Si creen que se trata de conclusiones a las que arribaron economistas o divulgadores kirchneristas, de la izquierda o del movimiento sindical, pues entonces están equivocados. Simplemente surgen de admisiones o actos fallidos – aquellos que en 1901 Sigmund Freud analizara en “Psicopatología de la vida cotidiana” – del que seguramente es ser el más “cuadro” de los medios de comunicación hegemónicos de este país: el diario La Nación.
“Mauricio Macri sabe que su destino político se jugará en el territorio de la economía (…). El problema de Macri consiste en que los inversores extranjeros lo aplauden, pero no invierten (…). La mirada extranjera es crucial. El problema de Macri consiste en que los inversores extranjeros lo aplauden, pero no invierten. La composición de la inversión durante el año pasado fue así: de un total de poco más del 20 por ciento de inversión total, 17 correspondieron a la inversión privada nacional (incluye a los extranjeros que ya están en el país), 3 al Estado y solo el 0,5 a la nueva inversión externa”. Así de clarito se expresa uno de sus columnistas estrella, Joaquín Morales Solá, con más transparencia por cierto que en aquella reciente vez que reveló como el ministro Jorge Triaca tiene dotes fantasmales, que cuando habla se expresa con una voz que no sale de su cuerpo. Lo hizo el domingo reciente, en su nota “Macri, entre el dólar y los Moyano”.
En la misma edición, La Nación traduce y reproduce un texto de Peter S. Goodman, enviado desde Londres y publicado por el diario estadounidense The New York Times: “A diez años de la gran crisis, la economía global retoma vuelo”.
Entre algunos de sus párrafos puede leerse: “Todas las potencias están en un proceso de crecimiento, algo que no se registraba desde la debacle financiera de 2008; inquietud por una guerra comercial. Una década después de que el mundo se hundiera en una devastadora crisis económica, finalmente se alcanzó un indicador clave para medir la recuperación. Todas las grandes economías del mundo están en expansión al mismo tiempo, una ola sincrónica que está creando empleos, generando fortunas y aplacando los temores de agitación popular (…). No hay una explicación transparente y abarcadora de cómo hizo el mundo para escapar finalmente de la recesión global. En Estados Unidos, la economía fue impulsada por el enorme gasto público del gobierno anterior, sumado a los recientes 1,5 billones de dólares en rebajas de impuestos, y Europa finalmente siente los efectos del dinero barato que bombea el Banco Central Europeo. En términos generales, la actual mejora no se debe al hallazgo de una nueva fuente de riquezas, sino más bien al simple hecho de que las fuerzas negativas que coartaban el crecimiento finalmente agotaron su potencia destructiva. Muchos economistas creen que los beneficios del actual crecimiento solo alcanzarán a la clase alta, con formación y conexiones políticas, que ya se alzó con el botín en numerosos países, dejando tras de sí a una clase trabajadora cuyos salarios están estancados por más que desciendan los índices de desocupación (…). Estados Unidos, la mayor economía del mundo, ingresó en su noveno año consecutivo de crecimiento: debido a la rebaja de los impuestos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) modificó a la suba sus expectativas de crecimiento para ese país, del 2,3 al 2,7% para el año en curso (…). Se espera que este año y el siguiente la economía del mundo crezca un 3,9%, frente al 3,7% del año pasado y al 3,2% de 2016, según el FMI. Eso es positivo, pero no hay que olvidar que en los años previos a la crisis, el crecimiento global solía ubicarse arriba del 4% (…). El informe también advierte sobre la creciente desigualdad económica, sobre el auge de las ciberamenazas y un aumento de la incidencia del clima extremo (…).’La verdadera preocupación es que se desate una guerra comercial’, dice Ban May, economista de Oxford Economics, de Londres. ‘Su impacto sería muy grave’».