Jean Ziegler nació en Suiza, 19 de abril de 1934. Es doctor en Derecho y Ciencias Económicas y Sociales por la Universidad de Berna. Fue Relator Especial de ONU para el Derecho a la Alimentación entre 2000 y 2008 y vicepresidente del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Profesor de sociología en la Universidad de Ginebra y la Sorbona, París. Entre otros textos a él le pertenece “Suiza lava más blanco” (1990), una obra central para entender los mecanismos de lavado de dinero y el sistema corporativista financiero internacional, sobre el que alguna vez dijo “vivimos en un orden mundial criminal y caníbal, donde las pequeñas oligarquías del capital financiero deciden de forma legal quién va a morir de hambre y quién no. Por tanto, estos especuladores financieros deben ser juzgados y condenados, reeditando una especie de Tribunal de Núremberg”. La cita, para reconocer el origen del título elegido para este artículo que propone un recorrido por senderos que revelan el carácter de cartón pintado que tienen organizaciones internacionales rimbombantes como la Organización Mundial de Comercio (OMC), el G-20 y los dispositivos de mentiras que se esconden detrás de los discursos oficiales contra el lavado de dinero, justo cuando el gobierno de Mauricio Macri, una entente de empresarios y CEOs especialista justamente en ese circuito que comprende fuga de capitales, endeudamiento y desguace de los Estados y lavado de activos; y también la falacia que encierran las “grandes revelaciones periodísticas” como los Panama Papers y los variopintos “leaks” que inundan redacciones y canales de TV. Claro, a días de reunirse en Buenos Aires la OMC y casi en el debut de Mauricio Macri como titular en turno del G- 20.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / No es una conspiración izquierdista internacional la que señala al gobierno de Mauricio Macri como vinculado a los circuitos ilegales de activos – ya veremos que esa ilegalidad es no es tanta o al menos es relativa -, sino un ex primer ministro del Reino Unido, que alguna vez administró el poder institucional de un país fundador y central de esos tan vituperados circuitos pero sin los cuales el capitalismo tal cual lo conocemos jamás hubiese existido: el concepto “offshore” fue una creación de la Compañía de Indias Orientales en el siglo XVIII, para la circulación de los fondos provenientes de la producción y comercialización del opio; uno de esos primeros asentamientos tuvo lugar en la isla Hong Kong y en ese proceso nació el banco que le diera origen al hoy poderoso HSBC. El inspirador intelectual de la idea “paraísos fiscales” fue el mismísimo padre de la economía política, Adam Smith; sí el mismo que escribiera “La riqueza de las naciones” (1776). Estas apreciaciones y otras sobre la trazabilidad y sistemática del dispositivo fuga, ocultamiento y lavado de activos, y acerca de cómo sin ellos el capitalismo contemporáneo no hubiese podido existir, porque el proceso de acumulación requiere rentas excedentarias que no tributen al Estado (o la Corona) – el flujo de metales y riquezas obtenido por el saqueo de Europa sobre América es uno de los ejemplos más descarnados de esa concepción del mundo parida por el liberalismo económico y el poder burgués – pueden ampliarse, entre otras fuentes y referencias bibliográficas, en el libro “El color del dinero” (Ego Ducrot, Víctor; Norma; Buenos Aires; 1999).
El 2 de diciembre pasado, el diario La Nación – como escribía antes, no una conspiración de la izquierda internacional – consignó que “el ex premier británico Gordon Brown (laborista) urge a Macri a avanzar contra los paraísos fiscales. A partir de una campaña internacional que juntó más de un millón de firmas, llamó al flamante jefe del grupo ‘a tomar acciones conjuntas para poner en línea a las jurisdicciones incumplidoras’ de los estándares tributarios internacionales. ‘Más de 1,1 millón de ciudadanos firmaron la petición Avaaz en apoyo a la campaña para cerrar los paraísos fiscales globales’, remarcó Brown en su carta, en la que alentó a los miembros del G-20 ‘a tomar acciones conjuntas para poner en línea a las jurisdicciones incumplidoras’ de los estándares tributarios internacionales”.
