Aproximadamente a las 15.35 de este miércoles, uno de los periodistas deportivos del canal C5N dijo suelto de cuerpo y casi textualmente, que ojala la FIFA le dé una mano a la Argentina para clasificar para el Mundial de Rusia. Hace mucho que fútbol escupe mugre, pero en la era Messi se están superando todas las marcas; y no basta con arremetidas individuales de honestidad y carteles “solidarios”. La mugre se está convirtiendo en vendaval.
Por Víctor Ego Ducrot (*) / En C5N, entonces, pidieron que la FIFA arregle los partidos, partiendo de una presunción que anida como pocas otras en el imaginario de tantos y tantos: que un Mundial sin el 10 del Barcelona sería un muy mal negocio. Pero un pico alto en el proceso de putrefacción del “planeta fútbol” como corporación transnacional que es, con la cual lucran jugadores, representantes, dirigentes de clubes, empresarios varios, entre ellos los de los medios de comunicación, periodistas, agentes de seguridad como policías y otros, sobre todo en los países donde la violencia en los estadios y en los espectáculos deportivos se ha hecho moneda corriente, auspiciada por la complicidad de esa trama completita.
Lo novedoso podría ser que ya públicamente y desde las pantallas de TV se pidan más y más eficientes vueltas de tuercas a la corrupción, la misma que no hace mucho se llevó puesta a la plana mayor de la propia FIFA y de otros niveles del fútbol mundial, si hasta pasó por la cárceles de Estados Unidos Alejandro Burzaco, hermano del actual segundo en el ministerio de Seguridad del gobierno de Mauricio Macri – Eugenio Burzaco – , la misma cartera que difícilmente pueda zafar de las consecuencias por haber al menos encubierto la desaparición forzada de Santiago Maldonado, si es que, como todo parece indicar, la Justicia llega a esas y otras conclusiones que incriminan a la Gendarmería, incluso en acuerdos por supuesto que bien ocultos con el propio gobierno y elementos de la mismísima oposición – bendecidos todos, claro está con suculentas cenas en departamentos a llegados a la Embajada de Estados Unidos en Argentina -, y continentes incluso de una posible convocatoria a expertos de la ONU y la eventual creación de una fiscalía especializada. De ahí que, sostienen ciertas fuentes más que confiables, las máximas autoridades del Ministerio Público Fiscal decidieron movilizarse después de un mes de extraño silencio.
En ese contexto, los episodios de la desesperación futbolera por las sucesivas frustraciones de la Selección Nacional – una suerte de banda de niños ricos expertos en gambetas con la pelota pero también con sus fortunas antes los respectivos fiscos – pasa a ser un dato menor.
Sin embargo, a la trama ya mencionada al interior del ministerio de Seguridad, debe sumársele para su consideración que el ungido para experimentar la primera llegada de la derecha histórica y bestial al gobierno a través de las urnas, Mauricio Macri, hizo sus primeras armas justamente en medio de la mugre futbolera, como presidente de Boca Juniors y con los millones que su familia venía acumulando, primero con la dictadura genocida, y luego en tanto parte destacada de la “patria contratista” de la democracia renga, recuperada en 1983. Que su hombre en ese club es un tal Diego Angelici, de extrema relación con los pasillos mal olientes de los servicios de inteligencia y de la Justicia Federal. Que el amigo de toda confianza del presidente, un tal Gustavo Arribas, también del mundo del fútbol y sus negociados internacionales, está al frente de la AFI, la ex SIDE, agencia putrefacta aquella y ésta que mucho debió y debe saber acerca de nudo dramático que envuelve a las reivindicaciones mapuches en la Patagonia; de las relaciones entre los servicios de Argentina y Chile, y otros; y por ende acerca de qué sucedió con Santiago Maldonado. Que el presidente de la AFA, “El Chiqui” Tapia, un ex culata de Julio Moyano y hombre de las tinieblas del barrabravismo llegó hasta allí en acuerdos con Macri, “los servicios” y su propio suegro, es decir el zar de Camioneros. Que los capos de las barrasbravas trabajaron y trabajan atados a dirigencias futboleras y políticas de todos los colores, a policías, fiscales, jueces y grandes medios, y funcionando como vértices de la violencia y el delito en las calles.
Esta es la Argentina que parece deshacerse y que contiene a una TV a la que, en nombre de la pasión futbolera, se le sale la cadena y pide intervenciones delictuales a la FIFA, entidad que mucho sabe acerca de matufias, y desde hace mucho tiempo. Y como ejemplo sólo un minúsculo puñado de hechos, para no aburrir.
Tras convertirse definitivamente en el ícono máximo de las canchas del mundo, cuando lleva a su equipo hasta el podio en el Mundial México ’86, Diego Armando Maradona, viaja a Cuba , un año después, para recibir un galardón que le otorgara redacción deportiva de la agencia Prensa Latina, dando comienzo así a una estrecha y afectuosa relación del astro con la Revolución, luego con la Venezuela de Chávez y hasta activar su presenciasobre el palco desde el cual, con Néstor Kirchner en la presidencia, en Mar del Plata, y en la jeta de George W. Bush, se mandó literalmente al carajo al proyecto ALCA. Pero ya en el ’87 la FIFA había sido cómplice con los servicios de inteligencia de Estados Unidos, que se enseñaron con Maradona, primero en Italia y luego por donde fuera. Tenían que castigarlo como tuvieron que hacerlo con tantas figuras mundiales que se solidarizaban con la Isla de Fidel Castro y con causas populares en América Latina.
Por aquél entonces, mientras Maradona intentaba con su amigo Sócrates – el notable jugador brasileño – organizar un sindicato internacional de futbolistas, para enfrentar el tejido corporativo empresario que la FIFA venia perfeccionado con el llamado “club de sponsors” (núcleo duro de transnacionales y bancos que se pasaban a controlar el negocio y sus derivaciones financieras en las plazas del lavado de dinero), las huestes del después caído en desgracia Joseph Blatter, el suizo que en realidad respondía al mandamás Julio Grondona, formateaban la mafia de la pelota hasta el paroxismo y diseñaban el tipo de fútbol superligas que domina el escenario actual; mientras negociaban como podían y donde podían, con los grandes medios y el poder político.
Ese es fútbol de hoy, el que escupe mugre y en el que, en sus callejones pestilentes, pueden existir un sinnúmero de pistas sobre repugnantes infamias.
(*) Periodista, escritor y profesor universitario. Doctor en Comunicación. Titular de la Cátedra II de Historia del Siglo XX en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Director de AgePeBA.