Con las Fuerzas Alternativas Revolucionarias del Común (FARC), el grupo ex guerrillero mantuvo su sigla en esta naciente organización que, ahora en democracia y sin armas, espera disputar el poder y lograr paz con justicia social.
La Plaza de Bolívar estaba a reventar. Con un lujoso cartel musical que incluyó a un hijo de Bob Marley, Ana Tijoux y otros, las Fuerzas Alternativas Revolucionarias del Común (FARC) lanzaron públicamente su partido político. El grupo ex guerrillero mantuvo su sigla en esta naciente organización que, ahora en democracia y sin armas, espera disputar el poder y lograr los cambios trazados por sus fundadores hace 54 años: paz con justicia social. Frente a los más de mil ex combatientes que llegaron a la capital para estrenarse en la ciudadanía al discutir las apuestas y votar por los dirigentes del nuevo partido, el antiguo jefe de las Farc Rodrigo Londoño “Timochenko” inició su discurso recordando a Jorge Eliécer Gaitán quien hablaba del país político y el país nacional: “El Estado sigue representando actualmente los intereses de un grupo minoritario, cuando debiera representar todas las clases y defender especialmente a la que lo necesita, o sea la gran mayoría de los desheredados. Proponemos a Colombia poner fin a tan amarga realidad”. Lo escuchaban en la plaza, además, decenas de miles de personas que se congregaron desde las dos de la tarde para el acontecimiento más inverosímil del último medio siglo en Colombia: la dirigencia y la base de las Farc reunida en el corazón del poder de Colombia, bajo el cuidado del Estado que antes fuera su enemigo, y en medio de coros, banderas y lágrimas de apoyo de miles de ciudadanos que aplaudían la entrada en la política de las Farc. En sus manos sostenían rosas rojas, símbolo del partido naciente que, durante la última semana realizó su primero Congreso logrando reunir por primera vez en la capital del país a su base guerrillera que hoy está en tránsito a la vida civil. Así consignaba este domingo desde Bogota para el diario Página 12, la periodista Katalina Vásquez Guzmán
El 31 de agosto, la agencia Prensa Latina informaba que “el Congreso fundacional de las FARC-EP destinado a convertirse en un partido político, acordó hoy que esa fuerza de izquierda colombiana llevará en lo adelante el nombre de Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. El acuerdo fue adoptado en la penúltima jornada del cónclave de cinco días, cuando también se aprobó por el millar de delegados asistentes el logotipo que tendrá el nuevo partido FARC, que con ese nombre no perderá su identidad de los inicios de la guerrilla en Marquetalia hace mas de cinco décadas.
“La reunión de las FARC reúne desde el pasado domingo en el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada de esta capital a mil delegados y unos 200 invitados de diversos sectores de la sociedad colombiana, además de decenas de delegaciones invitadas de fuerzas de izquierda de otros países, fundamentalmente de América Latina y el Caribe. En un principio, Iván Márquez, miembro del Secretariado, informó que el nuevo nombre podría ser Fuerza Alternativa Revolucionaria de Colombia, cambiando, así, sólo la palabra Armadas y eliminando el EP. Por su parte, el líder del exmovimiento guerrillero, Timoleón Jimenez, alias Timochenko, animó una especie de encuesta mediante su cuenta Twitter, en la que propuso un debate alrededor de cuatro nombres posibles para el futuro partido: Nueva Colombia, Esperanza del Pueblo, FARC-EP y Nuevo Partido. En los debates internos del Congreso prevaleció finalmente la propuesta de FARC, aunque sólo cambiando el nombre de Colombia por Común. De acuerdo con fuentes bien informadas, el Congreso de la nueva FARC, que concluirá mañana, dará a conocer a primera hora otros acuerdos claves para el futuro de esa organización política, ahora en el ámbito de la vida democrática colombiana, incluida la integración de su máxima dirección. Entre ellos figura la selección de los integrantes de la fracción que asumirá sus funciones en el Congreso de la República, como fue acordado con el gobierno en las conversaciones de La Habana, con cinco senadores e igual número de delegados a la Cámara de Representantes (diputados)”, sostenía la misma agencia latinoamericana de noticias.
