Y podríamos recordar, como lo hizo Elida de Bianchetti en Facebook hace horas (a propósito de la textualidad en redes que ocupa a nuestro Pejerrey de hoy):” Igual propuesta se hizo a la Villa 31, poco después de haber asumido Macri-Vidal el gobierno de CABA. Pintura tersuave, azul azzure, amarillos, rojos. Quedó apenas pintada una que otra construcción”. Volvamos. Nos referimos a Rodolfo Suarez, el alcalde de la ciudad de Mendoza y a Antonio Bussi, el general genocida que ocupó Tucumán durante la dictadura (luego fue elegido) y ocultaba (y como recordaremos nosotros, expulsaba) pobres de la provincia para que esta se viese más linda. La comparación vino a cuento de lo que la ciudadana Josefina Molina hace algunos días publicó en Facebook: “En Tucumán, cuando el genocida Bussi, asume como gobernador en democracia, mando a levantar tapias en las manzanas con viviendas precarias las porque afeaban la vista y además mando a pintar en toda la provincia los cordones de las veredas de blanco”. Molina comentaba así otra intervención en la denominada red social, que bien privada es ella, pues genera millones en ganancias a sus dueños, de Ernesto Espeche, concejal electro en esa ciudad de Unidad Ciudadana, referencia en el movimiento de Derechos Humanos en Mendoza, ex miembro de la dirección de Radio Nacional, doctor en Comunicación y académico de UNCUyo, quine expresaba: “La Muni de #CapitalMza quiere pintar de colores estridentes las viviendas de los barrios Flores y Olivares. Desde la comuna explicaron que “estos tonos predisponen al bienestar”. En #CiudadSuarez la pobreza no duele, afea el paisaje, hay que hacerla pintoresca #Maquillemos (…). Por ahora seguir hablando con los vecinos y ayudar a que se conozca lo que está pasando. Yo no asumo como concejal aún, nada puedo hacer hasta mayo que ingreso al Concejo. Pero hay compañeros y compañeras que viven en el barrio, con ellos hay que articular alguna medida colectiva”.
El pasado martes 13, desafiando cábalas y augurios, Los Andes, de Mendoza, publicaba: Pintan de colores las fachadas del Flores y Olivares para revitalizar a los barrios. Los mismos vecinos realizan el trabajo con material que aporta el municipio. La elección responde a otorgar más colorido a las viviendas”. Y reproducimos el texto completo:
Los frentes de algunas viviendas de los barrios Flores y Olivares, de Ciudad, están pintados con llamativos colores: fucsia, amarillo o turquesa. Los mismos habitantes se están encargando de colocar la pintura que les entrega la comuna capitalina. Desde el municipio explicaron que estos tonos predisponen al bienestar, pero hay vecinos que consideran que se asemeja a La Boca o una favela.
El secretario de Planificación, Infraestructura y Ambiente de Capital, Mario Isgró, comentó que la pintura de los frentes de las casas es parte de un proyecto más amplio de urbanización que se desarrolla en estos barrios ubicados al oeste del departamento (contiguos a la UNCuyo).
El funcionario explicó que hay especialistas que sostienen que esta amalgama de colores -las casas están pintadas en forma alternada en alguno de los tres tonos- favorece el bienestar de los habitantes del barrio y que ha habido experiencias similares en otras partes del mundo, con resultados comprobables. Asimismo, detalló que antes de comenzar la tarea se reunieron con la gente del lugar para presentarles la propuesta y ver si la mayoría estaba de acuerdo.
Los empleados municipales acuden con la pintura y son las mismas familias las encargadas de ponerle color a la fachada. Bárbara Fagundez reconoció que ella, que vive con su cuñada, tomó el rodillo en la mañana de ayer para aportarle el fucsia a la fachada. Y Alicia Mamaní, quien no tiene cierre de material, planteó que espera que esto cambie la mirada de la gente sobre el lugar, ya que hay taxistas que se niegan a ingresar, pese a que ella vive en el barrio hace 13 años y asegura que no ha habido hechos delictivos desde entonces.
