Finalmente se estrenó a principios de noviembre en las sala Gaumont, de la Capital Federal, el documental del cineasta platense Sebastián Díaz, que “desentrama uno de los monumentales –y aberrantes- hechos de la historia argentina: la confección de la denominada zanja de Alsina. Obra gigantesca para el año 1876 que tenía como finalidad dividir el país en dos: civilización de barbarie. Una demostración más de los orígenes de ‘la grieta’ en nuestra sociedad”.
Dice el sitio Escribiendo Cine en un texto que reproducimos: El problema como siempre es económico: Inglaterra reclama mayor cantidad de materia prima a los estancieros que fundan por esos tiempos la Sociedad Rural. Los estancieros adquieren poder y reclaman al presidente Avellaneda que este les libere los campos de salvajes, entiéndase, extermine a los originarios de las pampas. ¿El motivo? Las vacas comen pasto y el pasto está en el campo, territorio de los indios. El ministro de guerra Alsina piensa en la epopeya: una enorme zanja de 375 kilómetros y dos metros de profundidad que divida el territorio. De un lado la civilización que le da la espalda a Latinoamérica y mira a Europa. Del otro, los denominados salvajes.
La idea surge como una estrategia militar: Los estadounidenses derrotaron a los indios Sioux aprovechando los accidentes naturales del territorio. Como en La Pampa no había tales accidentes había que crearlos, dice en documentos Alsina.
La muralla criolla (2017), nombre que compara en tiempo y épica a la muralla china, utiliza varios recursos interesantes para abordar su relato. Por un lado los tradicionales especialistas: hablan los destacados historiadores Osvaldo Bayer, autor de “La Patagonia Rebelde”, y Marcelo Valko, historiador y autor de “Pedagogía de la Desmemoria” y “Cazadores de Poder”. Así mismo, la película utiliza imágenes del territorio donde estuvo la zanja que sirve para graficar las voces de los especialistas, y las lecturas de los documentos de la época leídos por actores. A esas imágenes se le agrega la dramatización de algunos hechos mediante animaciones. Recursos lúdicos y atractivos para hacer audiovisual un hecho del que solo se conservan documentos textuales.
Otro de los elementos fundamentales es el mapa, utilizado para ubicar geográficamente la zanja en el territorio indígena. En él aparecen historiadores de la zona (Juan José Estevez de Trenque Lauquen, Alberto Orga de América Rivadavia, Jorgelina Walter de Puan, Gastón Partarrieu de Carhué, Eduardo Hiriart de Guaminí, y Armando Nervi también de Puan), buscando arqueológicamente “rastros” de la obra. Los distintos restos de los fortines ayudan a trazar el recorrido.
La historia culmina con la temprana muerte de Alsina, envenado tras misteriosas circunstancias. El presidente Avellaneda nombra a Julio Roca para continuar el proyecto. Roca elige importar los rifles americanos para exterminar a los indios locales. “Con cien Remington se soluciona el problema” dice, y culmina el genocidio. Las tierras se reparten entre 1800 familias de estancieros y los indios sobrevivientes, como esclavos. El vacío en el pecho después de los datos históricos obliga a generar conciencia.
No hay espectacularidad ni dobles intenciones en este trabajo. La sola enumeración de los acontecimientos golpea en la mandíbula al espectador, ante un pasado tan duro como necesario de conocer, y que deja desgraciadamente, continuidad en el presente. Después de todo y aunque no se vea, la zanja continúa existiendo.
En Todas las Voces, de la localidad bonaerense de Puan, se publicó el siguiente comentario: El documental La Muralla Criolla, producido por Sebastián Díaz con el apoyo del INCAA y que tuvo a Puan como escenario de filmación, el año pasado, será estrenado el próximo 2 de noviembre en el cine Gaumont de la ciudad de Buenos Aires, siendo además seleccionado para el festival de Ficwallmapu 2017, en Temuco, Chile.
Las locaciones del rodaje fueron el Museo Municipal Ignacio Balvidares, el Mirador Millennium donde estuvo asentado el Fortín Riobamba, réplica del fortín, Plaza de la Patria, Plaza Adolfo Alsina y laguna.
El documental ha sido premiado por el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) en la categoría DOCUMENTALES DIGITALES (2016) y declarado de Interés Cultural y Provincial por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires (2015).