Aunque el mismísimo Elvis Presley lo señalaba como el auténtico Rey del rock and roll, el corpulento pianista y cantante se mantuvo alejado de las grandes etiquetas. Dueño de una impactante serie de hits en los años 50, tuvo una carrrera con altibajos.
Por Yumber Vera Rojas (*) / La obra de Domino influyó a músicos de toda clase, de The Beatles al punk, pasando por el reggae. “Nunca pensé en ser llamado el ‘Rey’. Pero sé que la gente compró mis discos. Vendí muchos. Así que estoy agradecido”, manifestó Antoine “Fats” Domino Jr. tras alcanzar las ocho décadas de existencia. Nueve años después, en la tarde de ayer, el cantante y pianista falleció en Harvey, a las afueras de Nueva Orleans, su ciudad natal, por causas naturales. A pesar de que es considerado uno de los pioneros del rock and roll, no encajó nunca en los estereotipos del género. De hecho, a diferencia de Chuck Berry, Little Richard, Jerry Lee Lewis e incluso Elvis Presley, evitó protagonizar cualquier tipo de escándalo. Todo lo contrario. Como buen hombre de barrio, nunca le gustó viajar fuera de su casa para estar cerca de sus ocho hijos, incontables bisniestos y su esposa, con la que estuvo casado toda la vida. Su ostracismo era tal que no asistió a su introducción en el Rock and Roll Hall Fame ni a la Casa Blanca para recoger la Medalla de las Artes que le concedieron. Aunque, tras abandonar los escenarios en 1995, se lo podía ver bordeando el río Misisipi con su Cadillac rosado.
Si bien Elvis lo llamó el “Rey del rock and roll”, Fats Domino nunca se pensó como un rockero. Y es que cuando el Monarca de Tupelo todavía acudía a la secundaria, la llamada “Voz Amable” del incipiente género ostentaba una rica trayectoria en la escena del rhythm and blues de Nueva Orleans. Sin embargo, luego de que a la industria discográfica estadounidense le cayera la ficha de que esa música pensada originalmente para el segmento negro del mercado podía calar en el gran público, especialmente entre los jóvenes, muchas de las grabaciones del artista fueron aligeradas para que entraran en sincronía con la tendencia en boga. Tampoco hay que olvidar que en 1955, el año cero del rock and roll, la segregación racial imperaba en los Estados Unidos. Por lo que, a pesar de que “Ain’t That Shame” le permitió al músico ingresar en el Top Ten de la cartelera pop, la versión blanqueada de su hit, a cargo de Pat Boone, no sólo superó en ventas a la de su autor, sino que abrazó asimismo el primer lugar.
Siete años antes, en 1948, el artista afroamericano, nacido en el seno de una familia humilde de Louisiana en la que se hablaba el francés criollo propio de la zona y que hizo de la música una tradición, fue descubierto por Lew Chudd, dueño de la disquera californiana Imperial Records. Fue ahí donde Domino conoció al trompetista y compositor Dave Bartholomew, con el que compuso su primer gran éxito: “The Fat Man” (“El gordo”), reverenciado por muchos investigadores como la primera grabación que se hizo de un rock and roll. Aunque el tema hace alusión a su obesidad, que nunca le generó complejos, cargaba con su sobrenombre desde los seis años de edad, tras aprender a tocar el piano y en honor a Fats Waller, uno de los grandes pianistas del swing. Se lo puso Billy Diamond, un bajista que lo acompañó en sus primeras actuaciones profesionales, las que llevó adelante sin dejar su trabajo de heladero y más adelante en una fábrica de somieres. Así que desde temprano pulió un estilo que se caracterizó por bajarle un cambio al boogie woogie y pisar hasta el fondo el acelerador del blues.
Después de “The Fat Man”, que llegó al segundo puesto de la cartelera R&B de su país y con el que llegó a vender un millón de copias, Domino lanzó una retahíla de éxitos apoyado, además de Bartholomew (con el que rompió posteriormente), por el saxofonista Alvin “Red” Tyler y el batería Earl Palmer. Hasta que en noviembre de 1956 apareció su primer álbum, Carry on Rockin’, a través del sello Imperial Records, que el año siguiente fue reeditado con el nombre de Rock and Rollin’ with Fats Domino. A partir de ese momento, Fats disfrutó, en un hecho sin precedentes en la escena musical de los Estados Unidos, de una buena racha de hits. Entre 1956 y 1960 ubicó en el Top 40 clásicos de la talla de “I’m Walking”, “Whole Lotta Loving”, “Blue Monday”, “Walking to New Orleans” (hoy es uno de los himnos de su ciudad) y “Blueberry Hill”. Si bien se trataba de un cover compuesto originalmente por Vincent Rose, Larry Stock y Al Lewis, y fue interpretado por un sinnúmero de artistas, él se encargó de inmortalizarlo.
Una vez que rompió contrato con Imperial, Domino fue captado en 1963 por el sello ABC-Paramount Records, con el que siguió produciendo música, pero sin el impacto de años anteriores. A esio se le sumó la denominada Invasión Británica, lo que comenzó a restarle popularidad no sólo a él, sino también al resto de los pioneros del rock and roll. A mediados de los sesenta, Fats se instaló en Las Vegas. Y eso terminó siendo una mala decisión debido a que se entregó al juego, lo que le trajo apuros y problemas económicos. El único hito musical potente que patentó a lo largo de esa década ni siquiera fue suyo, sino que sirvió de inspiración para ello. Se trata de “Lady Madonna”, clásico de The Beatles basado en su tema “Blue Monday”. “Cuando lo hice, estaba sentado en el piano tratando de reproducir un boogie woogie”, dijo Paul McCartney acerca de esta canción, lanzada en 1968, que fue versionada por el músico meses después, en el álbum de su regreso Fats is Back, bajo las órdenes del productor Richard Perry.
