Así lo señala el sitio El Cohete A La Luna su director, el colega Horacio Verbitsky, en una carta dirigida a los lectores de su director. En ella presenta la amplia cobertura de análisis publicada el pasado domingo en ese medio sobre la reciente gira del Papa por Chile y Perú. Este lunes, la misma página digital informativa distribuyó una nota de opinión sobre el viaje papal, firmada por Eduardo de la Serna, integrante del Grupo de Curas en Opción por los Pobres, que pasamos a reproducir, tal cual lo hacemos primero con el artículo de Verbitsky “El jesuita Jalics vuelve a cuestionar el rol de Bergoglio”, del día 21 de enero. Pero antes, parte de lo que afirma su carta.
“La edición del domingo 21 incluye una primicia de alcance global: el sacerdote jesuita Francisco Jalics insiste en la responsabilidad del actual papa Francisco en su secuestro y torturas durante la última dictadura. Incluso dice que fue más grave la conducta de la Iglesia Católica y de la Compañía de Jesús que la de los militares, dadas las informaciones graves e injustas que habían recibido. Pocos días después de la elección de Jorge Bergoglio como Papa, Jalics declaró que se sentía “obligado” a liberarlo de sospecha. Pero un año después le escribió a la hermana de Orlando Yorio, secuestrado junto con él, y ratificó los cargos, si bien dijo que seguiría guardando silencio, y le pidió que mantuviera la carta en secreto. En su lecho de muerte, Graciela Yorio decidió no atender ese ruego y encomendó a su hijo que me hiciera llegar ese material definitorio, que prueba la veracidad de las denuncias de Yorio y sus hermanos. La carta encabeza una amplia cobertura sobre la visita papal a Chile y Perú, su creciente dificultad para conciliar posiciones contrapuestas dentro de la Iglesia y los realineamientos políticos que su viaje provocó en la política argentina (…).”
El jesuita Jalics vuelve a cuestionar el rol de Bergoglio (Por Horacio Verbitsky):
Hace dos años murió Graciela Yorio, hermana del sacerdote jesuita Orlando Yorio. Ni ellos ni el hermano Adolfo Yorio, que falleció hace dos meses, obtuvieron respuesta del Vaticano ni de la Compañía de Jesús cuando reclamaron que se clarificara el rol de Jorge Bergoglio en el secuestro de Orlando y el de Francisco Jalics en 1976. El cuarto hermano de esa familia devastada por la pena, Carlos Yorio, nunca habló públicamente del tema. Ya internada, Graciela Yorio le dejó dos cartas a su hijo Mariano para que me las entregara. Están firmadas por Jalics, quien en respuesta a una nota mía de 2013 declaró por escrito que se había reconciliado con Bergoglio, a quien eximió de responsabilidad en su martirio. Jalics, ahora de 90 años, vive en una residencia jesuita de Baviera. Tuvo incluso la cautela de no poner la fecha. Pero en una de las cartas dice que está por cumplir 87, lo cual indica que es de 2014. Es decir que un año después de absolver en público al ahora Papa, seguía señalándolo en privado por su comportamiento durante la dictadura, incluso con más dureza que a quienes lo secuestraron y torturaron.
Jalics le dice a la hermana de Yorio que no cree que los militares “hayan hecho algo verdaderamente gravemente injusto con él ni conmigo cuando siguieron las informaciones que habían tenido”. O sea que las informaciones sí eran graves e injustas, como siempre dijo Orlando. Pero, agrega Jalics, “no puedo decir lo mismo de la Iglesia ni de la Compañía [de Jesús]”. Es decir que sí fueron gravemente injustas con ellos.
En su libro de Ejercicios de meditación, de 1994, Jalics coincidió con Yorio en la recriminación a Bergoglio, quien los separó de la orden jesuita por trabajar en las villas miseria, desprotegiéndolos. El responsable de que se los acusara de colaborar con la guerrilla hizo “creíble la calumnia valiéndose de su autoridad” y “testificó ante los oficiales que nos secuestraron que habíamos trabajado en la escena de la acción terrorista. Poco antes yo le había manifestado a dicha persona que estaba jugando con nuestras vidas”. Jalics no mencionó a Bergoglio pero su relato coincide punto por punto con el de Yorio, quien sí lo identifica como la autoridad eclesiástica que convalidó la calumnia. También con documentos posteriores en los que Bergoglio vuelve a mencionar a Jalics ante un funcionario de la dictadura como “sospechoso de contacto con guerrilleros”.
En su castellano ripioso, el húngaro Jalics añade en la carta a Graciela Yorio que no ha vuelto a hablar del tema porque eso es “lo que me dice mi conciencia. Yo estoy convencido que Orlando está conforme con eso”. Y termina con un ruego: “Confío que de esta carta nada se hace público, ni siquiera el hecho de que te escribí. Eso me pondría en una situación muy desagradable”. Se comprende mejor qué quiso decir en 2013, a pocos días de la elección papal, cuando en la página web de la Compañía de Jesús del sur de Alemania declaró que se sentía “obligado” a liberar a Bergoglio de sospechas, frase que un jesuita no escribe al azar. Es de desear que no tomen represalias contra él por la publicación de esta carta que vuelve a poner las cosas en su lugar, pese a las toneladas de estiércol arrojadas desde Roma y la prensa canalla sobre quienes investigamos esta historia.
