Hasta ahora, los reportes y los análisis que circulan al menos en el aparato mediático internacional adolecen de un una gran vocación plana, sin esbozo alguno de ensayo de de ideas, de hipótesis o de búsquedas de enfoques diferentes. No son pocos los académicos que viene diciendo que el neoliberalismo – nombre con que se conoce la actual etapa del sistema capitalista concentrado y mundializado, con aspiraciones de escritura única para la historia – contiene poderosos impulsos centrípetos – los más visibles -, pero también fuerzas centrípetas, menos palpables, hacia diferentes formas de regionalización y atomización del poder, como una especie de necesidad dialéctica de la circulación del capital transnacional. Por cierto que se trataría de un fórmula heredad de las conformaciones políticas que plasmaron las dos Revoluciones Industriales y su emergencia, el imperio británico vigente hasta el fin de la II Guerra Mundial, instancia a partir de la cual aquella vieja asociación con Londres – las colonia del Norte de América, es decir Estados Unidos – pasó a ocupar el plano central de la hegemonía, siempre a dos bandas, la de Washington y Londres. En esa lógica dialéctica del capitalismo Siglo XXI, pero anclado en la tradición balcanizadora británica del XIX, puede entenderse el denominado Brexit o salida del Reino Unido de la eurozona; Brexit que podría necesitar de un enclave en el Mediterráneo, y la España que surgió del matrimonio de Fernando e Isabel, la de los Habsburgo Carlos y Felipe II tiene un profundo conocimiento de ese mapa entre Occidente y Oriente. Entonces, y como hipótesis, ¿se extenderá hacia Cataluña el brazo de Londres?
Las palabras del rey Felipe VI el martes parecen moverse en ese hipotético sentido. “Criticó a las autoridades secesionistas de Cataluña por pretender transgredir la unidad de España con su referéndum unilateral de autodeterminación, celebrado el pasado domingo para proclamar la independencia de esa región”, afirmó un despacho de la agencia Prensa Latina, y se advierte aquí que en este texto se usaran voces y guiños editoriales latinoamericanos, desde un ángulo y el otro.
“’Con sus decisiones han vulnerado de una manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado”, denunció el monarca en un mensaje a la nación desde el madrileño Palacio de la Zarzuela. ‘Desde hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía’, enfatizó en alusión a la legislación que regula esa comunidad autónoma. En su dura alocución televisiva, Felipe VI acusó a los miembros de la Generalitat (ejecutivo catalán) de quebrantar los principios democráticos de todo Estado de Derecho y de socavar la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana. Ante esta situación, que calificó de extrema gravedad, subrayó que es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña”. Así completó Prensa Latina, dejando constancia de una serie de expresiones del poder central que podrían ser leídas como de advertencias a los separatistas catalanes.
Desde un ángulo editorial antagónico al de la agencia latinoamericana de noticias, el diario La Nación, de Buenos Aires, formula este miércoles el siguiente resumen noticioso: “Con Cataluña fuera de control, al final de un día de huelga general con ambiente insurreccional, el rey Felipe VI emitió anoche un discurso de calado histórico en el que acusó al gobierno separatista de esa región de actuar con ‘una deslealtad inadmisible a los poderes del Estado’ y garantizó que España se mantendrá unida. Que el gobierno de Mariano Rajoy haya movido la ficha del rey significó la admisión definitiva de la gravedad extrema de la crisis que sacude al país desde que, el domingo, las autoridades catalanas celebraron un referéndum de autodeterminación prohibido por la justicia y anunciaron que el resultado los valida para declarar la independencia en los próximos días. Felipe VI usó un tono severo, que recordaba el único antecedente en 40 años de democracia de una intervención política semejante de la corona: cuando su padre, Juan Carlos I, compareció para frenar el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 (…). A las 21 (hora local), cuando se emitió el mensaje, las calles de Barcelona seguían pobladas por decenas de miles de personas que se pasaron el día de protesta en protesta: repudiaban la represión de la policía estatal en el desalojo de los centros electorales. Y exigían a Puigdemont que cumpliera con su palabra de proclamar la nueva república catalana cuanto antes (…). El rey subrayó: ‘Hoy la sociedad catalana está fracturada. Esas autoridades han menospreciado los afectos de solidaridad que unieron a los españoles. Con su conducta pueden poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y toda España’. Cerró su discurso con una reafirmación de su compromiso con «la democracia, la Constitución y la unidad de España». El Partido Popular (PP), el socialista (PSOE) y Ciudadanos respaldaron de inmediato sus palabras. En Barcelona, en cambio, estallaron cacerolazos apenas terminó la emisión. Los separatistas le cuestionan que no haya hecho siquiera mención de los heridos -900 según la Generalitat- durante la represión del domingo pasado”.
