Cuando el dolor del otro es utilizado hasta el paroxismo por los dispositivos mediáticos, especialmente en la televisión, y con dos objetivos en paralelo: vender y facturar; y abonar el cambio de época cultural que impone la derecha encarnada en el Cambiemos de Mauricio Macri.
Por Carlos López / El 15 de diciembre de 2002, el mismísimo diario La Nación – un emblema del aparato mediático del poder – publicaba un análisis periodístico titulado “Guerra a la TV basura”, en el que anticipaba que “la TV basura se está muriendo y hay quienes no pueden soportarlo”. Unos 15 años después los medios televisivos generan cada vez más mugre, tergiversan información, mienten para obtener rating y facturar; y llevan al usuario hacia un peligroso camino sin salida: discutir lo banal para olvidar lo esencial.
A dos años de haber llegado Mauricio Macri, esa TV se esfuerza por ser oficialista, aun cuando parece criticar. Sus noticieros lograron el impensado escenario de que a esta altura el famoso “Bailando por un sueño” de Marcelo Tinelli parezca muy poco nocivo, más bien alguno puede considerar que es una pausa al descontrol de la información falsa en busca de pauta publicitaria, pública y privada.
En general, el periodismo en la Argentina ha sufrido en los últimos años el impacto del direccionamiento político que busca el gobierno de Cambiemos, con debates sobre las cuestiones cosméticas y el olvido de las discusiones en serio sobre la aplicación de políticas públicas o el análisis del desarrollo económico independiente que necesita el país para dejar de mirar siempre con embobamiento, falsedades y en algunos casos autoengaño a las grandes potencias del mundo, como si éstas fueran algún día a apiadarse de todos los argentinos por alguna extraña razón: en el caso que no ocupa la trágica desaparición del submarino ARA San Juan.
El jueves pasado la Armada dio un nuevo parte con la lamentable noticia para las familias de los tripulantes que los barcos que se encontraban en alta mar llevando adelante tareas de rescate del submarino, regresaron a Comodoro Rivadavia, con lo que se confirmó la pérdida de cualquier esperanza de encontrar con vida a los marinos argentinos. Sin embargo, lo que no se detuvo fue la búsqueda de los del navío con sondas especiales a cientos de metros de profundidad,
La noticia golpeó muy fuertemente a los familiares y los medios no tardaron en tergiversar diferentes versiones, ya que el comunicado de la Armada no fue para informar el cese de la búsqueda, sino que el vocero y capitán Enrique Balbi confirmó que «no habrá salvamento de personas» porque el paso de las horas imposibilitó que los tripulantes sigan con vida. Esa aclaración no implica dejar de tener en cuenta las casi evidentes responsabilidades políticas e institucionales del Gobierno y de la Armada ante los hechos, cualesquiera fueren sus desenlaces, sino destacar que el dispositivo manipulatorio consistente en darla carácter de voz autorizada sobre los aspectos técnicos de los sucesos a familiares destrozados emocionalmente resulto perverso en varios sentidos, aunque donde más se percibe esa perversión es en la utilización del dolor de las familias en busca de rating y publicidad
La tergiversación maliciosa y el ocultamiento fueron justamente las dos armas que los medios de comunicación, muy especialmente la TV, aplicaron durante las últimas dos semanas, porque las críticas a la gestión en mantenimiento de la Armada fueron destinadas casi con exclusividad hacia los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner y el sufrimiento de los seres querido de los 44 tripulantes, quienes reclaman rescate hasta las últimas consecuencias fue empleado como pantalla para no discutir temáticas de fondo ni averiguar la verdad de lo ocurrido con la navegación del ARA San Juan.
El dolor ajeno es una de armas preferidas por la TV que es una basura Uno de los casos que mejor expuso esa constante fue la historia expuesta de Emma Nelly Juarez, madre del capitán Pedro Fernández. La mujer fue entrevistada por medios como Canal 9, mostrando fotos y contando la historia de vida de su hijo, para lo que se generó un escenario para que Emma despida en televisión a Pedro. El informe en el que se incluyó la entrevista se realizó con una voz en off que remarcó que «Emma nos dice que él me prometió que este viaje iba a ser el último», al mismo tiempo que la imagen se queda con fragmentos del encuentro con la mujer. Ante la invitación de la periodista a recordar a su hijo, Emma se derrumbó con un «es muy buena persona, muy dado. No sé… Estoy… no sé…». Ese fue el final de la entrevista con la mujer que entre lágrimas tocaba una foto de su hijo con una mano y con la otra sostenía un bastón. La TV basura logrando el rating que tanto anhelan los productores de la nueva era mediática, cargada de tensiones y sentimentalismos, pero sin profundidad ni debate a la altura de las problemáticas sociales, o incluso políticas y económicas que atraviesa el país. La TV como espacio de crueldad que reditúa al sistema económico en su conjunto.