La decisión del papa Francisco de visitar los países vecinos pero no el propio, su destrato al presidente electo chileno Sebastián Piñera (tan parecido al que dedicó a Maurizio Macrì en febrero de 2016), su cerrada defensa de un obispo protector de pedófilos; su simpatía por el joven abogado Juan Grabois y sus tomas de posición sobre el conflicto con las comunidades mapuche están coagulando alineamientos políticos que remiten a épocas remotas. Quien se hubiera dormido en febrero de 2013, cuando se preparaba el cónclave para elegir al sucesor del renunciante Joseph Ratzinger, y se despertara ahora, no podría entender ni la simpatía hacia el Sumo Pontífice de la ex presidente CFK ni la inquina de Macrì y de los respectivos seguidores. Esto es ostensible, pero no ha merecido suficiente reflexión, porque la vorágine de la coyuntura tiende a resolver estas corrientes históricas profundas en anécdotas que se agitan sobre la espuma superficial.
Por cierto hay excepciones y no todos cruzan tan ligeramente la raya. Por ejemplo, Graciela Yorio murió sin olvidar, sin perdonar y sin reconciliarse. Junto con las cartas le dictó estas líneas a su hijo para que me las hiciera llegar: “Las guardé pensando que Francisco [Jalics] se iba a ir antes que yo, pero parece que no es así. Gracias por todo lo que has hecho con tus rigurosas investigaciones y tus verdades irrefutables. Un gran abrazo”. Pensé en ella desde que el otro Francisco pisó suelo chileno. Con esta publicación cumplo su mandato.
Cosa de zurdos
En Chile Jorge Mario Bergoglio manejó el doble mensaje que caracteriza desde hace siglos a la institución que preside:
1. Pedido de disculpas por los abusos sexuales de obispos y sacerdotes pero respaldo sin dudas al principal acusado en la jerarquía chilena, con quien concelebró la primera misa, pese a que hay constancia documental de la preocupación pontificia por el caso, con firma y en papel membretado. Otro tanto ocurre en la Argentina con Julio César Grassi, ya con condena firme, quien dice sin ser desmentido que Bergoglio era su confesor y “nunca me soltó la mano”. El Episcopado que presidía el ahora Papa contrató al jurista Marcelo Sancinetti, quien escribió tres tomazos en los que compara las denuncias por pedofilia con la caza de brujas, lo que se dice mentar la soga en casa del ahorcado. Bergoglio los utilizó para suministrar elementos a la Corte Suprema de Justicia por fuera del expediente, lo que no alcanzó para evitar la condena. Los políticos que se subordinan al liderazgo de Francisco dicen que la problemática de los abusos sexuales no debe distraer del compromiso papal en materia de derechos económicos, sociales, ambientales y laborales. Sin duda Francisco es un aliado valioso para cualquier causa, y sus posiciones de los últimos años en esas materias coinciden con el ethos de lo que aquí se conoce como nacional y popular y que sus adversarios liberales deseñan como populismo. Por si a alguien le interesa, coincido con buena parte de los puntos de vista del Papa. Su discurso ecologista en la Amazonía peruana, ante representantes de los agredidos pueblos originarios y del presidente liberal Pedro Pablo Kuczynski, me parece excelente. Buena parte de las confusiones que Francisco provoca entre las fuerzas políticas obedece a la dificultad de separar el mensaje del mensajero y el marketing de la política.
2. El 10 de enero de 2015, Francisco designó a cargo de la diócesis de Osorno al obispo castrense Juan Barros, uno de los acusados de encubrir los actos de pedofilia del sacerdote Fernando Karadima. Ante la agria reacción que el nombramiento provocó en la comunidad y entre varios obispos, tres semanas después envió una carta al Episcopado chileno en la que contaba el plan de alejarlo con un año sabático pero descargaba en el Nuncio Ivo Scapolo la responsabilidad de haber frustrado esa salida al comentarla antes de tiempo con Barros. Un Bergoglio auténtico.
3. En octubre del mismo 2015 un grupo de fieles chilenos le dijo que Osorno sufría por la designación de Barros. Francisco replicó que “Osorno sufre por tonta” y acusó a “los zurdos” de haber inventado la historia, en ese lenguaje que tan bien conocieron Yorio y Jalics y que figura en el informe de un servicio de Inteligencia que encontré en el archivo de la Cancillería, cuando Bergoglio batallaba contra la Teología de la Liberación. Ahora, una vez extinguida, la ensalza.
4. Antes de seguir a Perú, reiteró que se trataba de calumnias y que la justicia no había probado nada. La periodista chilena Mónica González Mugica, cuyo centro de investigación CIPER Chile destapó el escándalo y es coautora del libro Los secretos del imperio de Karadima, afirma que “la justicia civil no condenó a Karadima ni a sus cómplices sólo porque sus delitos estaban prescriptos. Pero en el expediente quedaron los testimonios de todos sus abusos de conciencia y sexuales”. En el libro que escribió junto a Juan Andrés Guzmán se lee que “Karadima cometía sus abusos de conciencia y sometimiento con testigos: su círculo personal y al que no accedían más que sus favoritos. Y Barros lo era. Los sexuales eran solo en su círculo íntimo. Es su práctica habitual, igual que los torturadores, para involucrarlos a todos”. Uno de los denunciantes, Juan Carlos Cruz, preguntó si debió haber tomado una selfie mientras lo abusaban y publicó una foto que ejemplifica el círculo personal de Karadima, quien aparece arrodillado mientras Barros y otros cuatro obispos le realizan una imposición de manos a distancia.
En varios links de CIPER Chile se brindan los detalles, que aquí se ahorran porque son repugnantes. Una de las víctimas abusadas dice: “Juan Barros constantemente se andaba ofreciendo a Karadima. Y el cura lo usaba, porque tenía muy buenos contactos ya que su familia le hizo un gran regalo a la Nunciatura. Siempre se dijo que si Barros llegó a ser obispo fue porque tiene pitutos en ese nivel. El propio Karadima decía que Barros no es un hombre muy inteligente”. Esa declaración la formuló ante el canciller del Arzobispado, Hans Kast, quien la ratificó ante la justicia. El Papa no podía ignorarlo. La cuestión no son los hechos, que están bien probados, sino la interpretación. También Marcos Peña Braun y Macrì creen que Jorge Triaca se equivocó pero que no es tan grave. Es uno del equipo, y ya pidió disculpas.
