El pasado lunes 13 de noviembre, en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, los estudiantes de la Cátedra II de Historia del Siglo XX llevaron a cabo lo que suele denominarse una “intervención” fuera del espacio que delimitan las aulas, las que hasta ahora siguen conformando el escenario dominante para la representación histriónica en qué consiste la clase, el intercambio de exposiciones y devoluciones, aunque puesto en jaque en forma creciente por las nuevas tecnología y sus correspondientes dispositivos o herramientas que ya conformaron al nuevo tipo de estudiante aunque no aun en forma aceptable ni mucho menos al correspondiente nuevo tipo de docente. Sigamos: esa intervención de los estudiantes, ellas y ellos, con quienes transite el año lectivo 2017 tuvo lugar en el bufé de la Facultad y consistió en una dramatizaron, con registros digamos que irreverentes, del debate Stalin-Trotsky en el contexto de la Revolución de Octubre, tema clave para comprender a la centuria pasada y los comienzos de la presente, y que el día 7 de noviembre – fecha del centenario del acontecimiento histórico – había sido debatido en una jornada inter cátedras de Historia de la misma Facultad de Periodismo y Comunicación de la UNLP. Esa intervención fue pensada y ejecutada como instrumento de trabajo en torno a métodos para la transmisión y la recepción de conocimientos de Historia, no para historiadores sino para periodistas y comunicadores, en el marco de los problemas y desafiós contemporáneos para profesores y estudiantes. Más o menos, aunque de unas líneas más breve y con menos incidentales, fue el texto que al día siguiente de nuestra actividad publique en el Facebook de la cursada de este año – Historia Siglo XX – Cátedra II – Obra -. “¡Un orgullo ser profe de ese piberio!”, cerré en la llamada red social y lo reitero.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / Gracias por el título maestro León Ferrari; no hace mucho lo vi pasar por los salones del Museo Nacional de Bellas Artes, cuando su exposición, única, y en la que pude reencontrarme cara a cara con esa su obra enunciativa de “Jesús habla en Luna Park”. Entonces a lo nuestro: la puesta en escena de creación colectiva en el aula consistió en una mirada crítica y dramatizada – deberíamos debatir si la Historia es más drama y tragedia que comedia o a la inversa, o implica ambos registros en forma dialéctica -, aunque irreverente – e insisto en lo de la irreverencia como forma peculiar de aludir a la farsa, y pienso en la poética de Leónidas Lamborguini, el del solicitante descolocado – de aquél punto de inflexión que vivió la Revolución de Octubre y que marcó por consiguiente a todo el Siglo XX y al diálogo entre aquél y este XXI, puesto que el uno continua en el otro, cuando “se pudrió todo” entre Stalin y Trotsky, como decían en sus ensayos y ejercicios de improvisación los personajes de nuestra intervención en el bufé de la Facultad.
El núcleo escénico se dio entre Lenin, Stalin y Trotsky discutiendo acodados a una de las mesas tantas veces trajinadas por los estudiantes, y acompañados por los partidarios de una y otra facción, a título de coro desde el cual las pullas y los vítores fueron ganando en variedad, temporalidad y estilo hasta culminar con una suerte de demanda rebelde, ya no como asamblearios bolcheviques sino como estudiantes reales que enrostraron al mero profe, para habalr en mexicano, “queremos un diez, queremos un diez”. Quedó claro que el entendimiento estudiantil de la cursada de Historia del Siglo XX Cátedra II correspondiente a este ’17 coincidió en que semejante esfuerzo amerita la más alta calificación en la libreta universitaria, que no sólo de simples aprobados vive la humanidad.
Intervinieron también y con vehemencia la mexicana genial Frida Kahlo, la de las irrupciones estéticas y comunistas, punto crucial en Coyoacán durante sus diálogo entre amores y discusiones políticas con otro genio de aquél México, Diego Rivera, a la vez que por ahí se oyó como un ¡viva Octubre bolchevique y la Virgen de Guadalupe!, y el propio Trotsky; y Rosa Luxemburgo, la insoslayable mujer que fue Revolución y su apelación a la lucha de la mujeres, contundente, acompañada por un “muera el macho zarista” surgido a viva voz entre los pliegues del coro.
