A propósito de las caudalosas puteadas tribuneras que vienen cayendo sobre la testa y madre del presidente Mauricio Macri, en partidos de fútbol y alguno de básquet, en conciertos y recitales, y hasta en un subte porteño detenido entre estación y estación, por citar algunos de los casos registrados al momento de esta redacción; encomiendas verbales y coreadas para nada cariñosas que, conforme circula ya en algunas fotografías por WhatsApp, en cualquier momento aparecen estampadas en camisetas, remeras y banderines con la sigla MMLPQTP.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / La cuestión debe ser analizada de distintas aristas, tantas como las que ofrece la compleja trama cultural, social, política y particularmente comunicacional y tecnológica en la que se desenvuelve en forma cotidiana, ésta, nuestra sociedad de los argentinos y de todos aquellos de otras comarcas y parajes del continente y el planeta que llegan a instalarse y vivir en el país, tanto que esta mañana en mi barrio de la Santa María de de los Buenos Ayres oí, y en ciertos casos intuí, sonrisas entre algunos de mis queridos vecinos: la modista de las afueras de Kiev; un viajero inglés aplatanado por aquí y quien suele despertar con café negro apostado a la mesa de un cafetín, claro, sobre la calle Corrientes; los de la verdulería de enfrente, los bolivianos que la yugan como pocos; y los del restaurantito de la vuelta, los peruanos que me hablan acerca de la verdades del pisco y el ceviche.
Se hace obligado algo de historia aunque sin propósito alguno de ilustración y encuentro de similitudes, a punto tal esto último que la idea es recurrir a casos del pasado para encontrar diferencias y disfunciones respecto del presente: entre fines del los ’60 y principios de los ’70 del XX, en pleno auge alcista en las relaciones de las organizaciones político militares y revolucionarias con las más diversas y amplias capas de la población, muy en particular con las juventudes estudiantiles y obreras, pero con impacto en aquella “clase media” que por entonces describía Quino con humor (en muchos casos bastante reaccionario) en su afamada Mafalda, fueron numerosos los episodios protagonizados desde la tribunas colmadas con cánticos en adhesión a las acciones de las acometidas populares, a favor de trabajadores en huelga y ni que hablar en torno al legendario “luche y vuelve” del peronismo de izquierda. Para la misma época, el estreno de una película franco argelina de 1969 – “Z”, de Costa-Gavras y protagonizada por Yves Montand, Jean-Louis Trintignant, Irene Papas y Jacques Perrin – se transformó en pretexto de aplauso y vítores contra el régimen militar de Onganía – Levingston – Lanusse, a sala llena por semanas y semanas en todo las ciudades del país, con mucho más efecto de masas que el logrado por otras, como “La hora de los hornos” (1968) de Fernando Pino Solanas y Octavio Getino, dirigidas casi exclusivamente a la militancia juvenil del peronismo. Años antes, las murgas carnavaleras llegaron a transformarse en ámbitos de encuentro y manifestación en plena Resistencia peronista, cuando ambos haceres eran perseguidos por el régimen policíaco que devino tras el golpe del ’55, y aun resuenan las puteadas que en versos de carnestolendas recibieron los ideólogos y ejecutores del Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado), aprobado por el presidente Arturo Frondizi el 14 de noviembre de 1958.
A simple vista podría afirmarse que los cánticos desatados en las últimas semanas en la canchas de fútbol contra el gobierno de Cambiemos y el presidente Macri no encierran novedad alguna respecto de cierta tradición acumulada en las capas vivas de nuestra sociedad. Sin embargo, las diferencias son casi evidentes, tanto en el terreno de los cuerpos y las prácticas políticas tangibles, como en el simbólico, el de los textos, las palabras y las imágenes y sonidos múltiples del encierro mediático que el fetiche tecnológico convirtió en “realidad” algorítmica.
Los cuerpos tangibles
Aquellas irrupciones del pasado contenían sin duda conductas espontáneas pero sobre las mismas actuaban dispositivos políticos culturales orgánicos identificados y autoenunciados, tal cual lo hacían en otros ámbitos de debate y confrontación pública: es decir, aparecía con claridad la actividad militante de las fuerzas populares organizadas en términos políticos y culturales y hasta militares, actuando sobre lo espontáneo en diálogo con aparatos entidades que sintetizaban organicidad y propaganda. Los casos que hoy nos ocupan, y más allá de las argumentaciones del gobierno, que recurren en forma casi infantil al desgastado concepto de “infiltrados”, una palabrita tan cara a los corazones de la derecha fascistoide, contiene otra suerte de espontaneidad, que reconoce sí buena parte entramado contemporáneo en el que anida la política, entre fútbol y negocios – aguas aceitosas de la que surgió el propio Macri –, pero a la que no se le puede negar la incrustación auténtica de tribuna, con todo lo mucho y veces lo limitado que en la actualidad expresan ciertos clamores populares, tanto que es imposible olvidar que cuántas veces esas mismas tribunas se erigen como estandartes del racismo y la discriminación. Empero, y según las últimas encuestas a escasos cuatro meses de las elecciones de octubre y la victoria de Cambiemos, cerca de un 50 por ciento de los argentinos critica al gobierno con creciente recalentamiento semántico, lo que en forma incontrastable que las puteadas representan o al menos encierran voces mucho más que auténticas.