5. Referencias afectuosas a los mapuche, saludo en su lengua, solicitud de respeto por su cultura y sus derechos, repudio a las injusticias contra ellos, incluso con un hermoso poema de Violeta Parra, pero negativa a recibir al sector que con más énfasis reclama la devolución de las tierras ancestrales, al que elípticamente acusó de violento, tal como hace el gobierno chileno y, desde hace poco, también el argentino. El vocero de ese sector, Aucán Huilcaman, le dijo al diario argentino La Nación que el discurso del Papa fue “tibio, ambiguo e impreciso” y de contenido irrelevante y lo atribuyó a que “él sabe a la perfección qué pasó en Neuquén, Río Negro y Chubut con los despojos de tierra de Julio Argentino Roca y la acción del Ejército chileno en la Pacificación de la Araucanía hasta la actualidad”, en los que ve “responsabilidad del Vaticano”. Ante una pregunta del diario, agregó: “Le faltó reconocer el derecho a la tierra, que es la causa de las tensiones y controversias. Le faltó señalar que el Estado tiene una responsabilidad en lo que sucede”. A su juicio, fue un discurso “político, mirando más al Estado argentino, el chileno y las corporaciones”. El Papa dijo que “la violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa”. Para Huilcaman “es una verdad a medias. Porque él sabe que la violencia institucional comenzó hace más de un siglo y hasta el día de hoy. Si hubiese dicho violencia institucional histórica y actual, eso sí hubiese sido completo”.
6. Misa en una base militar erigida sobre tierras que los mapuche denuncian como apropiadas a la fuerza, pero mención a las graves violaciones a los derechos humanos que se produjeron allí durante la dictadura. En Chile fue inevitable el cotejo con la visita del Papa polaco Wojtyla en 1987, que el diario español El País describió así: “Juan Pablo II rompió todos los protocolos a favor del dictador (…). El coloquio con el general duró 45 minutos; se asomó a tres balcones junto al general, vestido de azul, para saludar y bendecir a la gente fiel al gobierno (…). El Papa concedió al presidente el regalo de rezar juntos en la capilla del palacio (…). Cuando Juan Pablo II se levantó, la esposa del general se echó a sus pies para que el Papa la bendijera. Juan Pablo II recorrió salón a salón el palacio, que el general había llenado con personalidades del Gobierno, el Ejército y la Magistratura. Hubo intercambio de regalos. Uno a uno fueron desfilando, en una procesión interminable, los asistentes al acto. Los hombres daban la mano al Papa y después al general. Las esposas besaban a Juan Pablo II en la mano, y al general, en la mejilla”. Todo ante fotógrafos y cameramen. La comparación favorece a Bergoglio.
7. Sin embargo, la homilía que el papa Wojtyla pronunció en Temuco hace tres décadas fue muy parecida a la de Francisco ahora: alabó las tradiciones, costumbres, idioma y valores de los mapuche (comenzando por “vuestra fe católica”); mencionó “los problemas relacionados con la tenencia de la tierra” de quienes se llaman precisamente “hombres de la tierra”. Pero también predicó contra las “soluciones tentadoras e ilusorias a vuestros problemas, como son las del odio y la violencia”, o la “instrumentalización política de vuestra situación”.
8. En Temuco, Francisco saludó en la lengua mapuche; en Iquique citó a un grupo chileno de rock y les habló a los jóvenes de “ancho de banda”, “conexión”, “red wifi”, “perder señal” y “quedarse sin batería”. Pero eso no lo convierte en mapuche ni en joven, sólo en un sobreactuado vendedor de baratijas.
No hay en esta dicotomía nada que sorprenda a quienes conocen la historia de una organización maestra en cobijar a las tendencias más opuestas en casi cualquier tema, lo cual es una de las claves de su perduración bimilenaria. Pero para que la obra sea creíble, un solo actor no puede interpretar a todos los personajes. Bergoglio fue electo cuando la descomposición institucional apestaba y se requerían remedios heroicos, que chocan con la inercia burocrática y las estructuras de poder que es más fácil denunciar que modificar. El marketing papal, con oportunidades fotográficas como el casamiento en el aire de dos tripulantes o el descenso del Papamóvil para asistir a una mujer policía desmontada por su caballo no bastan para tapar una situación dramática que requiere mucho más que palabras. “El paso del Papa por Chile ha sido una burla”, dijo la socióloga ecuatoriana Sara Oviedo, ex vicepresidente del Comité de la Convención de Derechos del Niño de las Naciones Unidas, que investigó los abusos de menores. “No le creo nada. Dice una cosa y hace otra”, lo descalificó la esposa del ex presidente democristiano Eduardo Frei Ruiz Tagle. Las mismas cosas por las que hace un lustro fue amado, alimentan hoy cuestionamientos y recelos.
Chile es el escenario católico más conflictivo de América. Los escándalos de pedofilia tienen mucha más difusión que en la Argentina, no porque sean más numerosos, y han conducido al surgimiento de grupos de laicos muy combativos, al revés de lo que sucede con el movimiento en defensa de los Derechos Humanos, que es más activo e influyente de este lado de la Cordillera. El conflicto con los mapuche en la Araucanía ha abierto camino para que avance una de las principales obsesiones del Vaticano: la penetración de iglesias y sectas evangélicas, algo que estuvo en el origen de la ruptura con Juan Perón en 1954. Esta suma de factores hace que se vea el truco, porque el ilusionista está obligado a actuar demasiado cerca del público y a plena luz, que no son las condiciones ideales para un acto de magia.
