La prensa argentina y regional adicta a la injerencia contra estados soberanos por parte de los poderes hegemónicos ya hablan sobre cómo están reflotando la teoría de la “intervención humanitaria”, sistematizado en los ‘90 por el “socialista” francés Bernard Kourchner, inspirador de Médicos Sin Frontera y cuadro de la inteligencia de los servicios de inteligencia de Paris, con sólidos vínculos con la CIA y la Mossad. Kourchner, uno de los cofundadores de Médicos Sin Fronteras que entre los ’80 y los ’90 participó en los gobiernos socialistas de su país y terminó como ministro de Relaciones Exteriores del ex presidente Nicolás Sarkozy, es descripto en un artículo publicado en la revista Pueblos en 2008. La crítica especializada en política internacional, Diana Johnstone hace referencia a la vida de Kourchner y cuenta: “En 1968 se unió a un equipo médico organizado por el gobierno francés para proporcionar ayuda humanitaria a la efímera república secesionista de Biafra. De vuelta en París en 1969, cooperó con los servicios de inteligencia franceses para fundar un Comité contra el «genocidio en Biafra».
Por Cecilia Valdéz / El 15 de agosto, el presidente Mauricio Macri recibía en la Casa Rosada al vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, quien aplaudió las “reformas económicas” de Cambiemos, que en los últimos diecinueve meses generaron cientos de miles de desocupados, unos dos millones de nuevos pobres, endeudamiento récord, especulación financiera sin control y fuga de capitales. Pero el punto central del encuentro bilateral giró en torno a Venezuela, amenazada con una intervención militar por el propio Donald Trump.
Macri y Pence acordaron “extremar” la presión sobre Venezuela, es decir sellaron una suerte de complicidad injerencista contra un país soberana, pleno integrante del sistema internacional, enuna operación claro está comandada por Washington. En ese contexto, Macri aprovechó la vista de Pence para redoblar sus ataques contra el gobierno de Nicolás Maduro y abogar por una mayor intervención en Venezuela, desconociendo el proceso democrático de la Asamblea Constituyente y exigiendo un “cronograma electoral” de acuerdo a los dictados de Washington.
Ya el pasado 12 de agosto, la Cancillería Argentina había emitido emitió un comunicado sobre la suspensión de Venezuela del Mercosur alegando “la constatación de una grave ruptura del orden democrático en ese país”, al tiempo que rechazó el uso de la fuerza para el restablecimiento del orden democrático. La decisión fue tomada luego de la elección de los representares de la Asamblea General Constituyente por parte de los venezolanos, que no contó con el apoyo de la oposición. Esta última había realizado un plebiscito sin aval de las autoridades electorales para rechazar la Constituyente, asegurando contar con un gran apoyo ciudadano
Desde el Mercosur denunciaron “un aumentaron la represión, las detenciones arbitrarias y el cercenamiento de las libertades individuales” y aseguraron que “las medidas anunciadas por el gobierno y por la Asamblea Nacional Constituyente los últimos días reducen aún más el espacio para el debate político y para la negociación”.
Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia y Paraguay, a través de sus representantes suspendieron a la República Bolivariana de Venezuela, a través del argumento de la pérdida de la democracia, el acrecentamiento de la violencia y del uso de la fuerza por parte del gobierno de Nicolás Maduro. Se cumplió de esta manera la iniciativa del presidente Mauricio Macri de suspender a un país que había sido clave en el proceso de integración latinoamericano que tuvo su auge con la creación de UNASUR. Es que el primer mandatario argentino, buscan abandonar la lógica de integración político-regional para volver a los orígenes del Mercosur basado en vinculaciones puramente arancelarias, al ritmo de la distribución del trabajo de las corporaciones.
Esa lógica macrista anti-venezolana es, por supuesto, avalada por los grandes medios de comunicación argentinos, entre ellos el diario La Nación. Pero no se trata de una iniciativa Argentina, claro.
Los cañones intervencionistas de algunos sectores de la comunidad internacional, encabezados por Estados Unidos, apuntan al país petrolero y el gobierno argentino se encuadra como fiel soldado de la derecha. La cuestión es que una reciente nota publicada en el diario de los Mitre permite ilustrar este ejemplo. Se trata de una columna titulada “El principio de ‘no intervención’ y los derechos humanos”, y firmada por Emilio Cárdenas. Allí se plantea la posibilidad de utilizar la «intervención humanitaria” como una manera “legalista” de inmiscuirse en los asuntos de internos de ese país.
Es necesario aclarar que el segundo artículo de la Carta de las Naciones Unidas, establece que “ninguna disposición de esta Carta autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados, ni obligará; a los Miembros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a la presente Carta; pero este principio no se opone a la aplicación de las medidas coercitivas prescritas en el Capítulo VII”. Este último claro, da libertad de acción a la ONU en caso de decidir intervenir, pero es la opción más controversial, en especial si se considera que no son pocos los gobiernos del mundo que apoyan a Maduro. De hecho, una declaración suscrita en junio por 57 países de América Latina, Europa, África y Asia ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU apoyó al Presidente y reconoció “la vigencia de los derechos humanos” en el país.
