La situación en la zona sanitaria de El Impenetrable es grave en pobreza y enfermedades, especialmente respecto del Mal de Chagas, a tal punto que las casas están colonizadas por el vector. Se llegó al extremo de que los moradores son las vinchucas y los huéspedes los que viven en los ranchos, según un informe de Centro Mandela de DD.HH, tomado de la Red Eco Alternativo.
Nicolás García , indígena de la etnia wichi, se animó a reclamar por sus derechos y por las familias de su comunidad. Pide que se fumiguen las viviendas que están invadidas de vinchucas en el paraje Nueva Esperanza, ubicado en la propiedad comunitaria indígena, en cercanía del casco urbano de la localidad de Misión Nueva Pompeya, en el Impenetrable chaqueño.
García, con algunas dudas, opinó que en 1994 fue el año en que se efectuó la última fumigación. En la tarea de hacer memoria, dijo que fumigaron “cuando lo del cólera”, refiriéndose a los casos que se produjeron en la zona durante ese año. La situación se agravó porque renunció quién se encontraba a cargo del Programa Nacional de Lucha contra el Chagas en la zona sanitaria de El Impenetrable. Además, durante la gestión de la ex ministro Mariel Crespo, en que profundizó la crisis en Salud Pública, se desmantelaron los equipos de fumigación y de evaluación entomológica de ranchos y viviendas.
Todo contribuyó a que la situación sea sumamente crítica en la actualidad, a tal punto que las casas están colonizadas por el vector. Se llegó al extremo de que los moradores son las vinchucas y los huéspedes los que viven en los ranchos. El nuevo Ministro de Salud, Luis Zapico, con trayectoria gremial, tuvo la intención de visitar la zona el jueves 18 porque no la conoce, pero no pudo llegar por las lluvias y el estado de los caminos.
El 15 de enero pasado García se atrevió a formular una exposición en la Comisaría de Misión Nueva Pompeya. Señaló que un “grupo que trabaja para combatir Chagas andaban en dos camionetas y visitaban las casas, entraban y revisaban. En algunas viviendas capturaron vinchucas y las ponían en un frasco que llevaron. Después le pedían los datos de identidad de toda la familia que vivía en las casas y completaban una planilla y hacían firmar. Luego ponían unas letras y numero en el frente de la casa. En la mía me pusieron PY 3301, pero nunca fumigaron contra las vinchucas. Por todo esto, yo y mis vecinos necesitamos saber si van a venir a fumigar ya que en el barrio y zonas aledañas existe muchas vinchucas, y también problemas de salud por este tema (…) desde hace varios años no fumigan mi casa, las de mi vecino, y en la zona donde yo vivo”.
En el paraje Nueva Esperanza construyeron viviendas que produjo un marcado hacinamiento de pobres porque se concentraron muchas familias aborígenes en espacios muy reducidos, sin que el Gobierno tomara en cuenta ni considerara que antes criaban cabritos, gallinas y elaboran ladrillos, lo que les permitía vivir en mejores condiciones.
Nicolás García, que vive en el lugar, es auxiliar docente aborigen que ejerce una prudente y moderada ascendencia en su comunidad. Tiene varios hijos. Uno de los niños sufre síndrome de down. Este indígena contó que en el invierno de 2016 llegó al lugar una brigada que lucha contra la vinchuca, que se presentaron en su casa. Venían de Misiones y llegaron con dos camionetas. Tomaron los datos de los integrantes de las familias, hicieron firmar unas planillas, juntaron vinchucas que preservaron en frascos e individualizaron las casas con letras y números que inscribieron en los frentes y puertas. Dijeron que volverían para fumigar, pero no lo hicieron.
Los agentes que afirmaron que pertenecían al programa de lucha contra el Mal de Chagas del Ministerio de Salud de la Nación. Coincidieron en que existían muchas vinchucas en las viviendas, pero no fumigaron. Es probable que solamente realizaran evaluaciones entomológicas, a partir de cuyos resultados positivos (vinchucas parasitadas) debieron planificar un plan de fumigación que se debía realizar en forma inmediata, sobre todo antes de que llegara la primavera de 2016 y el verano siguiente.
Según refirió un curtido lugareño, varios jóvenes solidarios de la ONG Abriendo Caminos, que se ocupa de la desnutrición infantil, informaron de la situación en el Hospital de Nueva Pompeya y solicitaron que llevaran adelante un programa de fumigación, que se tendría que haber comenzado el 15 de enero pasado.