Las mismas razones explican que el costoso viaje (18 millones de dólares) no haya respondido a las expectativas, como muestra la foto que Clarín publicó sobre la última misa de la gira chilena, en Iquique. Cuando se esperaba una afluencia masiva, ese diario minimizó el viaje en las páginas noticiosas y lo deploró en las editoriales. Luego, celebró el fracaso. Las largas colas de autos en la ruta desde Mendoza eran para llegar a las playas del Pacífico, no por amor al prelado.
El Papa hizo en Chile una referencia a los riesgos de agresión que corren quienes viajan en un transporte público vestidos de curas, que parece tomada de la última década del siglo XIX argentino o la primera del XX. Con el propósito de revertir esa situación la Iglesia aprobó la creación de los Círculos de Obreros Católicos, que jugarían un papel significativo hasta la irrupción del peronismo. Su organizador fue el sacerdote redentorista alemán Federico Grote. Su método era ir al encuentro de los obreros allí donde vivían o trabajaban, lo cual le valió ser acusado de socialista. Pero al culminar la primera peregrinación obrera a Luján, en 1892, Grote ofrendó a la Virgen “este nuevo Ejército” a su servicio, para beneplácito de León XIII que el año anterior había publicado De Rerum Novarum, su Encíclica sobre las cosas nuevas. A diferencia de Pío Nono, cuyo Syllabus de los Errores fustigaba con tal rigidez la civilización moderna y el progreso que la Iglesia debió aclarar una y otra vez que nadie se iría al infierno por viajar en ferrocarril, León ratificó la inviolabilidad de la propiedad privada y rechazó la lucha de clases pero declaró la necesaria intervención del Estado en defensa de los trabajadores, cuyo derecho a organizarse reconoció. También definió la existencia de un salario justo, no inferior al costo de mantenimiento del obrero y su familia, contracara de la doctrina marxista del salario, el precio y la ganancia. Esa Encíclica fue la piedra angular de la doctrina social con que la Iglesia Católica emprendió la contraofensiva contra el comunismo y estimuló la creación de organizaciones como las de Grote. Ése es el rol que el Vaticano asigna hoy en la Argentina a Juan Grabois, ya no en relación a la clase obrera, a la que considera relativamente contenida por la dirigencia de la CGT y el peronismo, sino a los excluidos del sistema salariado de producción que, para reproducir su existencia recurren a formas novedosas de organización y de relación con el Estado y el sistema político.
Hijo de un dirigente histórico de Guardia de Hierro, organizador de los trabajadores desocupados en un movimiento masivo, Grabois se distingue por su posición negociadora con el gobierno nacional al que sin embargo zamarrea con energía. Por eso, cuando declaró que Macrì tenía el vicio de la violencia el escándalo fue mayúsculo. Intelectuales que llegaron al liberalismo desde la izquierda, como Juan José Sebreli; estudiosos italianos de la Iglesia Católica, como Loris Zanatta; empleados de Clarín que escriben en La Nación como Marcos Novaro y otros que osan decir su nombre, como Ricardo Roa, saltaron al cuello de Grabois y del hombre del portafolios y los zapatos negros, como si fueran inseparables. El consultor Jaime Durán Barba afirma que el Papa no tiene la menor incidencia en los resultados electorales y de hecho los amigos de Bergoglio que fueron a las urnas no llegaron al 1% de los votos. Pero el gobierno teme, y la oposición desea, que las críticas y los gestos papales contribuyan a erosionar la legitimidad presidencial entre los sectores populares. Con un electorado partido en mitades, un punto en más o en menos puede ser decisivo. El Episcopado local aclaró que el Papa no tenía otros voceros que los institucionales, y lanzó a los extra institucionales propios a explicar que el comunicado se refería al pichón de Pajarito Grabois. (Entre paréntesis, lo conocí en la Facultad de Filosofía y Letras de principios de los años ’60 como marxista de hueso colorado, anteojos verdes culo de botella y orador torrrrrencial, antes de que su bautismo en las aguas del peronismo salvara su alma). Su hijo es el primer católico de la familia.