La misma nota de La Nación sostiene: “sin aludir a la aparición del propio Macri, de su ministro de Finanzas, Luis Caputo, y otros altos funcionarios del Gobierno en ambas investigaciones, el ex primer ministro británico sí aludió a los últimos proyectos del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) para remarcar la gravedad del cuadro actual. ‘Alrededor del mundo se ha planteado preocupación por los paraísos fiscales a la luz de los Panamá Papers y los Paradise Papers’, remarcó Brown”.
En tanto, dos días después, el diario Página 12, desde la otra vereda editorial y en un artículo que lleva el título “El sueño de los lavadores de activos”, de la colega Irina Hauser, afirma: “la Unidad de Información Financiera dejó de denunciar reportes de operaciones sospechosas (…). En febrero de 2016 Mauricio Macri anunció un supuesto plan para luchar contra el lavado de dinero, es decir, aquellas maniobras destinadas a dar aspecto de legalidad al dinero originado en delitos de distinto tipo, desde narcotráfico, corrupción, hasta trata de personas. Sin embargo, a partir de ese momento lo que ocurrió fue que el principal organismo que se ocupa del tema, la Unidad de Información Financiera (UIF), dejó de denunciar reportes de operaciones sospechosas para que se abran investigaciones penales, se niega a hacer análisis de documentación financiera cuando lo pide algún juez, emite informes escuetos para desvincular a funcionarios nacionales de causas por posible lavado y pide querellar cuando los involucrados son ex funcionarios del kirchnerismo. Este proceso fue acompañado por una flexibilización de normas. El tema volvió a quedar en evidencia por una nueva resolución del juez Sebastián Casanello que le reclama información al organismo, al que le atribuye un funcionamiento “partidario”. En la Procuraduría de Lavado de Activos (Procelac) que, para avanzar en investigaciones se nutre de las presentaciones que hace la UIF, registran claramente el retroceso. Desde que llegó al poder, el presidente Macri habla de ‘mafias’, de ‘narcotráfico’, de buscar ‘la verdad’, pero en su repertorio el ‘lavado de dinero’ no aparece con la misma frecuencia. Una de las primeras iniciativas del Gobierno en el tema fue la decisión de mover la UIF desde la esfera del Ministerio de Justicia hasta la del Palacio de Hacienda y Finanzas. Esto implica que, en lugar de reportar al sistema de justicia, lo hace ante el de economía, que es al mismo que debe controlar (…). El año pasado, durante ocho meses, la UIF dejó de enviar reportes de operaciones sospechosas (ROS) a los tribunales penales o a la Procelac. Es decir, en todo ese período no promovió la apertura de expedientes para investigar posible lavado de activos. Los ROS llegan habitualmente a la UIF desde los llamados “sujetos obligados” (bancos, AFIP, cooperativas de crédito, Banco Central, fundaciones, escribanos, contadores, casinos, entre otros) que deben informar sobre situaciones anómalas, como movimientos de dinero por montos que no se condicen con el perfil patrimonial de quienes los realizan. Luego, la Unidad analiza la información, puede hacer la denuncia y diseminar una especie de alerta a organismos que considere deban estar avisados (como AFIP o Banco Central). Pero lo hace poco y nada”.
Los antecedentes históricos de los dispositivos de ocultamiento y lavado de activos y en ellos los roles sistémicos que primero cumplieron el Estado británico y el Banco de Inglaterra y después las corporaciones bancarias y parabancarias de Estados Unidos – entre las cuales también hay que considerar en la actualidad al Banco Central de Alemania, a las instituciones paneuropeas y a las chinas -, los tópicos destacado por La Nación – sintetizados en reclamo del ex premier británico a Macri- y una vez más la convalidación e insistencia en los Panama y Paradise Papers, tanto como las afirmaciones vertidas por Página 12, habilitan a ciertas interpretaciones complementarias y funcionales entre sí.
