Creer que lo registrado el jueves en el Congreso y en las calles fueron errores políticos a la hora de llevar adelante un proyecto de ley o abusos en el uso de la fuerza, sería un error conceptual grave. El gobierno de Cambiemos es fiel a sí mismo, a la historia de sus mandamases: las caras siglo XXI de una oligarquía que jamás cumplió con la ley, que siempre violó la Constitución y reprimió a veces hasta el genocidio, y siempre encubiertos tras un discurso cínico e hipócrita, “en defensa de las instituciones, de Occidente, de la civilización cristiana”, y de una abundante colección de heces semánticas más y por estilo.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / Siempre apelaron a la jauría de perros rabiosos uniformados. Lo hicieron con las Fuerzas Armadas y sus grupos de tareas de soldadesca y policías conchabados cuando la era de los golpes de Estado cívico, militares y eclesiásticos y de doctrina de la seguridad nacional. En la actualidad hacen lo mismo con las fuerzas de seguridad, entre las cuales la Gendarmería parece decidida a brillar con propio y siniestro brillo asesino. Es que como cuerpo federal cuenta con una jefa que Mauricio Macri supo elegir con fineza, pues la ministra Patricia Bullrich recorre los espineles de los servicios de inteligencia, de los comandos criminales de la Mossad y de la CIA desde sus años mozos, ya cuando se hacía pasar por peronista revolucionaria; y desde hace tiempo y mayorcita, vía familiar y matrimonial, entre los aparatos de negocios en armas y artefactología represiva de esa mismas centrales extranjeras. Así se los vio en la calles a los federales con equipos y transportes flamantes, dispuestos a matar, pues sólo es cuestión de horas, si esta locura no se detiene, que decenas de jóvenes caigan muertos en las calles por el simple hecho de ejercer su derecho a la legítima protesta.
Macri, el hijo rico de una familia de la mafia contratista, se vinculó desde niño con los hijos de la oligarquía de estirpe, con el mundillo de empresarios evasores y fugadores de capitales y con politicastros de distintas vertientes, a quienes los une la condición de ser parte del lumpencacicazgo político que dejó como herencia generacional la pasada dictadura, y entre los cuales hay de todo y para todos los gustos: sin partido, originales del radicalismo y del peronismo de la derecha oportunista; tienen en común concebir a la práctica de la política como un negocio personal y familiar, y no avergonzarse en lo más mínimo al apelar a la metodología delincuencial y represiva.
Ese es el conglomerado que, como no están dadas las condiciones históricas para cerrar las instituciones de la Constitución por las armas, entonces las ponen en virtual estado de sitio; dicen sus parlamentarios ahora nos van a oír a nosotros, como más o menos expresó un joven Massot, sí, el de la familia cómplice de genocidas; acusan a los diputados reprimidos en la calle de ser ellos los que agreden a los perros rabiosos; y cuando no pueden juntar los votos para que el latrocinio sea ley, entonces afirman que no sesionan porque la oposición es un complot de kirchneristas, izquierdistas y seguidores de Sergio Massa. Es que para la entente que dirige Macri, el Congreso consiste en un trámite burocrático que entorpece al “príncipe” absoluto cuando pretende que sus deseos se conviertan en leyes, y por lo tato habría que cerrarlo. Y la Justica una suerte de catedral de ordalía social para beneficio de una casta privilegiada que aplica su ley siempre contra los desposeídos, los críticos, los pobres, los diferentes a ellos.
Mientras, la entente utiliza a la TV basura, digamos que casi toda la televisión argentina, y a los editorialistas de la prensa escrita tradicional y ahora también digital, para sostener que los cientos de miles de trabajadores y gentes comunes del pueblo que ejercen su legítimo derecho al reclamo y la protesta son vándalos e infiltrados.
Si pudiesen y el marco de época no se los impidiese (al menos por ahora), estas gentes que nos gobierna estarían dispuestas, a torturar, asesinar y a “desparecer” a quien se le cruzasen en el camino.
(*) Doctor en Comunicación por UNLP. Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Periodista y escritor. Director de AgePeBA.