La relación de la Iglesia Católica argentina con el peronismo se inscribe en esa historia. Formateado por la oligarquía para recuperar por las armas el poder perdido a partir de 1916 en las urnas, el Ejército llevó al extremo el antiliberalismo y el anticomunismo que desde el papado de Pío Nono guiaron la acción eclesiástica. Una de las primeras medidas del gobierno surgido del golpe de 1943 fue implantar la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, intervenir las universidades nacionales e impulsar una purga de maestros y profesores sospechosos de no comulgar con el credo católico como bastión de la nacionalidad. Juan Perón gozó en los primeros años del apoyo eclesiástico, pero pronto desarrolló otra base de sustentación más confiable, en los sindicatos. Su movimiento, dividido en ramas, copió las formas organizativas de la Acción Católica. Pero la colisión se hizo inevitable cuando Perón se negó a que el origen divino del poder reemplazara en la Constitución Argentina a la soberanía popular. En lugar del retroceso hacia la idealizada Edad Media, con una alianza estrecha entre el poder civil y el eclesiástico, la Iglesia Católica se topó con la modernidad argentina, que reivindicaba los derechos del trabajador, con una retórica rousseauniana y no tomista. A partir de 1949 el peronismo integral resultante sepultó aquella ilusión clerical y asumió los contornos de una religión cívica, en la que las dos personas de la pareja presidencial, Perón y Evita, amenazaban con subrogar a las tres de la Santísima Trinidad. Paralela a esa tensión se desarrollaba la disputa de clases por el ingreso, cuando la rentabilidad del capital descendió a la mitad. El Episcopado volvió a alinearse entonces con los sectores tradicionales y encabezó la conspiración que en 1955 condujo al derrocamiento de Perón. Ése fue un golpe eclesiástico con participación de pequeños núcleos castrenses, casi todos retirados. Aviones militares que llevaban cruces pintadas en las alas bombardearon la Plaza de Mayo, donde murieron tres centenares de personas. Al caer la noche, grupos peronistas prendieron fuego a la Catedral y a numerosas iglesias. Hasta el día de hoy, la Iglesia argentina no condenó ni pidió perdón por aquel bombardeo sobre la Plaza de Mayo, donde sólo había oficinistas que iban a sus empleos o salían para almorzar, y tampoco repudió los fusilamientos de tres decenas de militares y civiles dispuestos en 1956 por el régimen dictatorial. Ese gobierno negoció con la Santa Sede la creación de un Vicariato Castrense, que tendría un rol decisivo en las dos décadas siguientes. Sus integrantes predicaron a los militares la doctrina francesa de la guerra contrarrevolucionaria, importada por la organización integrista francesa Ciudad Católica, luego de la derrota en las guerras coloniales de Indochina y el Magreb. Pese a todo ello, el Episcopado logró recomponer su relación con el peronismo y los sindicatos, cuyos dirigentes asisten con regularidad a sus llamadas Semanas Sociales. Ahora que la CGT anuncia que se pintará la cara para resistir el avance mediático, judicial y gubernativo sobre sus estructuras, Bergoglio volverá a predicar que la realidad es superior a la idea, la unidad es superior al conflicto y el todo es superior a la parte, una frase inspirada en San Ignacio de Loyola. Y cada quien sacará sus conclusiones.
Y a continuación “Una reflexión sobre el viaje del Papa” (por Eduardo de la Serna?
El reciente viaje del Papa por las hermanas y queridas repúblicas de Chile y Perú suscitó una importante cadena de comentarios muy diversos. El diario El Tiempo (Bogotá, Colombia) interpreta el paso por Chile como una suerte de fracaso (21 de enero 2018) y dice allí Darío Menor Torres: “En su momento histórico más bajo a raíz de los escándalos de abusos sexuales contra menores cometidos por eclesiásticos, la Iglesia de ese país era la más necesitada de América Latina en recibir al obispo de Roma”. Empiezo citando un periodista “no implicado” ya que las voces en Chile y Perú son parte de la información, y las argentinas son claramente parciales. Y empiezo aquí porque quiero preguntarme varias cosas a raíz de este viaje.
El periodismo ante la Iglesia, el Papa, sus viajes y sus palabras
Habitualmente, la información previa, posterior y en el momento de los viajes de un Papa, podemos “seguirla” por los Medios de Comunicación. Hay cosas que pueden tener un sentido simbólico (que el Papa ayude a una carabinera que cayó del caballo) o desconocido (¿por qué cambió dos veces de carro en Perú?) que figuran más para la galería de anécdotas que para el sentido profundo del viaje.
Dentro de esa información, como ocurre en todos los casos, una cosa es la transmisión precisa de hechos y palabras y otra la interpretación de los mismos. En el primero de los casos, sólo se trata de honestidad o no en la transmisión precisa: “dijo esto / hizo aquello”; en el segundo, se trata de la posición que el intérprete toma ante esos dichos o hechos. Posición legítima, por cierto, en la medida en que esta sea explícita y no quede oculta bajo una capa de supuesta neutralidad.
En mi opinión, la inmensa mayoría de los periodistas al hablar de temas eclesiásticos hacen alarde de una manifiesta y preocupante ignorancia; son contados con los dedos de una mano —a la que, además, le sobran dedos— los periodistas que “están en tema”. Creo que suelen hacer un análisis “político” de un tema que, si bien tiene muchas aristas políticas, no es expresamente político. Y entonces sus modos de análisis resultan parciales, incompletos, o —en algunos casos— francamente espantosos.
Si para el periodismo el Papa es “el jefe de la Iglesia” (y para una inmensa mayoría lo es), sus palabras son “dogmas”, o la Iglesia es una institución “vertical y verticalista”, sus análisis serán distintos a los de aquellos que tengan (tengamos) otra eclesiología. Los dichos del periodista español para El Tiempo demuestran claramente esta ignorancia y este verticalismo. Si el Papa es “el obispo de Roma”, el que “preside en la caridad” a la “comunidad eclesial”; si la Iglesia es una “comunidad de comunidades” en la que hay obispos, curas, laicos de las más diversas corrientes y opiniones (aunque siempre “en comunión”) el sentido de los viajes, de las palabras papales y sus gestos, será sumamente diferente. En lo personal creo que en el periodismo, en estos temas, hay más pereza por entender, hay más ignorancia disimulada, que verdadero esfuerzo de análisis.
Y vuelvo a un ejemplo colombiano. Al terminar el viaje del Papa por Colombia, que fue considerado un éxito, en general hubo una serie de cosas interesantes de preguntarse. Una viñeta de Beto Barreto titulada “Balance de la visita” (publicada en http://dateateweb.wixsite.com/dateatealminuto/a-la-vista) sirve para formularse con profundidad la pregunta. Hablar de éxito o fracaso debería dejar bien claro con respecto a qué expectativa. Muchos de los que aplaudieron la visita, una vez concluida siguieron trabajando militantemente en contra de la paz, por ejemplo; o poniendo obstáculos a su búsqueda ardua. Otros criticaron claramente discursos “buenos” pero que al no ser “encarnados” podían servir para cualquiera, como por ejemplo al denunciar casos de corrupción.