Es decir, los inquietantes senderos que no se bifurcan, como el doble rasero de las economías y poderes políticos y corporativos centrales, que se enfrentan sí al lavado de dinero sólo y en tanto si las lavadoras no les pertenezcan – esa es la misión central de la DEA en su “lucha” contra el narcotráfico y de la Secretaría del Tesoro de EE.UU, en su estratégica protección a la salud del dólar -; las grande “revelaciones periodística” sobre los “papeles” de Panamá y otros paraísos fiscales, que no pasan de ser muy hábiles operaciones de inteligencia (justamente de los cinematográficos “Intocables”, los servicios y policías propios de la Secretaría del Tesoro) contra todas aquellas cuevas que no se sometan al control único de Washington, sobre todo en tiempos de disputa con las tramas bancarias de China y Rusia; y el carácter evidente de gran fugador de activos que tiene el gobierno de Cambiemos, al que le reclaman apenas que no saque los pies del plato: que esos millones y millones deben circular por donde el bloque de poder hegemónico disponga.
Y recurro a otro interesante texto publicado por Página 12 el 22 de noviembre pasado y en el cual Alex Cobham, director de la ONG británica Tax Justice Network, estimó que las maniobras con el mundo offshore que realizan las multinacionales le cuestan a la Argentina 21 mil millones de dólares anuales por pérdida de recaudación, que las mismas evaden 4,4 puntos del PIB. “La magnitud de los abusos en relación al producto solo es superada por Zambia, Guyana, Chad, Makta, Pakistán, Islas Comoras y Guinea (…). La pérdida global de recursos por el desvío de utilidades que realizan las multinacionales (en todo el mundo) asciende hasta los 500.000 millones de dólares anuales (aproximadamente la misma cifra promedio que la ONU viene consignando en los últimos años respecto del volumen también anual que representa el narcotráfico). Determinar el monto del desvío de beneficios para la elusión fiscal no es sencillo porque las compañías multinacionales y sus asesores en las cuatro grandes empresas de asesoría contable saben que si se conoce la magnitud de su éxito crecerá la presión para cambiar su comportamiento y la legislación”.
Una vez más en el sigiloso mundo de ONGs, empresas, estados y agencias de información y contra información, los datos que circulan al menos son lábiles, por no decir pasibles de múltiples sospechas, de más que comprensibles incredulidades. El propio denunciante de la bestial fuga que afecta a lo sociedad argentina dice tener esperanzas en el G 20: “nosotros somos optimistas y creemos que el G-20 está listo para avanzar. Los líderes del grupo son conscientes de que no cumplieron con lo prometido en materia de transparencia del mundo offshore. Es cierto que hubo países más poderosos que cuando estuvieron en la presidencia del G-20 no lo hicieron o como Estados Unidos que se resiste activamente a las medidas para mejorar la transparencia financiera. La ironía de que Macri estuviera en los Panamá Papers y en el mundo offshore no es necesariamente un problema ya que podría utilizar los problemas domésticos que generan esa extendida presencia y mostrarse como el líder de los cambios internacionales. Si la política argentina permiten eso es algo que desconozco. La OCDE y el G-20 no son los únicos espacios donde pueden existir avances. También existen iniciativas importantes en el marco del G-77 y las Naciones Unidas”. Lucidez para caracterizar el papel de EE.UU, pero acaso las derechas y los grupos concentrados (Macri los expresa) son autónomos de los controles globales del sistema único. ¿Ingenuidad?
