En un país en el cual históricamente la inflación ha sido un problema sin solución final, las políticas de Mauricio Macri recrudecen la libertad del mercado y aplican los ajustes requeridos por los empresarios para acomodar sus cuentas. La sociedad en su conjunto, y en particular los sectores de menores ingresos, sigue corriendo detrás de los precios para sobrevivir a uno de los momentos con mayor brecha social entre los que más tienen y los que menos, de la última década. AgePeBA dialogó con el economista y docente e investigador de la UBA, Ernesto Mattos, quien analizó la política monetaria del gobierno y las consecuencias en los procesos de producción, que siguen arrojando índices preocupantes en la mayoría de los rubros. El especialista pidió apostar a la regulación de precios y criticó la liberación total del mercado que propone Cambiemos en beneficio de las grandes transnacionales: “Tenemos un modelo que no exporta y que tiene una actividad económica que se nutre de importaciones”, aseveró. Si el mercado interno no es una opción para el gobierno y las clases con medios y bajos ingresos tienen que hacer “un esfuerzo” para que la economía comience a crecer, ¿serán los muchachos de Macri los embajadores de la alegría o más bien son los reyes del tarifazo? Los trabajadores y los que hace rato fueron despedidos de sus puestos de trabajo seguramente no dudarían en contestar este interrogante.
Por Carlos López / La economía argentina sufrió un profundo cambio conceptual a partir de las políticas aplicadas por Cambiemos, que principalmente generaron un deterioro en la solvencia de los salarios de los trabajadores, pérdida del poder adquisitivo y freno del consumo de bienes y servicios. Este escenario monetario buscado por Mauricio Macri desde su asunción en nada ha detenido a una de las mayores preocupaciones de los argentinos: la inflación. Los índices de precios a febrero de 2018 siguen indicando que la Argentina está muy lejos de ser un país con un porcentaje de inflación coherente, más bien hoy trasluce la disparidad de la competencia del mercado, donde las pequeñas y medianas empresas resisten día a día contra el poder de las transnacionales, que ven al país más bien como una posibilidad de expansión privada pero que no genera ningún tipo de igualdad a niveles sociales. El abandono de la regulación del mercado genera que simplemente los más fuertes puedan sobrevivir antes escenarios de inestabilidad política y económica.
El economista del Departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación y docente e investigador de la UBA, Ernesto Mattos, fue consultado por esta agencia para analizar las principales causas de la regularidad con la que la inflación se mantiene creciendo en la Argentina. «El modelo económico de este gobierno se caracteriza por el endeudamiento para financiar la reducción del gasto público y bajo esa característica se le agregan las fuertes importaciones”, explicó el especialista, quien además confirmó que Macri aplica un modelo inflacionario con un déficit en los dos primeros años de gestión de casi 17 mil millones de dólares. La Argentina que propone Macri se resume en cinco claves alarmantes. Primero, el déficit fiscal primario alcanza el 4,3% del PBI. Segundo, el déficit por intereses de deuda externa llega al 2.3% del PBI. Tercero, un déficit provincial del 1% del PBI. Cuarto, el déficit cuasifiscal por intereses de Lebacs toca el 1.7% del PBI. Sumando estos cuatro componentes el gobierno alcanza un déficit consolidado de nada más y nada menos que 9,3% del PBI nacional. Por último, en quinto lugar y como un elemento extra, se destaca el 4% de déficit de cuenta corriente.
Mauricio Macri y su gobierno de CEOs conducen a un escenario desastroso en términos económicos, lo que poco tarda en impactar a niveles sociales, y que luego es respondido con vigilancia y castigo, utilizando a las fuerzas de seguridad. Una de las estadísticas más alarmantes remarca que con más de 20 meses al frente de la Casa Rosada, el gobierno logró que los trabajadores tengan un retroceso de más del 6% en el salario real. La pérdida del poder adquisitivo y el deterioro del consumo son dos pilares fundamentales que llevan a la Argentina a una situación de desesperación económica y crisis social. Pese a las preguntas de los medios que comen del rebaño del gobierno como “¿Es tan malo tener inflación?”, Cambiemos no puede ocultar que el aumento sostenido de los precios es una problemática lejos de solucionarse, al igual que la escalada ya casi constante del dólar, acción correspondiente con la incertidumbre local que provoca que los grandes intereses se refugien en la moneda norteamericana por caída de la expectativa de crecimiento interno. En principio, la inflación superará el 20% en 2018, según los primeros análisis de entidades como el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF), y principalmente como coinciden la mayoría de los analistas económicos esto se debe a las subas de las tarifas en los servicios públicos que Macri decretó para este primer trimestre del año. Mientras suban los servicios básicos y públicos, la aguja de la inflación seguirá subiendo. En enero, el registro de la inflación alcanzó al menos el 1,7%, según los análisis previos, lo que en febrero podría elevarse incluso hasta un 1,9%.
En este sentido, Mattos remarcó que «la enorme salida de dólares del país se financia con endeudamiento, que también se utiliza para complementar el gasto público, porque el gobierno ha tratado de reordenar el presupuesto nacional y redestinar lo que era parte del gasto social para pasarlo como intereses de la deuda, y de esa manera acumular los casi 62 mil millones de dólares de reserva que se tienen hoy. El tema es que ninguno de estos dólares es del comercio exterior, entonces tenemos un modelo que no exporta y que tiene una actividad económica que se nutre de importaciones». Nada de esto parece diferente a las políticas económicas que se aplicaron en los avances más fuertes del liberalismo sobre los países de América Latina, tal es el caso de lo que ocurrió en la Argentina durante las dictaduras militares y más cerca de la actualidad en la década del ’90 con políticas de shock que sólo tardaron unos años en detonar la mayor crisis económica y social de la historia de un gobierno democrático.