Y retomo el texto del comienzo: si la Iglesia chilena está en un momento crítico, toca a la misma Iglesia (no al “papá” que vive en el exterior venir a arreglar pelea de hermanos). Toca a la Iglesia (no a los obispos [otro síntoma de “pereza” periodística hablar de “la Iglesia” cuando habla un obispo], sino laicos, comunidades, curas y también obispos) analizar las causas y proponer soluciones. En lo personal, si tengo problemas parroquiales puedo consultar a otros curas, pero no espero que otro cura venga a mi comunidad a “traer soluciones”; si hay problemas en mi diócesis, espero que el obispo consulte a los curas, laicos y comunidades y no que venga otro obispo a “decir qué hay que hacer”. No entiendo, por lo tanto, que “el obispo de Roma” venga a la diócesis de “X” a decir qué debe hacerse. Se supone que los problemas, las causas, las situaciones, las posibilidades, los instrumentos para la solución los conoce “la Iglesia local”. Creo —en suma— que los viajes papales y esperar de ellos soluciones, normativas, criterios sólo sirven a una eclesiología que yo rechazo y cuestiono. Y si se celebra que el Papa hable de “amor”, de “paz”, de “comunidad”, de “pobres”, de “solidaridad” o críticamente de la “violencia”, la “corrupción”, la “insolidaridad”, la “indiferencia” es realmente preocupante: que tenga que venir el “papá” a decirnos que tenemos que vivir conforme a lo que nos dice Jesús de Nazaret que debemos hacer resulta verdaderamente preocupante. Y además, si es así, es evidente dónde está el problema por el que “la Iglesia está en crisis”: por no vivir el Evangelio.
El Papa en Chile
Al ser la Iglesia una comunidad internacional (eso significa “católica”) una buena pregunta es cuáles son las fuentes de información —del Papa en este caso— para hablar u obrar. El Papa no tiene posibilidades, sin duda, de conocer a todos los curas del mundo cuando tiene que elegir a “fulano” para que sea obispo de la diócesis “mengania”. Alguien (alguienes) le informa/n. Sin duda una fuente sabida es la Conferencia episcopal del lugar y su embajador en la región, el Nuncio. Claro que si los obispos del lugar están en crisis (es lo que se ha dicho del episcopado chileno) la pregunta adquiere doble sentido. Y cuando las conferencia episcopales son numerosas también cabe saber a quien/es entre ellos elegir a la hora de estar informado. Este tema vale para Chile y casi todos los restantes países (quizás no para Argentina ya que el universo de conocidos para el papa Francisco es más amplio). Siendo que para el consejo de Cardenales que lo asesoran, el Papa ha escogido al cardenal emérito Francisco Errázuriz, es de suponer que él será una fuente privilegiada de información para el Papa. Por tanto, conocer al cardenal puede servir para suponer reconocer una fuente importante de información papal. Sin duda habrá otras.
Por otra parte, si el Papa viaja a una región, es de suponer que los temas que analice, comente, le preocupen sean los temas “pastorales” que para los informantes del lugar sean los más importantes. ¿Cómo podría el Papa saber de la existencia de Tal problema si no le han informado? Sin duda hay temas propios del lugar que —por otro lado— son “generales”: el clero, el episcopado, la pastoral, la evangelización… Habitualmente estos temas, que son el corazón de la misión eclesial, no son mencionados por la prensa salvo que toquen las aristas políticas que les interesan o salvo que orillen escándalos que “venden”. ¿Qué le importa a la prensa en general, si el Papa habla de teología, pastoral o Biblia? Lo que trasciende entonces, de los viajes (este, los pasados o los futuros) es lo que para la prensa (y – en muchos casos – su pereza) “debe” importar.
El Papa en Temuco
En una correspondencia con un amigo, un cura de Temuco que tuvo injerencia en la visita del Papa a la región le decía: “Tuvimos una contra muy fuerte. Amenazas de que se iba a boicotear la actividad, por lo cual muchas personas tuvieron miedo y desistieron de asistir. ¡Nada de eso hubo! El ambiente estuvo cargado de alegría y de espiritualidad”.
Visto desde Argentina (¿por qué deberíamos mirarlo “desde” allí? Lo hago como argentino, pero no creo que sea ni siquiera el lugar más importante para mirarlo) el “tema mapuche” era tema central. Ciertamente lo fue, visto “desde Chile”, pero —obviamente— las realidades son bien diferentes. En nombre de una supuesta “causa mapuche”, la situación de violencia es importante. Muchas iglesias quemadas con lemas tipo “no respetan nuestra religión, no respetamos la suya”, pero ni un solo responsable detenido a pesar que hay destacamentos de carabineros por todas partes, hace pensar en otras posibilidades. Las así llamadas “fuerzas de seguridad” reciben buenos aumentos de presupuestos, salarios y demás en estas circunstancias. Uno puede preguntarse, por ejemplo, por qué los atentados son contra comunidades católicas y no evangélicas, por ejemplo. Para algunos grupos pentecostales todo lo indígena es visto como “idolátrico y del demonio”, mientras que —me consta— hay curas que han participado en nguillatunes, por ejemplo. Conozco curas mapuche que no reniegan de serlo, mientras que los pastores (me refiero a algunos grupos específicos, no a las iglesias evangélicas en general) deben purificarse de su pasado. ¿Por qué no se atenta contra estas comunidades si de “no respetar” lo mapuche se trata? Sospechar de políticas que favorecen a los apropiadores de tierras, a los poderosos y críticos de comunidades eclesiales que tienen una cierta cercanía con el universo mapuche no sería insensato. El tema “violencia”, entonces, es ciertamente distinto, aunque el gobierno argentino quiera inventar inexistentes grupos mapuche violentos en Argentina.