Y casi como segundo coro, y “presentes” activos en la bronca entre Stalin y Trotsky, con la imaginaria presencia de Lenin a la misma mesa de discusiones, esperaron su turno para intervenir ciertos viajeros del tiempo, que no fueron parte de la Revolución de Octubre pero sí, porque sin ella ellos no se explican, quizá ni hubiesen podido ser. Hablaron John William Cook, porque el peronismo será revolucionario o no será y por el otro Octubre; el gran líder de los vietnamitas Ho Chi Min, el mariscal Tito, fundador de la Yugoeslavia socialista y así bautizado de pibe en las calles de Berisso, sí nuestro Berisso, y a quien entonces y como no podía ser de otro modo, lo acompañó otro viva, esta vez ¡viva Villa San Carlos!; Mao, infaltable; y los de la entrañable transparencia, el Che y Fidel Castro: el primero que les recordó a todos que lo indiespensable es la Revolución misma y el otro, el Comandante de José Martí, el único que y esto puede ser NOTICIA, logró que Stalin y Trotsky bailasen en el bufé de la Facultad al ritmo de la Guantanamera.
No sé, quizás. “Trabajar contenidos vistos en el aula desde el teatro es una alternativa que motivará a los alumnos a la vez que estarán desarrollando habilidades de comunicación y creatividad. Aprender jugando es una de las formas más efectivas de interesar a los alumnos en un tema. El teatro dentro del aula es una de las formas más completas de reforzar conocimientos de casi todas las materias. La personificación de los personajes históricos por parte de los estudiantes y la simulación de lugares geográficos mediante escenografías que ellos mismos realizan es una excelente manera de complementar los contenidos, fomentando la participación activa de cada estudiante”. En “El teatro como herramienta de aprendizaje en el aula” (Universia; Quito; 2015), Camila Siqueira se refiere a prácticas docentes no universitarias pero, con las extrapolaciones del caso es probable que pueda ser aplicable con cierta eficacia en experiencias como las narradas en este texto. Y viene a cuento: “Como la ciencia, el juego produce acontecimientos a partir de una estructura: se comprende, entonces, que los juegos de competencia prosperen en nuestras sociedades industriales; en tanto que los ritos y los mitos, a la manera del bricolaje, descomponen y recomponen conjuntos de acontecimientos y se valen como de otras tantas piezas indestructibles, con vistas a ordenamientos estructurales que habrán de hacer las veces, alternadamente, de fines y de medios” (Lévi-Strauss, C. 1964. “El Pensamiento Salvaje”. Fondo de Cultura Económica. México.). Y: “El juego y el rito están relacionados a través del tiempo y el calendario de una manera simétrica y opuesta, esta es una de las tesis que mantiene Giorgio Agamben en su libro ‘Infancia e Historia’ (Adriana Hidalgo; Buenos Aires; 2001). En esta relación el rito aúna de manera sincrónica los acontecimientos del pasado mítico y el presente. En cambio, el juego opera de forma opuesta, destruyendo la conexión entre pasado y presente para crear acontecimientos. “Si el rito es entonces una máquina para transformar la diacronía en sincronía, el juego es por el contrario una máquina que transforma la sincronía en diacronía”, tal como lo señala Jaime Llorente Sanz, de Universidad Politécnica de Madrid (Escuela Técnica Superior de Arquitectura) en “La experiencia entre el rito y el juego”, una investigación doctoral sobre la relación entre experiencia, lugar y paisaje, en la que “se relacionan los conceptos de rito, juego, infancia, historia, experiencia, lenguaje, habla, tiempo con la ciudad y los lugares que la estructuran” (www.hipo-tesis.eu | 2015 | ISSN 2340-5147).
Y puede ser que las dos citas siguientes también nos ayuden a entender, a debatir, al respecto.