“A este momento culminante y tras firmarse el Acuerdo de Paz, se ha llegado tras más de cinco décadas de conflicto armado interno, que trajo a Colombia 5,7 millones de desplazados, 220 mil muertos y más de 25 mil desaparecidos”, cerraba su despacho Prensa Latina.
Este domingo, Cuba Debate publica el artículo “Nuevas FARC, misma revolución”, del mexicano Alberto Rodríguez, periodista y académico mexicano especializado en filosofía y comunicación, texto que ´pasamos a reproducir:
No faltaron las aves de mal agüero que apostaban que el proceso de paz en Colombia fracasaría, cuando éste se anunció públicamente en el 2012. Es cierto que no les faltaban razones para pensar así, ya que las FARC venían de tres procesos fallidos de pacificación donde habían sufrido consecuencias fatales, con cientos de revolucionarios asesinados y tantos más presos políticos, muchos de los cuales aún esperan fecha de amnistía. Pero los diálogos terminaron y la guerrilla dejó las armas para integrarse a la vida política abierta bajo el nombre Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. O sea que la paz, ha sido. O al menos, el fin de la guerra.
Claro que todo está por escribirse. La paz nunca es un asunto acabado. La paz requiere justicia, bienestar, trabajo, techo, educación, felicidad. Hay que construirla, revolucionarla y protegerla. Cuando en el 2013 entrevisté al comandante fariano Marco León Calarcá éste me aseguró que la dejación de armas no significaba que las FARC renunciarían a la revolución. De concretarse la conformación de la guerrilla en un partido político –me dijo entonces–, la lucha seguiría por otras vías, pero los ideales permanecerían ¿Qué ideales? La paz, la justicia social y, por supuesto, el socialismo para Colombia. Ese es el camino.
Ahora resta que el Estado cumpla su parte. Se requiere el desmantelamiento del paramilitarismo que está identificado con la ultraderecha nacional agrupada en el partido Centro Democrático que lidera el expresidente Alvaro Uribe Vélez, quien encabezó el último periodo álgido de agresión militar contra las entonces FARC-EP. Se necesita la excarcelación de los presos políticos farianos que vienen luchando desde hace años por sus derechos, incluido Simón Trinidad, preso en cárceles de Estados Unidos. Se requiere limpiar el sistema electoral envenenado por el dinero y liquidar todos los aparatos de espionaje y persecución a integrantes de la izquierda colombiana. Se requiere también democratizar los medios de comunicación para asegurar el destierro de la manipulación. Se requiere, entonces, que el Gobierno garantice lo que se consiguió en la mesa de La Habana: las bases de un nuevo país.
Me queda claro que las FARC vienen haciendo su parte. Y hasta que el Estado colombiano no termine de hacer la suya habrá riesgo de retroceso. Eso es claro. Hay peligro latente ¿Y si las FARC se equivocaron al dejar las armas? ¿Quién puede confiar así en el enemigo de tantos años? ¿Se reeditará la masacre de la Unión Patriótica? Y sobre todo, ¿vale la pena la ociosidad de pensar en todo lo anterior?
Es necesario también dejar de molestar con el tema de si las FARC se equivocaron, o no. La moral no se juzga hacia atrás. Una decisión así sólo puede medirse hacia adelante, con las consecuencias, con lo que venga. Si una acción es buena, sus consecuencias serán buenas. Y no puedo encontrar mayor bien que la paz. Quien no lo entiende así, no sabe nada de la guerra. Y falta el respeto a quienes la han resistido, no en las consignas y a la distancia, sino bajo la tormenta de fuego.
Bienvenida la FARC. El partido de la rosa roja. La Fuerza del Común. El partido de la paz. De la revolución y el socialismo. Con ella nace de por sí uno de los partidos políticos de izquierda más grandes e importantes de Latinoamérica y de lo que hagan dependerán muchos otros procesos políticos que vienen detrás. Por tanto, jamás se nos olvide que han sido ellos quienes han regado la sangre para que, de la pólvora, brotara la flor de la paz. Una flor, a cuya sombra nos cobijaremos.