El aumento de las importaciones, la exportación reducida a los granos y el deterioro de la producción nacional son tres pilares que la política económica de libre mercado está aplicando en el país, con el agregado de una deuda que sigue creciendo. Una muestra de esto son las estadísticas que se dieron a conocer la pasada semana sobre la producción de automóviles. Si bien se indicó como un récord que las ventas totales a concesionarias en el mercado interno treparon a las 883.802 unidades en el 2017, un 22,5% superior respecto a las cantidades del año 2016, la realidad es que el 70% de los autos vendidos provienen de la importación. Por ende, la producción de automotores cayó un 0,1% interanual en 2017, al fabricarse 472.158 unidades, mientras que los utilitarios mostraron un crecimiento del 16% interanual y los automóviles registraron una caída del 15,6%, tal como lo informó la consultora de Investigaciones Económicas Sectoriales (IES). De la misma manera ocurre esto con tantos otros rubros que desde la asunción de Macri se han enfocado en exportar a bajos costos para luego vender en el mercado interno a precios inalcanzables por las clases medias y bajas, lo que genera una reducción del consumo en términos generales, que a su vez repercutirá de manera negativa en las industrias nacionales que se verán prácticamente obligadas a las reducciones de personal, aumentos de precios y otras políticas empresariales para continuar generando el mismo nivel de riqueza. Es decir que el gobierno de Macri no sólo tiene un pacto con las grandes trasnacionales, sino que además es responsable de aplicar políticas que generen un constante aumento de precios, y como consecuencia, un modelo inflacionario.
Es por esta razón que Mattos destacó que el de Cambiemos «es un modelo económico que a largo plazo se hace difícil pensar que pueda tener un crecimiento sostenible. Va a tener vaivenes, crisis y obviamente niveles altos de inflación porque lo que se compra barato por importación afuera se vende caro adentro, cuando hablamos de bienes finales e insumos para la industria. Es un modelo inflacionario, aun con endeudamiento e importación», dijo al mismo tiempo que subrayó que con esta gestión nacional “se derrumba la sonsera con la cual se convence a muchas personas de que la emisión genera inflación, cuando la realidad es que la inflación, así como lo reconoció el presidente del Banco Central (Federico Sturzenegger), la culpa parece que es de los precios regulados, pero si analizamos qué son los precios regulados son los ajustes de tarifas: luz, agua, gas, transporte. Entonces lo que está diciendo es que la culpa del shock inflacionario tiene que ver con los precios regulados que son manejados por el ministro de Transporte, (Guillermo) Dietrich, y el ministro de Energía, (Juan José) Aranguren». Justamente en septiembre del año pasado ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, evitó hacerse responsable de los aumentos en las tarifas que explicaba frente a la comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados, y apuntó que tanto Aranguren como Dietrich “son los que determinan la modificación en las tarifas”.
Es así como la producción argentina atraviesa un escenario de permanente incertidumbre industrial. Las empresas transnacionales hoy controlan los principales rubros de producción y son las principales encargadas de formar precio, y es justamente por ello que las políticas contrarias al libre mercado de Macri auguran por una regulación de precios que permitan a la pequeña y mediana empresa y a las cooperativas a tener un margen de rentabilidad y una estabilidad sostenida. Uno de los posibles caminos para solucionar la tan temida inflación es para Mattos «tener un mercado interno fortalecido con un poder adquisitivo de las personas, precios regulados en los servicios públicos que permitan compensar los leves aumentos, un gobierno que pueda subsidiar a los sectores industriales, un gobierno que invierta en materia prima». A su vez, el economista añadió que «una economía regulada es la única clave para salir de la inflación, como lo hizo Estados Unidos en su época dorada. El libre mercado ya vemos que no es el camino, con dos aumentos de combustible en una semana no se puede crecer. Por el contrario, el precio regulado mantiene una rentabilidad, una discusión en la planificación de a cuánto se tiene que vender un producto, marcarlo a precio internacional, tratar de abastecer a las industrias para que puedan producir barato y así vender barato internamente».
Cambiemos siempre pondrá el foco de tensión en el mercado, los gremios, los trabajadores y las clases más desprotegidas. Porque así es la concepción que Macri tiene del país y que quieren los grandes poderes económicos del mundo. Pero lo que nadie en el gobierno afirma -aunque se le escape a Dujovne- es que si el mismo gobierno es quien decide recortar la emisión de dinero y también decide ajustar el gasto, entonces es el gobierno el que genera inflación, porque todos los precios regulados son costos fijos de las industrias y en muchos casos los servicios que pagan los usuarios finales en los hogares. Los sectores con ingresos más bajos son los más afectados por la política monetaria que genera inflación, dado que tienen que ir achicando la cantidad de productos que se consumen, dando prioridad a alimentos, lo que deteriora la calidad de vida de las familias y además restringe el acceso a determinados bienes y servicios, es decir que genera desigualdad social.
Si la inflación y el aumento desorbitante de los precios ha sido una constante durante la gestión de Macri, poco va a cambiar en los dos años que restan de su gobierno. La política internacional de apertura de importaciones y el deterioro de la industria nacional es más que un capricho para los macristas, es más bien una elección de rumbo social al que sólo están invitados ellos mismos, las altas clases y las compañías trasnacionales. ¿Qué sigue? Menos consumo, menos producción y más despidos y más hambre. Mientras no se busque fortalecer la producción nacional y se devuelva el valor agregado a los sectores trabajadores, la economía argentina tiene un rumbo poco auspicioso para el pueblo y muy prometedor para los importadores que responden a intereses extranjeros.