“El teatro, en tanto actividad escénica que se desarrolla a través de la relación entre actores y público, es un acontecimiento público por excelencia. Manifestación artística que representa la vida del hombre, su manera de percibirse y de percibir el mundo que lo rodea, el teatro es una expresión de la cultura de una sociedad y de su manera de relacionarse con la realidad. Hablar de ‘teatro político’ en relación a una actividad artística, estructuralmente tan dependiente del contexto social, resulta ser un verdadero desafió epistemológico. Sin embargo la noción de ‘teatro político’ tiene un origen reconocido en los acontecimientos artísticos que tuvieron lugar durante el siglo XX a partir de autores como Erwin Piscator (1893-1966) y Bertolt Brecht (1898-1956). Estos autores concibieron al teatro como un mediador capaz de posibilitar un análisis de corte histórico y sociopolítico. Tanto Piscator como Brecht se convirtieron en un punto de referencia para todas las experiencias de teatro político que tuvieron lugar en lo sucesivo, especialmente durante el renacimiento cultural que se dio durante las luchas ideológicas de los años 60. En este período surgirán los trabajos del Living Theatre en Estados Unidos y el Teatro del Oprimido en Brasil. Ambos fenómenos sirvieron de evidencia de las “corrientes” de teatro político que se expandieron por fuera de Europa, tanto como instrumento de reivindicación política como forma de expresión del malestar social”. (Marta Mariasol Raimondi: El teatro como espacio de resistencia en la Argentina de la postdictadura; Nuevo Mundo, Mundos Nuevos; L’Ecole Des Hautes Etudes en Sciences Sociales; 2008).
Sí ahora, para el final el siguiente fragmento del texto “Cultura teatral y convivio”, de Jorge Dubatti (Revista Conjunto; Casa de las América; La Habana; Número 136): “Sostenemos que el punto de partida del teatro es la institución ancestral del convivio: la reunión, el encuentro de un grupo de hombres y mujeres en un centro territorial, en un punto del espacio y del tiempo. En términos de Florence Dupont: la ‘cultura viviente del mundo antiguo’. Conjunción de presencias e intercambio humano directo, sin intermediaciones ni delegaciones que posibiliten la ausencia de los cuerpos. No se va al teatro para estar solo: el convivio es una práctica de socialización de cuerpos presentes, de afectación comunitaria, y significa una actitud negativa ante la desterritorialización sociocomunicacional propiciada por las intermediaciones técnicas. En tanto convivio, el teatro no acepta ser televisado ni transmitido por satélite o redes ópticas ni incluido en internet o chateado. Exige la proximidad del encuentro de los cuerpos en una encrucijada geográfico-temporal, emisor y receptor frente a frente o ‘modalidad de acabado’. Sin convivio no hay teatro, de allí que podamos reconocer en él el principio – en el doble sentido de fundamento y punto de partida lógico y temporal – de la teatralidad. A diferencia del cine o la fotografía, el teatro exige la concurrencia de los artistas y los técnicos al acontecimiento convivial y, en tanto no admite reproductibilidad técnica, es el imperio por excelencia de lo aurático. En el convivio no sólo resplandece el aura de los actores: también la del público y los técnicos. Reunión de auras, el convivio teatral extiende el concepto benjaminiano. El encuentro de auras no es perdurable, dura lo que el convivio: en consecuencia, es también imperio de lo efímero, de una experiencia que sucede e inmediatamente se desvanece y se torna irrecuperable. Si el teatro sólo acontece en la dimensión aurática de la presencia corporal-espiritual de artistas, técnicos y público – conjunción que inicialmente es humana y sólo a posteriori reconocerá la distribución de roles de trabajo-, luego se disuelve y se pierde. Por su efímera dimensión convivial, el teatro – como la experiencia vital – se consume en el momento de su producción y es recuerdo de la muerte”.
Sólo resta un fuerte aplauso para el piberío de este 2017 que se nos va. ¡Y que nunca caiga el telón!
(*) Doctor en Comunicación por la UNLP. Profesor titular de la Cátedra II de Historia del Siglo XX de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Periodista y escritor.