Lo cierto es que el paso del Papa por Temuco fue visto como muy positivo en general. Sin duda puede haber grupos, más o menos representativos de algunas comunidades que estén desconformes pero en general el balance ha sido muy positivo.
El Papa en Iquique
Si tengo en cuenta el “desde” y el “quien”, confieso que a mí me hubiera gustado alguna referencia del Papa a la masacre en “Santa María”, en Iquique (1907). Si la hubo no la registré. Las fotos revelan una magra presencia de público. El tema del que se esperaba que hablara estaría centrado en los migrantes que, en la zona, son un colectivo muy importante (bolivianos, peruanos, colombianos, venezolanos, haitianos, dominicanos…). Sin embargo, también hay que anotar que la zona es parte del territorio anexado por Chile al vencer a Bolivia en la “guerra del Pacífico”, o “del salitre” (1836-1839) y “palabras claras” hubieran significado una “toma de posesión” en el conflicto entre ambos países. Lo cierto es que las fotos aéreas revelan que los participantes fueron pocos en comparación con lo esperado. Era de esperar que esa foto fuera utilizada —como lo fue— por la prensa hegemónica argentina en su campaña contra el Papa que hasta ha merecido una declaración de la habitualmente silenciosa conferencia episcopal argentina.
El Papa y la pederastia
Pero antes de la presencia en Iquique un tema empezó a sobrevolar fuertemente la visita papal: los casos públicos y notorios de pederastia por parte de sectores de la jerarquía chilena y el silencio, a veces cómplice, de parte del episcopado. Que el Papa se reuniera con víctimas de abusos no resultó suficiente, el “caso Karadima” y la presencia del obispo Barros en todas las ceremonias empañó gravemente la visita papal en Chile. El cura Fernando Karadima resultó un caso particularmente resonado en Chile; como ha ocurrido en numerosos casos, lamentablemente, la jerarquía eclesiástica simuló investigaciones que finalizaban en la nada misma, e incluso hubo presiones para que la cosa no avanzara en la justicia ordinaria. Se presentaba a sí mismo como buen discípulo de san Alberto Hurtado (cosa aparentemente desmentida por Óscar, el propio hermano del acusado) pero era visto como modelo y ejemplo eclesial: de su comunidad hubo muchísimos curas e incluso varios alcanzaron el episcopado. Finalmente, luego de sortear varias trabas civiles y eclesiásticas, fue sancionado el 2010 y expulsado. Esto indica, sin prejuzgar, pero teniéndolo en cuenta como dato, que todo el episcopado de Errázuriz en Santiago de Chile lo tuvo como cura en su diócesis. Recién su sucesor Ricardo Ezzati comunicó la decisión tomada por la Santa Sede. Las condenas de pederasta y efebofilia determinaron la suspensión. Desconozco si ha sido expulsado del estado eclesiástico. Uno de los obispos que pertenecían originariamente al “grupo del Bosque” —de donde era párroco Karadima— era el obispo Barros: auxiliar de Santiago, obispo de Iquique, obispo castrense (y general del ejército) y recientemente nombrado por el papa Francisco obispo de Osorno. Algunas de las víctimas de Karadima han denunciado a Barros por encubrimiento algo que —obviamente— él niega, pero el Papa ha elegido creerle a éste y afirma que se trata de una “calumnia” y que “no hay pruebas en su contra”. Quizás el papa hubiera debido recibirlos para escucharlos. Prefirió escuchar su campana. Sin duda esta actitud empañó —¡y demasiado!— el paso del Papa por Chile. Y en ese enturbiamiento, Barros contribuyó particularmente mostrándose en toda ocasión al lado del Papa. En lo personal no tengo elementos para afirmar que Barros encubrió o no a Karadima, pero sí creo que:
El Papa bien podría haberle puesto nombre a esos abusos para dejar claro que no adhiere a la complicidad de gran parte de la Iglesia chilena del “santito” condenado;
Bien hubiera podido Barros correrse a un costado casi invisible para favorecer la visita papal. Él (con la anuencia pontificia) eligió lo contrario;
No veo cómo un obispo que llega tan cuestionado pueda contribuir (sea o no responsable de encubrimiento) a desarrollar su ministerio pastoral en la diócesis;
Es posible que “algo pase en adelante y que algunas cosas sean “manejadas en el silencio”, pero a la hora de evaluar el viaje del Papa” sin duda la mancha es grande.
El Papa en Perú: el tema ambiental e indígena
Salvando el saludo protocolar en el aeropuerto a la llegada al Perú, la primera actividad del Papa no fue una visita “oficial” al gobierno sino a las comunidades indígenas de la Amazonía (que prepara, por otra parte, un sínodo regional). Allí el papa enfrentó algunos de sus temas preferidos (el medio ambiente, los pobres, las culturas) con lo cual se “movió a sus anchas”. La continuidad con su encíclica Laudato Si fue evidente, y era de esperar.
La corrupción
Pero al dirigirse a los ambientes “públicos” hay temas insoslayables que no pueden quedar en la nebulosa para no repetir el “chiste colombiano” citado más arriba. La casi inminente destitución del presidente a causa de los escándalos de Odebrecht (que en tantas partes, salvo Argentina, por cierto) ha causado tanto escándalo y juicios se vio frenada por el apoyo del fujimorismo. Alberto Fujimori estaba condenado por crímenes de lesa humanidad y en la campaña hasta su hija Keiko dijo que no iba a indultarlo. Pero como “amor con amor se paga” (¡perdón Juan de la Cruz!) a poco de re-confirmado Kuczynski en la presidencia con tan “notable” apoyo, Fujimori fue indultado. Todos supieron que se trataba de “devolución de favores”. Si se habla contra la corrupción no parece que este sea un tema soslayable. Pero la corrupción no tuvo “nombre y apellido” ni indicios evidentes de dirección.