Ese trabajo, uno de los tres que grabó ese año (los otros fueron Trouble in Mind y Fat Sound), pasó inadvertido. Sin embargo, entre fines de los sesenta y comienzos de la década siguiente, el rock and roll experimentó un revival, lo que puso a los héroes del género de vuelta en los grandes escenarios. Aunque no fue suficiente. De la misma forma que deambuló por varios sellos discográficos, la carrera de Domino, quien en 1969 tuvo una intervención en la serie televisiva del grupo The Monkees y en 1980 protagonizó un cameo en el largometraje Any Which Way You Can, padeció varios alzas y bajas a partir de ese entonces. De manera que, resignado por las nuevas reglas que estableció la industria discográfica, por el recambio artístico generacional y por las nuevas tendencias musicales, el artista se dedicó más hacer recitales y a registrar varios discos en vivo, entre los que despuntan Hello Josephine. Live at Montreux (1974) y Live in Europe (1977). Ya en la década de los ochenta, el cantante y pianista recibió numerosos reconocimientos, incluyendo un Grammy honorífico en 1987.
Aparte de Paul McCartney y John Lennon (siempre confesó que una de sus canciones favoritas era “Ain’t That Shame”, al punto de que la versionó en Rock’n’ Roll, su álbum de homenaje al género publicado en 1977), los rastros del legado de Domino se pueden encontrar en otros géneros y exponentes alrededor del mundo. Por ejemplo, de la mano de artistas como Yellowman, quien se apuntó los covers de los himnos “Be My Guest” y “Blueberry Hill”, o de la banda Justin Hinds and the Dominoes (el crooner tomó su apellido para el nombre de su proyecto, a manera de tributo), Fats está muy presente en el heraldo sonoro jamaiquino. No sólo eso: para muchos artífices de la isla caribeña fue una de las referencias durante la concepción del ska. Aunque también su obra pesa en el punk. Y para muestra está la adaptación de “I Lived My Life”, plasmada por Richard Hell y su agrupación The Voivoids. Al tiempo que Jah Wobble y Johnny Rotten, en calidad de plenipotenciarios del post punk, registraron una versión maravillosa de “Blueberry Hill”.
“Bob Marley dijo que el reggae comenzó con Fats Domino”, asegura Rick Coleman, autor de la biografía Blue Monday: Fats Domino y The Lost Dawn of Rock & Roll (2006). El investigador estadounidense también se atreve a afirmar que las raíces de la cultura popular tal como se la conoce hoy fueron establecidas por personas como el pianista y cantante, al igual que por otros artistas de Nueva Orleans como el Profesor Longhair. “Ellos armaron esta amalgama de música popular que incorporó blues y alegría de una manera muy emotiva y sucinta que la gente podía bailar. Era solo una forma poderosa de música porque antes ésta había sido muy afable y cortés, y no te obligaba a involucrarte física o emocionalmente. Cuando Fats Domino (era conocido asimismo por ser reacio a las entrevistas, especialmente las de televisión, que rechazó por más que le ofrecieran miles de dólares) y muchos de sus antepasados en el R&B aparecieron, delinearon la personalidad de cantantes de la talla de Elvis Presley, quien se convirtió en una figura estelar por hacer lo mismo”.
Mientras disfrutaba de la influencia de su legado, Domino fue noticia en agosto de 2005 a causa del huracán Katrina, uno de los cinco más mortíferos en la historia de los Estados Unidos. De hecho, mucha gente olvidó que estaba vivo hasta ese entonces. Cuando la Guardia Nacional comenzó a rescatar a las víctimas de los techos, se corrió el rumor de que el músico había muerto. Si bien varios artistas fueron evacuados a Houston, Austin, Nashville y Memphis, nadie sabía absolutamente nada acerca de Fats, lo que generó temor en cuanto a su estado de salud. No obstante, las dudas se despejaron una vez que un diario local publicó una foto suya subiendo a barco a Baton Rouge, tras ser asistido en su casa. Y es que este arquitecto del rock and roll se mantuvo resguardando a su esposa por más de 60 años, Rosemary, al igual que a sus hijos (todos con nombres comenzados con la letra “A”) e innumerables nietos. Pese a que perdió todo –incluyendo todos sus discos de oro–, no lo consideraba tan importante. “Para ser honesto, no perdí nada. Y lo que dejé de tener, lo pude reemplazar”, explicó poco tiempo después.
A partir de esto, la Fundación de Tipitina eligió convertirlo en una de las caras del rostro del renacimiento de Nueva Orleans. Y no sólo eso: en su sede, en 2007, ofreció su último recital. Ese mismo año, Paul McCartney, Norah Jones, Herbie Hancock, Tom Petty & The Heartbreakers (también fallecido este año), Willie Nelson, Neil Young y Elton John, entre otros, juntaron talentos y corazones para grabar Goin’ Home: A Tribute to Fats Domino, disco tributo que dejó en evidencia la trascendencia y el impacto de la obra del artista estadounidense. Y hasta su vigencia. Luego de vender 65 millones de disco alrededor del mundo, Fats fue inducido en 2016 al Salón de la Fama del Rhythm and Blues. En el evento participaron Dionne Warwick, Smokey Robinson, Prince y The Supremes, algunas de las figuras que le deben buena parte de su carrera a un artista que hasta sus últimos días se aferró a la fe. “Mantenerse cerca de las enseñanzas de la Biblia es lo principal”, recomendó tiempo atrás. “Nadie vive para siempre”.
(*) Nota publicada por el diario Página 12.