Mario Flores, quien reside hace 18 años cerca del ingreso al barrio Flores, señaló que como los ladrillos no están en muy buen estado, la lavada de cara a los muros le sirve como un embellecimiento provisorio hasta que pueda empezar a construir una vivienda de mejor calidad. El hombre contó que durante un tiempo vivió bajo el pimiento (aguaribay) que está cerca de la rotonda de ingreso a la UNCuyo, pero logró recuperarse de la depresión y comprar ese lote (hay un litigio por la titularidad de los terrenos).
En cambio, Olga Telera no comparte el entusiasmo por el colorido. La mujer opinó que los tonos son demasiado fuertes para viviendas y que “debería ser más presentable”, por lo que prefiere conservar la apariencia actual de su frente. Asimismo, indicó que hubiera resultado más útil que les dieran pintura para el interior de las casas. Y si bien se mostró esperanzada con la llegada del tendido eléctrico, ya que la luz se les corta con cada viento o lluvia, señaló que el resto de la obra de urbanización está tomando mucho tiempo.
Nélida Garzón, de la Asociación de Fomento Campo Flores, manifestó que las casas no están revocadas, por lo que para ella es “tirar pintura”. Lo ideal, planteó, hubiera sido que les dieran arena y cemento para hacer un revoque y la terminación fina antes de pintar.
Pero sobre todo, señaló que la elección de los colores y el hecho de que cada frente esté pintado de uno diferente, los hace sentir más discriminados porque se asemeja La Boca (en Buenos Aires) o las favelas de Brasil. “No se parece al Flores Oeste”, lanzó Garzón y agregó que muchos se oponen a pintar.
Por su parte, Samuel Flores Henríquez recordó que tienen un plano del barrio de diciembre de 1998 y que en enero de 1999 les llegó el primer impuesto inmobiliario, pero aún no acceden a la titularidad porque no se ha resuelto un juicio.
En diciembre de 2016 comenzaron los trabajos en los barrios Flores y Olivares (ex asentamientos) en el marco de un proyecto de urbanización que desarrolla la Municipalidad de Capital con un subsidio de la Secretaría de Hábitat de la Nación.
La obra contempla la construcción de cordón, banquina, cuneta y veredas; la colocación de árboles; la instalación de luminarias en las calles; el trazado de las arterias, ya que son callejuelas irregulares; los tendidos de gas, agua, cloacas y electricidad. También se está construyendo un parque con juegos infantiles y se crearán canchas de fútbol con césped sintético.
¡Ay Bussi! El mismísimo diario Clarín recordaba el 18 de enero de 2016: El gobernador que exportaba desocupados. Hace hoy 20 años, estallaba un escándalo nacional cuando se divulgaba que el entonces gobernador de Tucumán, Antonio Bussi, enviaba zafreros desocupados, de modo compulsivo y en aviones de la Fuerza Aérea, a otras provincias.
Primero gobernador de facto. Después, elegido por el voto. Primero los viejos desclasados: linyeras y mendigos. Después, los modernos: desocupados y trabajadores golondrina. Hace 20 años, el entonces gobernador de Tucumán, Antonio Bussi, quedaba en medio de una polémica nacional por «exportar» desocupados a otras provincias. Y pocos se sorprendieron. De alguna forma, ya lo había hecho antes.
La noticia explotó un jueves, el 18 de enero de 1996, aunque se venía gestando desde hacía unos días. El represor Antonio Bussi, elegido gobernador de Tucumán, había enviado discretamente –o mejor dicho, todo lo discreto que puede ser un Hércules de las Fuerzas Armadas- contingentes de desocupados a dos provincias, Río Negro y Neuquén, con la idea de que consiguiesen trabajo (si podían) en la recolección de peras y manzanas en el Alto Valle. A la región patagónica fueron llegando unos 500 zafreros desocupados.
Esos 500 tucumanos salieron de las localidades de Famaillá, Concepción, Monteros, Bella Vista y Lules. Para todos era su primer viaje en avión. Muchos quisieron negarse, atemorizados por el portento del Hércules. Iban a ser los primeros en un plan al que, en off, el gobierno tucumano le ponía cifra final en tres mil desocupados.
El gobernador de Río Negro (20 puntos de desocupación por entonces), Pablo Verani, fue el primero en reaccionar: «Se va a tener que llevar a los tucumanos de vuelta», reclamó airado. Y buceó en la memoria para contratacar: «Nosotros vamos a hacer como los cubanos y les vamos a mandar a su provincia a todos los presos», dijo en referencia a los «marielitos», la parva de delincuentes comunes que La Habana había metido en barcos hacia Miami con el aura de refugiados políticos. En Neuquén, Felipe Sapag se sumaba a las críticas.
