datos a nivel nacional.
De acuerdo a los propios datos oficiales, aunque el titular de Finanzas (Luis Caputo) no los presentó de esa forma, la deuda pública total al 31 de diciembre último ascendía a 334.934 millones de dólares. Esta cifra equivale al 59 por ciento del producto bruto. Representaría un aumento del 16 por ciento sobre la cifra de fines de 2016 (288.447 millones), y del 32 por ciento sobre la de diciembre de 2015 (253.989 millones). Lo que sí admitió Caputo es que, en dos años, “la deuda bruta creció 80 mil millones de dólares”, pero “la deuda neta, 64 mil millones”, concepto en el que deja de lado la deuda con organismos del propio Estado (por ejemplo, del Tesoro con el Banco Central o con Anses).
Caputo eligió hablar de deuda neta y no bruta, es decir los compromisos con el sector privado y con organismos internacionales. Al 31 de diciembre pasado, representaban 166.268 millones de dólares, aproximadamente la mitad de la deuda total. Eso es lo que le permite al ministro decir que “la deuda representa el 30 por ciento del PBI” o, más ajustadamente, 29,6 por ciento de un PBI estimado de 562 mil millones de dólares.
“La deuda es el reflejo del déficit, uno se endeuda porque tiene déficit. Hablar del ritmo de la deuda es decir el ritmo al que baja el déficit”, explicó Caputo pretendiendo ser didáctico. Así, sostuvo que “un déficit primario (volveremos sobre este concepto) de 5,5 puntos del PBI no se baja de un momento para otro, porque tendría un impacto en la gente que menos recursos tiene. Una política gradual quiere decir que vamos a reducir el déficit fiscal en cinco años, un punto por año”.
¿Qué es lo que revela con sus dichos el ministro? En primer lugar, una concepción firme sobre política fiscal: si hay que bajar el gasto o aumentar impuestos, los que van a sufrir son los sectores de menores ingresos. Afectar a los más ricos ni se le cruza por la cabeza, el mensaje es claro: si tiene que bajar el déficit de golpe, los candidatos a pagar las consecuencias son los ubicados desde la mitad de la escala de ingresos para abajo. En esto, no se le puede negar coherencia.
La otra cuestión a revisar es la magnitud del déficit y la baja de un punto por año. El ministro toma el criterio del FMI para describir el déficit y habla de “déficit primario”, no del déficit total. Este último es el que incluye en la cuenta el pago de intereses de la deuda (déficit primario más intereses, igual a déficit fiscal total). ¿Por qué? Porque el criterio que impone el FMI es que el balance primario “debe” dar un resultado favorable (superávit) que permita pagar los intereses. El pago de los intereses es el objetivo, el gasto primario es la variable a ajustar. Toda una definición política a partir de las prioridades.
Pero mientras crece la deuda, crece el monto a pagar de intereses. Esto se ve en la evolución que el propio gobierno reconoce de 2016 en adelante, que sería la siguiente:
El déficit primario se irá reduciendo, año a año, del 4,2 por ciento del PBI (años 2016), al 3,8 por ciento (2017), 3,2 por ciento (2018), 2,2 por ciento (2019), 1,2 por ciento (2020) y 0,2 por ciento del PBI (2021). El pago de intereses de la deuda pasó de 1,6 punto del PBI (2016) a 2,1 puntos (2017) y en ese mismo nivel se mantendría en los tres años siguientes (2018, 2019 y 2020) para bajar luego a 1,9 puntos del PBI (2021). De tal modo, el déficit fiscal total resultante pasó de 5,8 puntos del PBI en 2016, a 5,9 puntos en 2017, y bajaría a 5,3 puntos en 2018 si se cumpliera que la proporción de intereses sobre el PBI se mantuviera en el 2,1 por ciento. Lo que queda claro es que, incluso con las cuentas que hace el gobierno, mientras baja el déficit primario, sube el déficit por intereses, en algunos años incluso compensando la primera baja y provocando un aumento en el déficit total. La deuda es siempre la deuda.
Caputo estima que a partir de 2022 la administración nacional podría tener superávit primario y por lo tanto comenzaría a desendeudarse, por esa relación directa y simple que hace entre déficit y deuda. Pero, para que las cuentas le cierren al ministro, necesitaría, en principio, que se le cumplan unas cuantas hipótesis fuertes:
Que el país mantenga un nivel de crecimiento del PBI, año tras año del 3 al 4 por ciento. Que en el mundo no suban las tasas de interés, para poder mantener estable la relación entre intereses y PBI, como proyecta. Que la deuda interna de organismos como el Banco Central no terminen en alguna situación explosiva. Las Lebac, por caso, representan una deuda en pesos que paga intereses al año equivalentes a 2,5 puntos del PBI. Que la inflación interna y las presiones de los lobbies exportadores no empujen para arriba el ritmo de devaluación. Y, fundamentalmente, que no continúen o desaparezcan mágicamente los otros desequilibrios o déficit del sector externo, que el ministro directamente omitió en su estimación de un “endeudamiento sostenible”.
Así lo sostuvo el ex diputado nacional y titular del Instituto Pensamiento y Políticas Públicas de Unidad Popular, Claudio Lozano. “Si hoy Argentina no tuviese déficit fiscal debería endeudarse igual, porque tiene un déficit monumental en sus cuentas externas: déficit en su balanza comercial, en su balanza de turismo, en el pago en dólares de los intereses de la deuda pública, en la fuga de capitales y en la remisión de utilidades, pago de servicios y royalties. Las exportaciones argentinas solo cubren 6 de cada diez dólares que Argentina necesita. Hay un agujero de casi 40.000 millones de dólares que se cubre con 30.000 millones de nuevo endeudamiento e inversiones de cartera especulativas”.
Papelitos mediante, Caputo ya no estaba ante la comisión bicameral cuando llegaba la hora de aclarar estos temas.