Por si fuera poco, además de que las vinchucas colonizaron los ranchos y las viviendas, llegaron las hormigas. Herminda Sevil, hija de Miguel Navarrete, tuvo hijas gemelas. Una nació con una cardiopatía asociada al Mal de Chagas. Salud Pública resolvió operarla, pero la mamá se opuso en función de sus propias razones. Vivían en un ranchito de barro de 1,70 metros de altura, del cual debieron irse por la cantidad de vinchucas que allí anidaban.
Cuando nacieron las gemelas les prestaron una pieza de material de 2×3 metros que estaba poblada de hormigas “carniceras” que picaron a las bebas por lo que debieron mudarse y vivir afuera, debajo de una cobertura de plástico. Contaron que eran “hormigas bravas, que pican muy feo”.
“Las promesas se hacen realidad”, afirmó el director del nuevo hospital de la localidad, Dr. Claudio Tapia, poco antes de la inauguración del moderno edificio del nuevo Hospital de Pompeya, que lucía como la contracara de las viejas instalaciones, que estaba en condiciones prácticamente ruinosas.
Muy pocos gobiernos comprendieron que para que funcione bien un hospital público no alcanza con apilar ladrillos e instalar equipamiento. El factor humano de profesionales, técnicos, enfermeros, mucamos y choferes definen cuando un centro hospitalario presta el servicio sanitario que necesita la población, que como objetivo y meta es muy fácil de identificar porque gran parte de los datos son procesados y consolidados anualmente por la Dirección de Estadísticas Sanitarias del Ministerio de Salud de Chaco, aunque se ocultan datos socio-sanitarios esenciales, bajo el paño de las cifras negras.
En El Impenetrable, invariablemente, se exige y no se brinda un aceitado funcionamiento de salud pública porque es la región que tiene los peores indicadores socio-sanitarios del país, con antiguas endemias como tuberculosis, Mal de Chagas, desnutrición, Mal Nutrición, parasitosis, embarazos precoces o prematuros y nacimientos de chicos con discapacidades y mal formaciones por las razones que el sistema conoce y muchas veces oculta. En estos días se presume la proliferación del aedes aigypti, transmisor de dengue, zika y chikunguya, porque fueron intensas las lluvias en la región y se multiplican los criaderos de mosquitos.
En diciembre del año pasado el gobierno publicitó intensamente la inauguración y que la inversión superó los 17 millones de pesos. Señalaron que “era una de las obras soñadas por la comunidad de Misión Nueva Pompeya para la atención sanitaria de toda la región (…) Pompeya es el corazón del Impenetrable y se atiende a muchos parajes. Las expectativas están puestas en el nuevo equipamiento que vamos a tener en las áreas de laboratorio, radiología, odontología, maternidad, consultorios externos, guardias permanentes. En este hospital acuden más de 150 personas diarias para la atención por diversas patologías”, concluyó Tapia.
Sin embargo, el Hospital de Pompeya funciona de regular a mal. El principal problema es la falta de médicos. Existen tres, pero solo trabaja uno en forma diaria y cumpliendo la carga horaria de 44 horas semanales, al que se agrega uno itinerante. Casi todas las atenciones se brindan en el Servicio de Guardia, lo que conspira contra la correcta atención médica hospitalaria. Justamente por la falta de médicos es donde más se evidencia la mala atención. En la Guardia se concentra y se pone en evidencia el mal funcionamiento del Hospital, que muchos casos no cuenta con médico de guardia. Por ese motivo los enfermos vuelven a sus casas sin ser atendidos. En algunas ocasiones atienden los enfermeros, quienes recepcionan a los pacientes que insisten en ser atendidos y hacen de médicos.
El director Claudio Tapia, que es bioquímico, se esfuerza pero no alcanza, al igual que la exjefa de la región sanitaria, la enfermera Magdalena Anriquez, que recibió apoyos y críticas por igual dado que el sistema de salud pública funciona mal desde Pompeya hasta Fortín Belgrano y los parajes rurales intermedios. Los costos son pagados naturalmente por los enfermos con pérdidas prematuras de salud y de vidas, aunque las causas sean evitables o altamente evitables, especialmente quienes forman parte de las comunidades indígenas y de los criollos pobres.
Para intentar un cambio, designaron al Dr. Daniel Morales como nuevo jefe de la zona sanitaria El Impenetrable. Este médico ya se desempeñó en ese cargo durante la gestión del ex gobernador Capitanich, sin que lograra mejorar el funcionamiento del sistema sanitario de la región. Es probable que no logre cambios sustanciales puesto que la crisis es estructural y no se arregla con un cambio de jefatura.