Y este mismo miércoles la crónica del diario Página 12 contrapunteaba de la siguiente forma: “’Som un poble digne’” escribieron en el asfalto frente a uno de los colegios de Barcelona más reprimidos por la policía el domingo- el Instituto Ramón Llull- las cientos de personas que allí se concentraron en el marco de la huelga general de ayer en Cataluña. ‘Somos un pueblo digno, un pueblo de paz’ cantaban, mientras llenaban la puerta de claveles rojos en nombre de cada uno de los heridos por las cargas policiales que el gobierno de Mariano Rajoy ordenó para impedir el referéndum soberanista. La manifestación en protesta por la violencia sufrida el domingo pasado en Cataluña empezó con gestos como este ayer a la mañana y no se detuvo, sino que fue creciendo y expandiéndose a lo largo del día hasta desbordar a partir de las 6 de la tarde la avenida principal de Barcelona- la Vía Laietana- con decenas de miles de personas. Gente de todas las edades salió a la calle en una jornada marcada por la convocatoria de dos acciones reivindicativas: el llamado “paro cívico” promovido por la Taula per la Democràcia- agrupación ciudadana que aglutina a los principales sindicatos catalanes y a las entidades independentistas- en rechazo a la represión policial del 1-O, y la huelga general impulsada por centrales obreras minoritarias y partidos de izquierda como la CUP, en denuncia no solo de la actuación de la Policía Nacional y la Guardia Civil sino de la enorme precariedad en la que están sumidos los trabajadores de todo el Estado (era una huelga que estaba convocada con anterioridad a la votación soberanista). La desmesurada violencia con la que las fuerzas de seguridad nacionales intentaron impedir la consulta soberanista unió a una gran parte de la población en un pedido de paz, por sobre todas las cosas. Además de los gritos en favor de la independencia y el derecho a decidir que se escucharon por toda Barcelona y otras ciudades catalanas como Lérida, Gerona, Sabadell o Tarragona, los cánticos más entonados fueron aquellos dirigidos contra la violencia policial. “No vengo para defender la independencia de Cataluña porque no estoy de acuerdo con ella, pero sí para defender nuestra paz y nuestra libertad y manifestar abiertamente mi rechazo a los abusos que sufrimos el domingo”, afirmaba Clara, una profesora que ayer no acudió a las aulas y se dirigió a la manifestación del centro de Barcelona.
Y para el final, la mirada del experimentado diplomático argentino Cesar Mayoral, ex representante del país ante la ONU, Canadá y China, conforme se explayó en una columna publicada por La Nación el domingo pasado.: “‘Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando’. Como expresaba un dicho popular a fines del siglo XV, el casamiento de la reina Isabel de Castilla con el rey Fernando de Aragón instaurando la unión de las dos coronas selló la unidad política de España y constituyó las bases del actual Estado español. A esta realidad política que lleva cinco siglos, el gobierno regional de Cataluña quiere ponerle fin. Y la particularidad del referéndum convocado para hoy es que no exige una mayoría de votantes, sino que la simple mayoría de quienes vayan a votar basta para declarar la independencia. El gobierno español ha manifestado su oposición y la Unión Europea (UE) comunicó claramente que no se reconocerá una república catalana bajo ningún concepto. Algunos independentistas catalanes intentaron apelar a la ONU, buscando apoyo en el concepto de la ‘autodeterminación de los pueblos’ (como también lo pretenden los isleños en Malvinas), pero no obtuvieron repuesta favorable, ya que su pretensión no resiste el mínimo análisis. En ese marco, la pregunta pertinente, más allá de sentimientos nacionalistas, es si resultaría conveniente para los catalanes declararse independientes y si es mejor para los ciudadanos y residentes que allí habitan dejar de pertenecer a España, a la UE, dejar la eurozona y no ser miembro de la ONU. El criterio de mayor peso esgrimido por los separatistas para convencer a los votantes es apelar al dinero que ganarían al separarse; mejor dicho, el dinero que dejarían de pagarle al Estado español si se separaran. El argumento es que Cataluña mantiene con su esfuerzo y trabajo a las comunidades menos ricas de España y que la «independencia» les permitiría quedarse con esa renta y repartirla sólo entre catalanes. Es decir, Cataluña dejaría de «sostener» a esas regiones y comenzaría a vivir con ‘lo nuestro’, como lo enseñara, hace un siglo, l’Avi ( el abuelo) Francesc Macia, creador de la idea del separatismo catalán en 1922, cuando no existía la globalización y España vivía en un caos político interminable que terminó en su cruenta guerra civil y, luego, en el advenimiento de la dictadura de Francisco Franco por 40 años. En nuestros días España, Cataluña y el mundo son otros; Occidente pierde poderío ante el avance de las potencias emergentes, que sumadas a la constante amenaza del fundamentalismo islámico hacen crecer a las ultraderechas (como en Alemania), incrementan las divisiones y debilitan a la UE. Cataluña nunca se llevó bien con los dos partidos que gobernaron España, el PSOE y el PP. Nunca hubo un líder catalán como primer ministro de España y, poco a poco, los dos partidos políticos nacionales fueron perdiendo poder en Cataluña. En otros escenarios donde se buscó la independencia -como en Quebec (Canadá), en Escocia o en los países bálticos- los instrumentos para lograrla fueron consensuados entre el poder regional y el central y no fueron llevados a cabo por la voluntad exclusiva de la región que pretendió separarse. Ésta debería ser la lección que los dirigentes aprendan y ejecuten y negociar con Madrid una salida inteligente, en paz; una solución para ambas partes, y no como pasa ahora, con el llamado a un referéndum que no tiene legalidad jurídica y que es inaplicable en la Europa de hoy. Todos saben que, más allá del relato de los partidos independentistas que levantan las banderas de la soberanía nacional, la diversidad cultural y el derecho al autogobierno, está la idea de negociar una autonomía fiscal con mayores ventajas. Hoy la independencia es irrealizable, además de un pésimo negocio y una irresponsabilidad histórica. Ello lo saben mejor que nadie el presidente catalán, Carles Puigdemont, y su gobierno. Nosotros, mientras tanto, desde aquí preferimos que no se concrete esa salida de España. Sería muy triste ver jugar en el Camp Nou a Lionel Messi una final del campeonato catalán contra el Girona o el Tarragona. Preferimos verlo jugando la Liga española y la de Europa”.