Escribía recién que toda prevención acerca de “lo verdadero y lo falso” (categorías que sí existen en la materia, por debajo de las palabras y más allá del chamanismo intelectual que propone “la post”). Entonces recomiendo un alto sobre el texto escrito desde París hace aproximadamente una semana y publicado por el ya citado diario Página 12 (y sobre la obra a la que el mismo se refiere, por supuesto): “‘Las mejores fuentes son las personas que están convencidas de que actúan por el bien y aquellas que sirven a nuestros intereses creyendo que están sirviendo a los suyos propios’. La impecable cita de un responsable de la CIA extraída del libro ‘Armas de desestabilización masiva’ cabe perfectamente como prólogo para introducirse en el turbio mundo de la constante publicación de los famosos ‘leaks’. Desde el año 2009, estos documentos confidenciales aparecen regularmente, tanto y con tanto impacto que dos periodistas franceses, Pierre Gastineau y Philippe Vasset, se preguntaron ¿quién estaba realmente detrás de estas revelaciones?. La respuesta es mucho menos inocente o militante de lo que la opinión pública y los periodistas suponen. Los cómo y por qué están rigurosa y acabadamente narrados en un libro de investigación cuyo título es ya un programa: Armas de desestabilización masiva: Investigación sobre el negocio de la fuga de datos” (Armes de déstabilisation massive: enquête sur le business des fuites de données, Fayard). El pinchazo a los mails de Hillary Clinton, los Panamá Papers, los Paradise Papers, los Malta Papers, Assange o WikiLeaks, Football Leaks, Macron Leaks, nada escapa a la sagacidad de esta investigación que corre el telón de un escenario en cuyo patio trasero se deslizan las sombras de los Estados como la India o Israel, cofradías de hackers generosamente remunerados por estos u otros Estados, servicios secretos, agentes dobles y triples, instructores, gabinetes de abogados, periodistas, bancos y multinacionales. Si los ‘leaks’ fueron una creación de honestos filtradores de información que querían hacer el bien denunciando la podredumbre interna de los sistemas, hoy ya se han convertido en un arma manipulada de una gran eficacia”.
Para el final: ¿es acaso cierta la relevancia que el gobierno de Macri quiere otorgarle a la presencia a la argentina de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el G 20? Veamos.
“El gobierno argentino busca convertir a nuestro país en la sede del relanzamiento de la OMC en esta nueva fase de liberalización. La consecuencia del Libre Comercio es la cesión de soberanía y pérdida de control sobre normas laborales, medioambientales y políticas públicas, poniendo en riesgo derechos básicos como la salud, la educación, la libertad de expresión, la protección de datos o el derecho a un ambiente sano. Los avances en materia de liberalización y desregulación son en cierta forma irreversibles ya que a diferencia de las políticas económicas internas, los acuerdos internacionales tienen implicancias más severas, pues son más difíciles de desandar sin represalias. La agenda de la OMC es una agenda corporativa, que básicamente representa los intereses de las grandes empresas transnacionales sin guardar cuidado de la garantía y sostenibilidad de los derechos. La agenda contra el Libre Comercio es una agenda amplia, transversal y multisectorial. Tiene un amplio potencial de convocatoria, ya que confluyen trabajadores y trabajadoras, movimientos campesinos, de mujeres, de pequeños productores, pequeñas empresas, artistas, estudiantes, etc. La Cumbre Ministerial de la OMC es un evento político de magnitud mundial que puede oficiar como caja de resonancia de las demandas sociales. La organización de la Cumbre Ministerial y la firma del TLC son señales políticas que quiere dar el gobierno de Cambiemos hacia adentro y hacia el mundo y se vinculan con el resto de las reformas (impositiva, laboral, previsional) que se están impulsando desde el Ejecutivo. Este paquete exige una respuesta coherente y concatenada, ya que resulta fundamental poder oponerse ofreciendo alternativas”. Así escribieron Mariano Treacy y Francisco J. Cantamutto (investigadores y docentes de la Universidad Nacional de General Sarmiento –UNGS- e integrantes de la Sociedad de Economía Crítica –SEC- y de la Confluencia #FueraOMC), en un artículo especial publicado por APU (Agencia Paco Urondo) el 2 de este mes.
