Primera en la lista de precandidatos a concejales de Cambiemos, Vilma Baragiola se hizo nacionalmente conocida por un presunto intento de soborno al Sindicato de Camioneros. Luego quiso ser intendenta, pero tuvo que conformarse con la Secretaria de Desarrollo Social. Renunció para dedicarse a la campaña electoral, dejando un saldo trágico.
Por Fernando M. López (*) / La radical Vilma Baragiola se imaginaba en una banca del Senado de la provincia de Buenos Aires por la Quinta Sección. Sin embargo, al final quedó como precandidata a concejal marplatense de Cambiemos. En la decisión pesó más la estrategia de la gobernadora María Eugenia Vidal de ocultar al intendente ultraderechista Carlos Arroyo durante la campaña, luego de una pésima gestión y un largo repertorio de expresiones “piantavotos”, como cuando dijo que quienes luchan contra la violencia de género “malgastan el dinero”.
Al cabo de la fuerte disputa entre el PRO, la UCR, la Coalición Cívica y el partido de Arroyo (Agrupación Atlántica), Baragiola pudo encabezar la lista, seguida del macrista Guillermo Volponi, la carrioista Angélica González y otros dos radicales, Ariel Martínez Bordaisco y María Cristina Coria. Al yerno del jefe comunal, Mauricio Loria, lo ubicaron en el sexto lugar, dejándolo sin chances de entrar al Concejo Deliberante.
El derrotero de Baragiola está plagado de irregularidades y escándalos. En 2014, como presidenta del cuerpo deliberativo de General Pueyrredón, se vio involucrada en un pedido de coimas al Sindicato de Camioneros.
Esto repercutió a nivel nacional cuando la titular local del gremio, Eva Moyano, difundió el video –registrado con cámara oculta- de un encuentro con Baragiola, su asesor Emiliano Mensor y el entonces secretario del HCD, Antonio Constantino. Allí se comprometían a votar por la demolición de una casa patrimonial de la ciudad para ampliar el Hotel Sindical 15 de Diciembre. A cambio, exigían “colaboración” para solventar parte de la campaña de la dirigente radical en su carrera hacia la Intendencia.
Por el caso, primero removieron a Constantino y luego a Baragiola. Fue otro escándalo, esta vez dentro del recinto, donde una patota de Carlos Pampillón arremetió a los golpes contra quienes reclamaban la destitución de la presidenta del Concejo Deliberante. Ella negó cualquier responsabilidad en los graves incidentes: “Yo no traje a nadie, las sesiones son públicas”, dijo, aunque desde entonces resulta difícil no relacionarla al neonazi local, también vinculado con Arroyo.
Más tarde, en la justicia tuvo más suerte. La Fiscalía de Delitos Económicos 10 de Mar del Plata consideró que el video aportado por Moyano no poseía “eficacia probatoria” y archivó la causa de las coimas, despejándole el camino para competir en las PASO de 2015 como precandidata a intendenta.
El sueño de Baragiola se frustró cuando en la interna de Cambiemos se impuso el líder de la Agrupación Atlántica. Con el triunfo de Arroyo, la dirigente radical terminaría como secretaria de Desarrollo Social.
Desde el 10 de diciembre de 2015, el área municipal a cargo de Baragiola funcionó como una pieza más del brutal ajuste de Cambiemos, que no para de generar desempleo, hambre y pobreza. Mar del Plata es hoy la ciudad con mayor desocupación del país (10,4%) y las penurias, según las últimas cifras de UNICEF, afectan a más del 47 por ciento de los niños y adolescentes.
Las organizaciones sociales denunciaron en varias oportunidades los recortes de Desarrollo Social a los comedores populares, que cada vez son más y no dan abasto. En febrero, el comedor “Los Amiguitos”, que se vio obligado a cerrar por falta de alimentos, mostró en las redes sociales lo que le enviaba mensualmente la Secretaría para un total de 100 chicos: 10 cajas de leche en polvo, 5 kilos de harina y 5 kilos de azúcar.
Cuando las protestas se multiplicaron frente a la sede municipal, la respuesta de Baragiola fue que el Ejecutivo local “no puede sostener a los comedores todo el mes”, y les recomendó mejorar la “autogestión”.
En abril de este año, con la misma insensibilidad y desidia, la funcionaria no tuvo mejor idea que irse de vacaciones a Brasil mientras la ciudad era azotada por un fuerte temporal que dejó barrios enteros bajo el agua, masivos cortes de luz y más de un centenar de evacuados. Emulaba así a la gobernadora Vidal, que unos meses antes disfrutaba de las playas mexicanas en plena inundación del noroeste bonaerense.
Toda la oposición salió entonces a reclamar su renuncia, pero Baragiola no se desprendió del cargo municipal hasta la definición de las listas de concejales. Detrás no sólo dejó una gestión desastrosa, sino también un saldo trágico.
El año pasado, mientras la secretaria miraba para otro lado, ocho personas en situación de indigencia murieron en las calles de Mar del Plata. Este invierno hubo que lamentar otros tres casos más.
La última víctima apareció sin vida el 17 de julio pasado, en la esquina céntrica de Funes y Luro. Como Baragiola ya estaba dedicada de lleno a la campaña electoral, fue el secretario de Salud, Gustavo Blanco, quien intentó encubrir ante los medios locales la falta de políticas públicas hacia los sectores más vulnerables. Y lo hizo con el peor de los desprecios, diciendo que los indigentes son “como perros” que “no se quieren ir a otro lugar”.
Estas once muertes, sin embargo, se dieron en el marco de un considerable aumento de las personas en situación de calle, que durante el primer año del gobierno de Arroyo pasaron de 213 a 350, según datos de la Defensoría del Pueblo bonaerense.
(*) Nota publicada por el diario Contexto. Su autor es periodista y docente de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Editor de la agencia AgePeBA.