Más quisiesen en las filas opositoras de la trama política, social y cultural del denominado campo popular que fuese cierto lo que sostienen los gobernantes y sus voceros mediáticos en el sentido de que las recientes puteadas obedecen a la presencia activa e inductiva de militantes, pues estarían aquellas entonces ante un tablero que hoy no aparece en el horizonte cercano, que es el de la existencia de una organización seria y audaz, y con teoría y programa contrahegempnicos, en franco diálogo con las mayorías.
Las realidades algorítmicas
Los cánticos callejeros y tribuneros, casi siempre críticos y puteadores, del pasado al que nos referimos surgían de una sociedad en la cual la práctica y los discursos políticos no estaban sometidos al nivel de mediatización que sufren en el presente, mediatización esa que cada vez más se aleja de los límites que trazados durante la primera mitad del siglo pasado por los medios tradicionales – escritos y audiovisuales –, para abrirse paso en el mundo de las nuevas tecnologías y en particular del universo algorítmico en el cual operan los métodos definidos como “conjunto prescrito de instrucciones o reglas bien definidas, ordenadas y finitas que permite llevar a cabo una actividad mediante pasos sucesivos que no generen dudas a quien deba hacer dicha actividad”.
“Desde la victoria de Trump en Estados Unidos, el papel de (los) algoritmos se volvió un tema de análisis y opinión recurrente. Obama lo retomó en su reciente entrevista con David Letterman para Netflix, planteándolo como uno de los desafíos de la democracia actual. Curiosamente, el ex presidente de Estados Unidos deja de lado que la misma plataforma que produjo y lanzó esa valiosa entrevista está construida sobre un muy sofisticado sistema de recomendaciones algorítmicas que, en definitiva, es parte de la misma cuestión. De hecho, en un análisis publicado en The Atlantic sobre cómo hizo Netflix para «conocer» a sus usuarios, Alexis Madrigal investigó y reveló en 2014 el modo en que la plataforma «deconstruyó» a Hollywood en miles de formas de describir un contenido audiovisual. El algoritmo de Netflix trabaja sobre esa enorme base de datos que se alimenta de los millones de usuarios que muestran sus preferencias. A la hora de producir contenido original, esa información es oro en bytes”, dice el artículo “Ver con ojos de algoritmo”, publicado por el suplemento Ideas del diario La Nación, confirmando una vez más que los medios gráficos orgánicos de la derecha ya se asumen más como orientadores de las elites que como operadores de sentido en dimensiones masivas, y a la vez machacando sobre la sospechas que se transforman en certeza, de que, en ese terreno, le van ganando por ahora a la producción teórica del campo contrahegemónico.
Pero no hace falta remontarse a Trump y a Obama, ni a los casos que ofrece el escenario estadounidense, cuando el vernáculo viene haciendo punta en los modos de utilizar la nueva comunicación en orden a un proyecto de control social con rebotes centrales en las conductas electorales, siendo que ese es el fenómeno de Cambiemos y la capacidad que tuvo la derecha para capitalizar sobre dos dimensiones que le fueron entre preexistentes y yuxtapuestas: el trabajo mediático convencional contra los gobiernos y las prácticas culturales y políticas representadas en el kirchenerismo, y los propios errores de ese espacio para pensar en términos estratégicos de continuidad, desde la política de los cuerpos por sí mismos y de la modos de decir esa misma política.