El 28 del mes pasado, sostenía en un artículo difundido por esta misma agencia, y acerca del los dispositivos de manipulación publicitaria que anidad en los discursos periodísticos que, “el 27 de noviembre de 2017, en la nota “Macri lanza el G20 con Cambio Climático y acero como puntos de fricción”, el sitio informativo La Política On Line (LPO) publica un más que interesante texto sobre el comienzo de la agenda gubernamental de Mauricio Macri en el contexto de la presidencia temporaria argentina del G-20. Uno de sus párrafos dice consiste en: “El G20 creado en 1999, en rigor tomo relevancia mundial en 2008 cuando fue elegido por los líderes de los países desarrollados como el ámbito más apropiado para lidiar con la crisis financiera global. Aunque en rigor la crisis la capeó un club mucho más selecto: El que integraron el presidente de la Fed, Ben Bernanke y sus colegas del Banco Central Europeo, Jean-Paul Tritchet y del Banco de Inglaterra, Mervyn King; bautizados como ‘Los Alquimistas’, en el excelente libro de Neil Irwin”.
Y el 5 de septiembre de 2014, el diario El País, de Madrid, publicaba acerca del mencionado libro: “el título de este libro es equívoco. En efecto, nadie llamaría ‘alquimistas’ a los verdaderos salvadores de la humanidad, que para Neil Irwin son los banqueros centrales; los llama ‘guerreros contra la crisis’, como si ésta no hubiese tenido que ver con lo que hicieron antes de su estallido. Quien cree en semejante leyenda es capaz de creer cualquier cosa, como que la no intervención provoca males terribles y que los benditos banqueros centrales guían la economía hacia la prosperidad y la paz: en este caso los héroes-magos son Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra y Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo. El autor de esta apología estudió en Columbia, es corresponsal económico ‘senior’ en el New York Times, y antes fue columnista en el Washington Post. No desvaloricemos a nuestros periodistas y nuestras universidades, pues, porque por allí fuera también desbarran (…) Curiosamente, el autor proviene del Post, el hogar de su mucho más célebre colega Bob Woodward, que alabó a Alan Greenspan como Maestro, nada menos. Y el propio Irwin reconoce que muchos economistas elogiaron en masa a Greenspan hasta poco antes de que explotara la burbuja que él mismo había inflado”.
Sí. Llegamos hasta Bob Woodward, el sobreviviente de alguna manera de aquél suceso periodístico, editorial y cinematográfico que conformaran primero las crónicas y luego el libro “Todos los hombres del presidente” (1974), de los entonces jóvenes periodistas del mencionado WashingtonPost, Woodward y Carl Bernstein, sobre el vapuleado “escándalo Watergate”, que terminó con la decapitación política del entonces presidente Richard Nixon, quien dicho sea de paso tuvo a su cargo la decisión de terminar con el respaldo en oro del dólar, terremoto y nacimiento de la gran burbuja de ruptura entre la economía real y el circuito financiero, matriz fundacional quizás de la actual etapa del sistema capitalista-imperialista global.
Aquélla “investigación periodística” – ¿abuela de los ‘leaks’ tal vez? – no fue otra cosa que su “garganta profunda”, un conjunto de voces de los servicios de inteligencia que conspiraron contra el primer mandatario, pues no se atrevieron a un nuevo John F. Kennedy (sin querer extrapolar sujetos ni contexto históricos); de voces que eligieron a dos jóvenes y ambiciosos periodistas, quienes, si nos ajustamos a ciertas normas de profesionalidad, no aprobarían con el trabajo que los hizo casi millonarios ni el más tibio de los exámenes en una buena escuela profesional, ni hablar en nuestra Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.
¡Qué maravilloso mundo de casualidades e incertidumbres! ¿No les parece?
(*) Doctor en Comunicación por la UNLP. Profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Periodista y escritor. Director de AgePeBA.