La idea central de ese dispositivo de crueldad consistió y consiste en la ubicación del dolor como un protagonista más de la secuencia “espectacular” tendiente a estimular la conmoción, para asi desde ella seguir generando horas y horas de “información”; es decir para seguir facturando pauta publicitaria.
Susana Alvarez, amiga de la familia de Celso Vallejos, uno de los tripulantes del submarino, dijo “queremos ver los cuerpos porque necesitamos hacer el duelo. Solo nos comunicaron que siguen en la búsqueda y que nos tenemos que resignar a que pueden estar muertos, lo que provocó que muchas personas se descompensaran y tengan que ser asistidas”, manifestó. De igual manera, Yolanda Mendiola, madre de Leandro Fabián Cisneros, relató: “nos informaron que seguirán buscando, pero que no saben la profundidad en la que se encuentran los tripulantes. Nos dijeron que siguen buscando pero que nos tenemos que preparar para lo que venga. Queremos que los saquen, queremos ver los cuerpos porque necesitamos hacer el duelo”. A la tragedia de sentir en carne propia un duelo tan profundo y con la faltante incluso de los cuerpos, las familias tuvieron que soportar una exposición poco antes vista de parte de los medios, en mayor medida de los canales de televisión, porque la espectacularidad de las cámaras logra que las lágrimas y los gritos de desesperanza al conocer cada parte oficial de la Armada, se vendan a través de los canales y se repliquen en las redes sociales como si fueran situaciones determinantes de un partido de fútbol. A eso llaman informar a la sociedad.
Durante más de diez días, Canal 13 comenzó su noticiero nocturno con Santo Biasatti y María Laura Santillán analizando las últimas novedades de la tragedia. Al cumplirse los siete días límites que los rescatistas tomaban como indicador para que los tripulantes del navío sobrevivan con las reservas de oxígeno, Biasatti abrió la transmisión diciendo que «el submarino se suma a otras tragedias argentinas que tienen mucho en común», a lo que continuó el periodista Guillermo Lobo preguntando que “si hubo una explosión, ¿por que no flotan los restos?”. Finalmente el informe central del noticiero se basó en que «muchos ya hablan de la reparación de media vida que tuvo el submarino en 2008», en relación al tratamiento de mantenimiento del navío durante el kirchnerismo.
A esta maniobra tergiversadora, se sumo el diario Página, se supone que con la intención de castigar al gobierno actual y defender a los anteriores. “El sello de OK lo estampó Cambiemos” (¿el “OK” a qué, a un error del kirchnerismo?). En el mismo medio del Grupo Clarín que machacaron contra las políticas de armamento insuficientes del ex gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en la mesa de domingo de Mirtha Legrand, la diputada nacional por Cambiemos, Elisa Carrió, afirmó que «los tripulantes están todos muertos», lo que no tardó en repercutir en redes sociales, generando que la opinión pública se vuelque a sus declaraciones, corriendo el foco del debate, cuando ni siquiera se tenía seguridad de si existía alguna posibilidad de hallar con vida a los tripulantes. A este episodio se sumó América TV, canal que en sus estudios tuvo de invitado al padre de un tripulante del ARA San Juan, quien criticó a Carrió ante las cámaras por hablar «con una soberbia que me genera los peores sentimientos». Una vez la crueldad se impone, aunque parezca lo contario.
La espectacularidad a la tiene acostumbrados a sus televidentes Crónica TV no se quedó atrás en la locura de conseguir audiencia. Sí apuntó contra el gobierno de Macri por la forma en que fueron comunicados los datos que se obtenían de la búsqueda del submarino, pero en medio de tantas incertidumbres desde el canal el pasado fin de semana editaron un informe especial titulado “Las últimas novedades sobre el submarino ARA San Juan”, en el que la conductora hace una editorial que va desde el llanto de los familiares hasta demandas de una mejor democracia argentina, el planteo de un Estado ausente en las aplicación de políticas en beneficio de las mayorías y la aplicación de otras políticas como la reforma laboral y la jubilatoria. Resulta demasiado extraño y confuso que un informe que se trataba de las últimas novedades sobre navío cierre con las internas mediáticas que generó el despido del periodista Víctor Hugo Morales de C5N. Resultado: todos temas que ameritan un fuerte tratamiento porque se trata de realidades que afectan derechos aparecen en una suerte de confusión semántica que se torna paralizante, o en el mejor de los casos inocua.