Por supuesto, el artículo de La Nación ya citado da cuenta del territorio local – una vez más la derecha hace y además nos cuenta – : “Política, entretenimiento y tecnología convergen como preocupación y posibilidad. En un artículo de la publicación digital Panamá Revista, Pablo Touzon analizaba la práctica y el método del estratega de Cambiemos Jaime Durán Barba como una ‘política algorítmica’: más bien predictiva, poco amante del riesgo o de los volantazos impopulares. En cambio, esta ‘nueva política’ lee a los votantes como usuarios con preferencias rastreables y genera nuevas preguntas sobre democracias y opinión pública (…). ‘Los algoritmos pueden ayudar a la representación política cuando permiten identificar con mayor precisión las necesidades de los votantes. Son negativos, por otro lado, cuando permiten la manipulación de los votantes’, reflexiona Ernesto Calvo, doctor en Ciencias Políticas, profesor de la Universidad de Maryland y autor de “Anatomía política de Twitter en Argentina: tuiteando #Nisman”. Calvo viene investigando el aspecto polarizado de las redes sociales a causa de los algoritmos que priorizan comentarios afines. Y también hasta qué punto estas burbujas online ideológicas se traducen en la polarización offline, teniendo en cuenta las fuertes grietas que lideran las grandes decisiones políticas de los últimos años. ‘Recientemente realizamos experimentos controlados en la Argentina y en Estados Unidos en donde mostramos el aumento en la percepción de polarización que tienen los votantes cuando son expuestos a mensajes negativos en redes sociales. Aleatoriamente, dos grupos fueron expuestos a tuits políticos mientras un tercer grupo no fue tratado. En el grupo que recibió la información de redes sociales hubo un amento de 15% en la distancia ideológica entre Cambiemos y el FPV reportada por los encuestados. Lo mismo ocurrió en Estados Unidos al medir la distancia entre Donald Trump y Hillary Clinton. Esto no quiere decir que la polarización se deba a las redes sociales, pero hay evidencia muy contundente de que las redes sociales contribuyen a la polarización’».
Las tribunas que putean y después
El código MMLPQTP (Mauricio Macri La Puta Que Te Parió) preocupa sí al gobierno pero no por las causas que dicen o deslizan, según las circunstancias, pese a que ese “huevo de la serpiente” desde el cual se mueve con reflejo condicionado lo lleve al delirio de subirse al carro trepidante que prepara el Grupo Clarín: anoche Cablevisión fue acusada de interferir la señal del canal C5N mientras informaba sobre las puteadas a Macri y esta tarde en las redes hacía furor lo siguiente: “Según publicó el diario Clarín, la decisión (de suspender los partidos) está siendo evaluado en el marco de los constantes cantos que se están generando contra el presidente. ‘Lo estamos analizando. Estamos viendo la cuestión legal. Si se encuadra dentro de un acto de discriminación’, confirmó esta mañana el secretario general del gremio de árbitros (¡esos sí que saben de puteadas desde las cuatro tribunas!), Guillermo Marconi”. Entre las múltiples reacciones ante semejante despropósito, pues los antes de negro y ahora pintarrajeado con cualquier color y anuncios publicitarios no hablan de suspensiones con tanta vehemencia cuando hay muertos en las canchas, viene a cuenta destacar una de la siempre inteligente abogada Graciana Peñafort, según publicó en Twitter: ”Para que quede claro Negar atención medica a quien no pueda pagarla o por extranjero es DISCRIMINACION,; putear a Mauricio Macri NO es discriminación”.
Al gobierno sí le preocupa y mucho el proceso de amplificación de esas puteadas, que viene registrándose no en el ámbito de los medios convencionales – salvo algunas excepciones, como la recién citada de C5N, en ellos el tema no se trata; si hasta las televisaciones pagas de los partidos silencian a las tribunas cuando estas braman –, sino en las redes sociales, desde los celulares en la tribunas, que son los encargados de grabar los hecho y sus sonidos y mayormente también los responsables de difundirlos por grupos de WhatsApp y múltiples plataformas y aplicaciones; es decir el universo algorítmico en el cual tan a sus anchas se mueven los hombres del presidente, Durán Barba y los ejércitos de operadores y troles que la Rosada y sus oficinas alimentan.
Nos hemos cansado de afirmar un principio propio de la reflexión teórica en torno a la capacidad de influencia y disciplinamiento del aparato mediático hegemónico sobre el comportamiento social, que es inversamente proporcional a la disposición y posibilidades de los actores tangibles de organizarse y movilizarse por fuera del fetiche de los textos, las palabras, los sonidos y la imágenes encerradas tecnológicamente. Y por consiguiente parece entonces que ha llegado la hora de desbrozar las diferencias y pertenecías propias de esos actores sociales respecto de las construcciones que respecto de ellos mismos crean, toda vez que el acceso masivo a las nuevas tecnologías permite una suerte de reproducción y mímesis del ser sobre microchips y sometidos a la lógica metódica del algoritmo.
Quizá las tribunas futboleras nos ayuden, si es que se subrayan a sí mismas como tales, se escapen de las celdas de los celulares y crecen, hasta convertirse o traducirse en colectivos con proyectos propios, al menos, y para comenzar, en términos electorales. Eso es lo que le preocupa a la derecha, que por ahora viene siendo dueña y señora de lo simbólico de última generación, anidando por supuesto, siempre, en el huevo de la serpiente, que al fin de cuentas por ahí andan las nuevos imperativos categóricos del fascismo Siglo XXI.
(*) Doctor en Comunicación por la UNLP. Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Periodista y escritor. Director de AgePeBa.