El episcopado
El arzobispo de Lima es el cardenal Juan Luis Cipriani (Opus Dei). Más que amigo, cómplice del fujimorismo, algo ya notorio desde su participación en la toma de la embajada de Japón (1996). En la reciente campaña electoral su postura en favor de la candidata Keiko Fujimori fue indubitable. Su postura hipercrítica contra toda teología con tufillo liberador, comenzando por el teólogo Gustavo Gutiérrez, resulta deplorable. Fue connotada su participación en la asamblea episcopal latinoamericana en Aparecida (2007) cuando pidió que “no se hable de ‘reino de Dios’ porque era una categoría sociológica” (sic). Hablar de corrupción hubiera debido complicar al cardenal, pareciera.
El papa y la pederastia
Como en tantas partes, la pedofilia ocupa un lugar importante en el descrédito eclesiástico y en los temas que se espera que el Papa hable con claridad. Como ocurrió en Chile, un caso muy connotado fue el del fundador de los sodalicios de vida cristiana fundados por Luis Fernando Figari (invitado personal del papa Benito XVI a la asamblea de Aparecida). Es curioso que, como ha ocurrido en otros casos como Marcial Maciel (Legionarios de Cristo), Roberto José Lettieri (Toca de Asis), Carlos Buela (Verbo Encarnado) se trate de grupos religiosos ultra conservadores, con un discurso muy rígido en lo concerniente a lo sexual, con poderosa influencia en las conciencia de personas débiles que termina accediendo “libremente” a todo lo que el fundador propone. De allí a los abusos no hay más que un pequeño paso que sencillamente han traspasado. A Figari lo sucedió Germán Doig (+ 2001); había comenzado el proceso de beatificación abruptamente clausurado por denuncias de abusos sexuales. Como es el caso de Karadima, Figari ha sido sancionado al interno de la Iglesia, “condenado” a oración y penitencia (sic). No deja de ser interesante notar que los sodalicios llevaron adelante toda la secretaría de la asamblea episcopal de Aparecida (2007) y que su llegada a la Argentina (2005) se debió —según ellos mismos lo afirman (http://sodalicio.org/el-sodalicio-de-vida-cristiana-en-argentina/)— a una invitación del entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio. Nuevamente los “abusos” no tuvieron “nombre y apellido”.
Conclusión
Si debo señalar algo del viaje papal y miro lo que dicen sus adversarios (hoy, 21 de enero 2018, Julio Blanck y Eduardo Van der Kooy en Clarín, y días pasados Loris Zanatta y Joaquín Morales Solá en La Nación) debo señalar que celebro su viaje y las cosas positivas —¡muchas!— que encuentro en él. La insistencia en los pobres, en una iglesia más evangélica que dogmática, los gestos numerosos de cercanía y humanidad, su lenguaje desacartonado, algunos reconocimientos (el del obispo chileno Enrique Alvear es un gran ejemplo) y los temas elegidos me resultan muy significativos y constructivos.
Debo repetir lo que ya dije varias veces: no quiero que el Papa viaje (ni este ni otros), salvo cuando de acontecimientos internacionales se trata como asambleas, congresos, etc… Y por tanto, no celebro este ni otros viajes. Creo que no dejan demasiado (el caso colombiano que señalé es evidente) y creo que:
Las fuentes de información del Papa en los lugares a visitar no me parecen, en muchos casos, lo suficientemente amplias como para que haya una acabada comprensión de los problemas, las situaciones y las propuestas de solución.
Creo que en algunos casos, por no visibilizar complicidades eclesiásticas quizás, las cuasi-denuncias son lo suficientemente ambiguas para que nadie se sienta implicado y hasta los más sospechados puedan afirmar estar de acuerdo con él.
Creo que algunos casos parecen más de marketing que de una profunda convicción. En el caso de pederastia, lamento sospecharlo. En la iglesia parece no haber una acabada comprensión de la distinción entre pecado y delito. Hay cosas que son pecado y a su vez delito, hay otras que son lo uno y no lo otro… En el caso del pecado, esto es en la reconciliación del pecador con Dios, la absolución sacramental es el paso necesario. Pero en los casos del delito se trata de algo que la sociedad civil debe evaluar, juzgar y —eventualmente— condenar. La pederastia es uno de estos casos. El “caso Grassi” en Argentina resulta harto evidente: ya condenado en todas las instancias, sigue en ejercicio del ministerio en la prisión. No espero que sobre esto se pronuncie el obispo de Roma (no quiero que lo haga), pero sí el obispo de Morón. Pero en la Iglesia parece primar a veces una actitud corporativa antes que evangélica que contribuye notablemente a su descrédito.
En suma: el Papa pasó por América del Sur. No visitó (afortunadamente) la Argentina. Y muchísimas cosas positivas, algunas negativas y otras en nebulosa quedan para el análisis; análisis que cada quien puede hacer, es de esperar que señalando claramente “desde dónde” lo hace. Y —sobre todo— espero que el pueblo de Dios de América Latina, los pobres del pueblo, encuentren, en comunión con el Papa, una comunidad eclesial que nos permita y ayude a vivir el Evangelio de Jesús denunciando claramente todo lo que se opone a que Dios reine en la justicia y el derecho; y anunciar un nuevo mundo posible, de hermanas y hermanos que juntos caminamos a la vida en abundancia que Dios sueña para nosotros.