En la línea de exponer hasta límites insospechable el dolor de los familiares como discurso político cabe citar nadie a Telefe. Durante el noticiero que conducen Rodolfo Barili junto a Cristina Pérez (reconocidos el año pasado con el premio Tato como mejores conductores de la televisión argentina) se fue actualizando día a día el pesar de las familias que sufrían la despedida inevitable de los marinos. Barili fue el encargado al abrir el noticiero el jueves 23 del pasado mes e indicar que «el dato de la escucha de la Armada confirmó una explosión, un reporte que sumió en la desesperación a quienes estaban aguardando un dato por sus seres queridos. Esta es la imagen de todos ellos al conocer la noticia más dura”, anticipó el conductor antes de que la pantalla se convirtiera en una imagen única de familiares llorando desconsoladamente. Una de las preguntas de los periodistas que encerraban contra las paredes a los familiares para conseguir más y más declaraciones fue «¿cómo cayó la palabra explosión hacia adentro de las familias?». Y siguió con una entrevista a la mujer de Fernando Santilli, en búsqueda de más lágrimas y desesperación. Otra muestra de crueldad perfeccionada
A los noticieros se suman los programas vespertinos que fueron los más desastrosos de la televisión argentina por falta de conocimientos, preguntas sin sentido como las que realizaba Mariana Fabbiani, protectora de Cambiemos durante toda la campaña presidencial de Macri, que se dedicó a postular teorías disparatadas sobre los pasos a seguir para rescatar a los 44 tripulantes del ARA San Juan. En esa franja de la tarde, todos los canales ofrecen una panoplia de panelistas, peritos, expertos, opinadores y caras duras sin límite, todo disfrazado de periodismo. Nauseabundo.
El diario La Nación publicó días pasados una nota titulada “Noticieros, en la encrucijada: la informalidad, ¿un arma de doble filo?”, en la que la bajada de la misma plantea que los medios “Diseñados desde hace un tiempo como shows noticiosos de mirada ligera, debieron adaptarse sobre la marcha al tema excluyente del momento, la búsqueda del submarino ARA San Juan y hacerse preguntas sobre su identidad”.
La nota periodística realiza un recuento del tratamiento mediático que le dieron al tema los medios más importantes del país, entre lo que se destaca que un párrafo en particular: “Esa actualidad impone un formato noticioso que, salvando algunas distancias formales según el caso, funciona con una misma columna vertebral: un par de temas duros, asuntos policiales de largo aliento, crónicas de vida en su mayoría inspiradoras, espectáculos, deportes, ecología, temas meteorológicos en clave de show y… los videos más populares de Internet, repetidos una y otra vez por si alguien se los perdió. La excepción es la TV Pública, que jamás altera el formato tradicional de presentar y cerrar cada tema en el piso, con un informe (montaje deimágenes más voz en off) en el medio, mientras coincide con el resto de los canales privados en el aprovechamiento de una gigantesca pantalla a modo de fondo escenográfico”, escribe Marcelo Stiletano para La Nación.
El análisis termina: “Con todo, el colmo de lo inverosímil se vivió el jueves en pleno noticiero vespertino de la TV Pública, cuando se estableció en el estudio una conexión con el capitán de navío Carlos Zavalla, primer comandante del ARA San Juan, que apareció desde un móvil ubicado ¡en los pasillos del mismo edificio del canal oficial! Dos personas ubicadas bajo el mismo techo, pero imposibilitadas de conversar cara a cara, en un valioso diálogo distorsionado varias veces por el delay entre pregunta y respuesta. Insólito”.
Lo curioso, lo que habla por sí mismo de lo que es la TV surge de una dato relevante. El texto crítico respecto de quienes construyen opinión pública se encontraba en la sección Espectáculos del diario La Nación, en la misma se consignó que se consignó cuáles son los “Diez documentales de música para ver en Netflix” y “Morena Rial quiere ser figura del Bailando por un sueño 2018”.
El diario Los Andes, de Mendoza, publicó en su portal notas “teatrales” que ni siquiera podrían considerarse periodísticas, con títulos como «Un misil hizo explotar al submarino ARA San Juan”, pero que al ingresar al artículo propiamente dicho se convierte en un “Se viraliza por WhatsApp una falsa noticia: un misil hizo explotar al ARA San Juan”. Es decir, el medio utiliza el engaño para denunciar que otros hacen circular versiones falsas sobre el submarino. Esta metodología no es nada nueva, sino que es aplicada permanentemente por medios como Infobae o Clarín en Facebook y otras redes sociales, para atraer al público con títulos absolutamente falsos, en la nueva era de la pérdida del sentido de la palabra.
La canallada y la crueldad de la televisión argentina se esparce por todos los canales, pasa por los portales digitales y salpica ya inclusive a los medios gráficos que pierden seguidores y desesperan con el tiempo. Y esta realidad mediática no puede ser desvinculada de un clima cultural de época, marcado por el ascenso de la derecha que encarna Mauricio Macri, desde el cual se trabaja para perfeccionar esa panoplia de recursos manipuladores y desinformadores de los aparatos mediáticos.
“El periodismo es libre o es una farsa”, dijo una vez Rodolfo Walsh. Varias décadas después, nuestro país vive la segunda parte de esa frase; es un país en el que sus medios convierten la tragedia del ARA San Juan en una versión sufriente de la película Titanic.