Ahora bien, Cárdenas reconoce las dificultades de llevar adelante una intervención a través de las posibilidades que presenta la Carta en el Artículo VII, amparadas en las “amenazas a la paz”, pero hace especial hincapié en la violación de los Derechos Humanos a la que es sometido el pueblo de Venezuela, algo que en parte es real, puesto que realmente la crisis existe y día a día se hacen más notables la falta de alimentos y medicamentos. Cárdenas sostiene que, en materia internacional, el respeto por los Derechos Humanos ha adquirido un papel preponderante, en especial gracias a los tratados firmados post Segunda Guerra mundial.
Lo que resulta llamativo es que es justamente el tópico Derechos Humanos el que le permite hacer un llamamiento a un nuevo tipo de intervención, políticamente menos controversial: la humanitaria. “No es fácil -sostiene- armonizar la idea de ´no intervención´ con los límites que debe tener el uso de la fuerza y, además, con la necesidad de asegurar el respeto de todos a los derechos humanos. En esto no hay dos circunstancias idénticas y las reacciones deben necesariamente tener en cuenta las particularidades propias de cada caso. Pero lo cierto es que, según ha quedado rápidamente visto, el llamado principio de «no intervención» ya no sirve para tratar de asegurar impunidad para quienes, desde los distintos gobiernos, de pronto se atreven a violar sistemáticamente los derechos humanos de sus pueblos, pretendiendo escudarse tras él”.
El término “intervencionismo humanitario” fue acuñado por el médico francés Bernard Kourchner, uno de los cofundadores de Médicos sin fronteras que llegó a ser ministro de Relaciones Exteriores del ex presidente Nicolás Sarkozy. En un artículo publicado en la revista Pueblos en 2008, la crítica especializada en política internacional, Diana Johnstone hace referencia a la vida de Kourchner y cuenta: “En 1968 se unió a un equipo médico organizado por el gobierno francés para proporcionar ayuda humanitaria a la efímera república secesionista de Biafra. De vuelta en París en 1969, cooperó con los servicios de inteligencia franceses para fundar un Comité contra el «genocidio en Biafra». La utilización de misiones humanitarias para levantar la simpatía internacional hacia un bando en un conflicto marcó una ruptura abrupta con la tradición de la Cruz Roja Internacional de mantener una estricta neutralidad en los conflictos para poder tener acceso a las zonas de guerra. En diciembre de 1971, tras romper con la Cruz Roja fundó Médecins sans Frontieres (MSF, Médicos sin Fronteras), junto a otros doce médicos. A partir de entonces se dedicó más asiduamente a la parte de la publicidad y descubrió la utilidad política del periodismo de catástrofes. El clímax llegó en 1979, cuando se unió a los nuevos filósofos en un gesto ostensiblemente humanitario, «una barca para Vietnam». Para entonces, la explotación por parte de Kouchner de su papel como cofundador de Médicins sans Frontières como credenciales humanitarias para su propaganda política había causado fuertes desavenencias con la organización. Krouchner abandonó MsF para crear un grupo rival, Médecins du Monde (MdM; Médicos del Mundo), desde donde propugnó la «intervención humanitaria», incluyendo la intervención militar.
No quedan dudas que se trata de una nueva estratégica, políticamente mejor dibujada, al servicio de los intereses de las grandes potencias. El intervencionismo sigue estando presente, aunque bajo el argumento de las defensas de los Derechos Humanos. De todas formas, al presidente de Estados Unidos, Donald Trump no parece no parece convencerle la propuesta. Ya anunció que entre sus “opciones” respecto a Venezuela se encuentra la militar.
“Tenemos muchas opciones respecto a Venezuela, incluida una posible opción militar si es necesaria”, dijo el presidente a periodistas. A la pregunta de si se trataría de una acción impulsada por Estados Unidos, Trump prefirió no responder: “Pero una operación militar, una opción militar es seguro algo que podríamos explorar”, dijo, según consignaron muchas agencias de noticias. Trump hizo su afirmación después de reunirse con el secretario de Estado, Rex Tillerson, el asesor de seguridad nacional, H.R. McMaster, y la embajadora ante Naciones Unidas, Nikki Haley.
Desde el gobierno venezolano, el ministro de Comunicaciones, Ernesto Villegas, lo calificó de “la más grave e insolente amenaza jamás proferida contra la Patria de Bolívar”. A su vez, el ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino, afirmó al respecto: “Es un acto de locura de supremo extremismo”. No obstante, el vocero del Departamento de Defensa de EE.UU., Eric Pahon, se negó a ahondar en las declaraciones de Trump y agregó: “Hasta el momento, el Pentágono no ha recibido órdenes”. Hasta el momento.