El vicepresidente de EEUU, Mike Spence, cumplió el jueves la última escala de una gira por 4 países de América latina en la capital panameña. El presidente Juan Carlos Varela es uno de los pocos mandatarios de la región que no rechazó las ‘alocadas’ declaraciones del inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, poniendo en sobre aviso a Venezuela de una “opción militar” por parte de EEUU.
Por Marco A. Gandásegui (H) (*) / Varela conoce muy bien la táctica norteamericana de ir aumentando la presión contra sus ‘enemigos’, a la vez que busca apoyo internacional, para legitimar su despliegue militar. Es la misma que Bush (padre) aplicó en 1989 para invadir a Panamá, causar miles de muertes y con el único propósito de aumentar su popularidad en las encuestas. No cabe duda que Trump tiene en mente algo parecido.
De los cuatro países que visita Pence, Colombia y Chile denunciaron las declaraciones belicistas de Trump. Argentina y Panamá mantuvieron silencio. EEUU ha retornado a la política del ‘gran garrote y zanahoria’. Le ofrece a los países de la región una zanahoria si se portan bien. En cambio, una conducta que no se alinea con su política exterior es castigada con el gran garrote. Hace poco, Washington convocó en Lima, Perú, una reunión de 11 cancilleres latinoamericanos y el ministro de Relaciones Exteriores de Canadá. El encuentro se realizó con el propósito de presentar un bloque político regional en contra del gobierno bolivariano de Venezuela. El objetivo no se alcanzó y, más bien, destacó la debilidad de los gobiernos derechistas de la región y su dependencia de EEUU.
El bloque ‘antichavista’ pretende legitimar la guerra contra Venezuela. Pero no tiene agenda ni objetivos que trasciendan el derrocamiento del gobierno bolivariano. Al igual que en el caso de Panamá, en 1989, el gobierno del presidente Maduro sería reemplazado por agentes de EEUU que reorganizarían las políticas para el beneficio exclusivo del Departamento de Estado y de las grandes empresas norteamericanas (especialmente petroleras).
También existe un bloque regional que se opone a la violencia contra Venezuela y a “las opciones militares” de Trump. Este grupo está formado por 23 países, una mayoría aplastante. Entre estos, 9 son latinoamericanos y 14 son del Caribe. Encabezan este bloque por la paz, los países del ALBA y los países del CARICOM.
Los once gobiernos latinoamericanos ‘antichavistas’ son, por sus políticas y actuaciones, neoliberales. Es decir, favorecen los intereses de los grandes empresarios que promueven las privatizaciones y la flexibilización del trabajo (aplauden la informalidad y la desigualdad social). No tienen políticas sociales y rechazan la planificación como herramienta para gobernar. Todos los gobiernos que se reunieron en Lima están sometidos a la ‘asesoría’ del Banco Mundial, el BID y el FMI.
Entre los gobiernos ‘antichavistas’, hay tres que se proclaman social-demócratas (Costa rica, Chile y México), campeones de las políticas neoliberales. Hay cuatro gobiernos que pertenecen a la Internacional Conservadora (Argentina, Colombia, Panamá y Perú). Hay otros tres gobiernos que son producto de golpes que desplazaron a dirigentes que no tenían políticas neoliberales (Brasil, Honduras y Paraguay). Por último, un gobierno neoliberal, con un discurso ideológico difuso (para la risa): Guatemala.
El conjunto de estos gobiernos ‘antichavistas’ no es homogéneo. Su unidad está determinada por EEUU y su política de la ‘zanahoria y el gran garrote’. Todos están carcomidos por la corrupción y la creciente militarización. Panamá no se queda atrás. Políticamente, el gobierno panameño ha estado envuelto en toda clase de escándalos que son pasados por alto en Washington. (El caso del expresidente Martinelli detenido en Miami es otro problema político sin resolver). Más importante en la agenda de los ´halcones’ de la capital norteamericana son las 11 bases aeronavales construidos en los últimos 15 años sobre los dos océanos que bañan las costas panameñas.
En principio eran para controlar los supuestos movimientos de las FARC en Colombia y ahora se prestan para cualquier maniobra militar de EEUU contra Venezuela. Washington incuso ‘flotó’ la versión noticiosa que la capital panameña podría ser sede de un gobierno en el exilio de los ‘guarimberos’ venezolanos. En 1987, Washington convirtió la embajada de Panamá en esa capital como sede del gobierno en el exilio en su guerra contra los militares que comandaba el general Noriega.
La agenda de Pence durante el día que estuvo en Panamá fue muy cargada de asuntos militares y geopolíticos. No hubo espacio para otros temas.
(*) Marco A. Gandásegui (H) es profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA. Texto tomado de la agencia ALAI.