Habitualmente, muchos zafreros viajaban al sur en esa época del año en busca de trabajo, pero nunca el viaje lo había organizado el gobierno provincial, de modo compulsivo y sin avisar a las autoridades de las otras provincias.
Cuando el escándalo estalló, Bussi frenó todo y se atajó. Dijo que la movida había sido acordada con el Ministerio de Trabajo de la Nación y con el gremio de los azucareros, FOTIA. Primero lo desmintió la cartera laboral («Bussi nos quiere tirar el fardo», lanzó el entonces secretario de Empleo, Osvaldo Giordano). Después, el sindicato («No tenemos nada que ver con estos operativos», dijo el secretario general, Roberto Palina).
Bussi quedó en offside, básicamente porque su pasado lo condenaba, y eso sin contar su accionar en la represión ilegal. Muchos recordaron la noche de julio de 1977, cuando Bussi, entonces gobernador de facto, cargó en camiones del Ejército a mendigos y lisiados de las calles de San Miguel y los envió a Catamarca.
En una noche muy fría, y antes de una visita de Jorge Rafael Videla a la provincia, fueron sacados de esquinas, ochavas y bancos de plaza, en algunos casos a punta de pistola.
Entre los «desterrados» figuraban algunos linyeras famosos, como El Viejo González, El Loco Vera, Carballo o Reyna. Pero en Catamarca, las autoridades militares no dejaron entrar a los camiones en plan Stultifera Navis. Los linyeras y mendigos se pasaron dos días deambulando a la intemperie en la Cuesta del Totoral, en la frontera entre ambas provincias.
Mientras afloraban esos recuerdos, Verani organizaba inspecciones amparado en un decreto, de cuestionable legalidad, que daba prioridad en las cosechas a la mano de obra rionegrina. Una guerra de pobres contra pobres.
El presidente Menem terció en la pelea en favor de Bussi. Dijo que el gobernador tucumano no había hecho otra cosa más que «evitar el hacinamiento». Y planteó: «Antes viajaban amontonados como si fueran ganado en camiones o en trenes».
Menos de una semana después, el 23 de enero, unos 150 de los obreros que Bussi había mandado al sur volvían a su provincia sin suerte. Los Hércules ya no estaban para el regreso, que fue en micros.
En Mendoza, donde el gobierno tucumano había enviado otros 300 con vistas a la vendimia, el ministro de Salud provincial decía que Bussi había «metido la pata». La mayoría de los zafreros se había instalado en el valle de Uco, sin trabajo, ni comida, ni dinero. La ayuda de otros peones norteños y de algunos productores evitó el caos. Al día siguiente, otros 150 se volvían a Tucumán en micros del gobierno mendocino. Entre ellos, una embarazada de ocho meses y 16 menores.
Afilado, el radical Melchor Posse decía que Menem y Bussi, «deberían convencerse de que en vez de constituirse en empresas transportadoras de la miseria, tendrían que procurar el desarrollo de las economías regionales».
Como relata el periodista de Clarín Pablo Calvo en su libro Los mendigos y el tirano, la revista Humor de febrero de ese año se hizo una panzada con Bussi y su «exportación» de desocupados. Regaló «una careta de Bussi para asustar a la democracia». Y en ese número había un par de viñetas humorísticas. En una, Bussi exclamaba «¡A ver! ¿Ustedes no tienen trabajo? ¡Vengan conmigo! ¡Allá tengo un avión que sale para Río Negro!».
En la otra, se daba un diálogo con un periodista:
– Acerca de la foto en la que se ve que usted tenía un revólver apoyado sobre una pila de libros en su escritorio…
– Esa es una infamia total. Es imposible que yo haga semejante exhibición. Si nunca tuve ni tendré uno.
– ¿Ningún revólver?
– Ningún libro.
Y después
Después de ser gobernador, Bussi fue electo diputado, pero la Cámara se negó a aceptarlo. Condenado por delitos de lesa humanidad, cumplió prisión perpetua domiciliaria desde 2008. Murió tres años después, a los 85 años.